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jueves, 21 noviembre 2024
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Una semana solos: Mi mundo privado

Por Pablo E. Arahuete

Resulta incontrastable que una de las herencias de la primavera menemista haya sido el boom de los barrios privados o “countries”, que con el correr de los años fue creciendo significativamente arrastrado por la sensación de inseguridad constante y el avance progresivo de un discurso político y mediático sustentado en la idea de la exclusión social como así también de dividir las aguas y agitar el resentimiento de las clases menos pudientes por no tener lo que otras esferas sociales tienen.

Una semana solos, segundo opus de la joven realizadora Celina Murga, no aborda las causas sino que se interna de lleno y profundamente en los efectos de esa pseudo realidad haciendo especial énfasis en la vida y -mejor dicho- en la infancia de niños nacidos y criados dentro del microclima de un barrio privado o “country”. No es una exageración ni mucho menos que ya existan generaciones cuyo único contacto con la realidad se da a través de la televisión o de la irrupción de algún elemento ajeno proveniente del afuera: guardias, mucamas, proveedores, jardineros, albañiles, otros niños por caso. Esos son los protagonistas de este film donde la principal intrusa de lujo no es otra cosa que la presencia de la cámara y la capacidad de observación de la directora de Ana y los otros, quien se vale de un elenco brillante conformado por niños de 7 a 14 años, la mayoría provenientes del teatro, que en la ficción cumplen los roles de hermanos y primos.

Sin una mirada estigmatizante pero sí adoptando un enfoque casi sociológico del grupo lo que subyace a lo largo de la trama es que los protagonistas no son otra cosa que víctimas devenidos victimarios gracias a las decisiones tomadas por los adultos, quienes en este caso quedan absolutamente al margen en un fuera de campo constante que sólo se resignifica a partir de llamadas telefónicas o alguna que otra alusión a los padres. Estos adultos depositan el cuidado y atención de sus hijos en guardias y mucamas, pero al mismo tiempo dejan que el lugar de patrones o amos quede a cargo de aquellos volviéndose la relación de éstos con su entorno completamente utilitarista y despótica, es decir, que sólo puede verse al de afuera como un prestador de servicios, ya sea como protector o simplemente como facilitador de cualquier capricho. Allí, en esas casas repletas de objetos caros y heladeras llenas de alimentos se desarrolla gran parte de esta historia que abraza la rutina de los personajes en su más absoluta cotidianidad y crueldad; capaz de escuchar el silencio o los discursos con el modo de habla de cualquier chico así como su comportamiento al no tener ningún límite o red de contención.

El gran mérito de Murga es haber dejado en manos de sus protagonistas esta historia plagada y viciada afortunadamente de naturalidad gracias al minucioso trabajo de casting que duró nada menos que seis meses. Por eso no es necesario recurrir a la grandilocuencia o al golpe de efecto dramático para dar paso al conflicto central cuando llega a ese micromundo de la abundancia el hijo de la mucama para pasar unos días de vacaciones junto a su madre en su lugar de trabajo. Ese es el enemigo y no el par para compartir los juegos, pero lo más importante: es el portador de un contexto que detrás del área perimetral alambrada no se deja ver.

Sintética y contundente, Celina Murga conecta a esta película con su ópera prima también atravesada por la realidad de una sociedad cerrada como la de su Paraná natal a partir de la llegada de Ana, en este caso la intrusa. Con un implacable manejo de la luz y del espacio, los movimientos de cámara adecuados a la puesta en escena Murga logra asimilar el ambiente con los personajes, con sus acciones y conductas, con un ligero y latente arrebato de violencia y la carencia afectiva a cuestas que se dibuja en el gesto crispado o en el rostro compungido de cada niño.

Así como el ambiente define a los personajes o mejor dicho el contexto determina las acciones podría decirse que a la directora le pasó lo mismo, desde el punto de vista que pertenece a una generación de cineastas argentinos muy poco reconocidos a nivel local, pero que cuentan con el padrinazgo de maestros de la talla de Martin Scorsese. Seguramente si hubiese nacido en otro lugar y con otra idiosincrasia, esta joven promesa del cine argentino estaría al mismo nivel que una Sofía Coppola no con ánimo de comparación sino simplemente porque comparten tanto sensibilidad, inteligencia y talento.

Título: Una semana solos.
Título Original: Idem.
Dirección: Celina Murga.
Intérpretes: Natalia Gomez Alarcón, Manuel Aparicio, Mateo Braun, Eleonora Capobianco, Magdalena Capobianco, Ignacio Giménez, Lucas Del Bo, Gastón Luparo, Ramiro Saludas y Federico Peña.
Género: Comedia, Drama.
Clasificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 110 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Primer Plano.
Fecha de Estreno: 11/06/2009.

Puntaje: 9 (nueve)

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