Por Pablo E. Arahuete
El rostro misterioso de Juliette Fontaine (Kristin Scott Thomas, brillante) oculta y revela algo a la vez. Es un rostro apagado en estado de espera latente y su cuerpo rígido connota cierta incomodidad. Es que por algún motivo Juliette no está ahí, sino que se quedó en otra parte, muy lejos. Quizás en un pasado que surcó y dejó una enorme huella de tiempo donde todo se detuvo para ella y así paulatinamente dejó de ser para los otros. ¿Y quiénes son los otros? Su ex marido, sus padres, sus amigos, y una hermana menor que ahora llega al aeropuerto a buscarla para que de a poco Juliette comience su arduo y fatigoso proceso de reinserción tras haber estado en prisión luego de ser condenada por el asesinato de un familiar directo. Pero ese proceso que abraza lo cotidiano y atraviesa las contingencias de cualquier realidad normal en la protagonista significa otra cosa: encontrar un rumbo para volver a ser, sin que el pasado y sus fantasmas terminen destruyendo toda chance de reconstrucción.
Bajo una serie de preguntas que sólo pueden encontrar algunas certezas a partir de las acciones y motivaciones de la ex convicta, el escritor Philippe Claudel debuta en la pantalla grande con este melodrama intimista traducido aquí como Hace mucho que te quiero (2008).
Sin dudas, el principal mérito de Claudel reside en la elección de la actriz británica para someterla a un verdadero tour de force que va desde lo visceral hacia lo emocional, pasando por una serie de estados que se vinculan con las fibras más sensibles y vulnerables de Juliette.
Es innegable la influencia de lo literario en el armado del guion que acusa, aunque no de manera manifiesta, ciertas influencias de Eric Rohmer (aludido explícitamente en algún tramo del film) y también del universo literario en la recurrente figura de un anciano que no puede hablar pero que lee continuamente o transporta libros de un lugar a otro.
A partir de la historia central de Juliette, el director debutante siembra una serie de cuestionamientos y reflexiones morales (el escritor ruso Dostoievski también aludido en el film) pero mantiene una línea narrativa paralela, sustentada en el misterio y los secretos para guardar una revelación final demoledora.
A diferencia de algunos directores que pretenden transitar por el camino fácil de la fábula o la redención, la distancia que establece Philippe Claudel con su protagonista es prácticamente quirúrgica, sin dejarse arrastrar por un sentimentalismo aliviador sino por el contrario dispuesto a escarbar en las entrañas del alma. Para ello, cuenta con la gran entrega de Kristin Scott Thomas, quien construye su Juliette apelando a un enorme arsenal de gestos, actitudes, silencios, angustia, dolor, vergüenza, ausencia, presencia que no se dice pero que se ve.
Esta opera prima va más allá del típico drama de reinserción carcelaria; va más allá del prototípico melodrama familiar psicológico porque adopta otro enfoque sobre estas premisas haciendo principal hincapié en la falta de redención y la imposibilidad de escapar de la peor cárcel: la del dolor.
Título: Hace mucho que te quiero.
Título original: Il y a longtemps que je t’aime.
Dirección: Philippe Claudel.
Intérpretes: Kristin Scott Thomas, Elsa Zylberstein, Serge Hazanavicius, Laurent Grévill, Frédéric Pierrot, Lise Ségur, Jean-Claude Arnaud, Claire Johnston, Catherine Hosmalin y Olivier Cruveiller.
Género: Drama psicológico.
Calificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 117 minutos.
Origen: Francia/ Alemania.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de estreno: 16/07/2009.
Puntaje: 9 (nueve)