Por Pablo E. Arahuete
Resulta paradójica la anécdota que traza el ocaso de la carrera delictiva de uno de los ladrones más famosos de la historia norteamericana, bautizado por el FBI como “el enemigo público número uno”, llamado John Dillinger: luego de ver una película de gánsters en un cine de Chicago murió en una emboscada planificada por el FBI sin siquiera poder repeler el ataque.
Pero este hijo de almaceneros de Indiana -que estuvo preso casi diez años por robar 50 dólares- se constituyó en los años 30 en uno de los personajes más populares que logró afinidad con la opinión pública y obligó a que J. Edgar Hoover, director del FBI por ese entonces, utilizara métodos de coacción y tortura para poder atraparlo en el ámbito de lo que se denominaría una guerra contra el crimen. Más allá del aspecto romántico que atraviesa la figura de Dillinger como aquel roba bancos que disparaba con ametralladoras pero que no mataba inocentes, lo interesante de su corta e intensa trayectoria delictiva se define por el contexto histórico en que se desarrolló; un contexto marcado por la depresión económica pero en el que también comienzan a aparecer las organizaciones mafiosas en connivencia con la organización policial.
Sin pretender acotar en una biopic a este atractivo personaje y teniendo como base un libro del escritor Bryan Burrough que recopila historias de grandes asalta bancos de los años 30, entre ellos Dillinger, el director Michael Mann concentra la trama en el período que comprende mayo de 1933 a julio de 1934, es decir, su apogeo y caída.
Haciendo gala de su propio estilo y de su meticulosidad a la hora de filmar, el director de Fuego contra fuego construye sus figuras sin escindirse del fondo y busca, con una intención meramente dramática, establecer cierta simetría entre un protagonista y su antagonista. En el caso de Enemigos públicos el fondo no es otro que el contexto de la depresión del 30 con un FBI humillado por las andanzas de la banda de Dillinger que asoló el Medio Oeste de Estados Unidos en un raid delictivo por bancos y comisarías, que aprovechaba tanto la falta de organización de la policía como el caos que imperaba por la crisis económica.
Dillnger gozaba de popularidad, subestimaba a su enemigo y se jactaba de su inteligencia tras haberse fugado de la prisión, pero siempre conservaba el misterio del anonimato para camuflarse entre la multitud, muy pocos conocían el rostro de este curioso ladrón quien más que inteligencia se valía de su arrojo a la hora de llevar a cabo sus grandes robos relámpago. Resultaba imposible anticiparse a sus pasos porque cualquier banco era un blanco fácil y la policía no podía custodiar en simultáneo. Podría establecerse un paralelismo entre las acciones de Dillinger con las del terrorismo moderno desde el punto de vista de la logística del anonimato y la impredictibilidad en el golpe. De la misma manera que en aquellos años treinta hoy el FBI utiliza los mismos métodos de interrogatorio y coacción con resultados poco felices.
Sin embargo, ese grado de subestimación y exposición fue el detonante para que Hoover (Billy Crudup) enrolara a un agente Federal, Melvin Purvis (Christian Bale), un implacable cazador que ya había matado a Pretty Boy Floyd (El bonito Floyd), otro famoso delincuente de aquella época.
Así, con esa estructura simétrica de protagonista-antagonista, o podría decirse con la dinámica de un duelo entre la banda de Dillinger y los muchachos de Purvis, el relato acumula tensión a medida que el círculo que rodea al héroe se va cerrando. De acuerdo a la descripción meticulosa que Mann hace de su criatura todo deja suponer que John Dillinger era un hombre común que cometió la torpeza de creer en su entorno arriesgándose a la traición pero que -como todo héroe trágico- soñaba con un retiro glorioso: tal vez huyendo hacía Sudamérica junto a su novia Billie (Marion Cotillard).
El director de Colateral: Lugar y tiempo equivocado aprovecha las bondades del digital de alta definición para inmiscuirse con su cámara en mano en los recovecos de la acción, que alcanza momentos de máxima adrenalina en los enfrentamientos entre las bandas; impregnando de un ritmo vertiginoso a una trama que avanza por otro registro más pausado. Y es en ese registro donde la cámara reposa en la figura de John Dillinger, a quien Johnny Depp le entrega su cuerpo y carisma, así como intenta esquivar la mirada en el acecho de los primeros planos cuando el foco persigue con insistencia al hombre detrás de la figura y lo hace tan vulnerable como el retrato de una foto que termina por revelar su verdadero rostro. Alguna vez alguien menos romántico dijo: “sacarme una foto es como pegarme un tiro en la cabeza”, en el caso de Dillinger la historia parece haber sido cierta.
Título: Enemigos públicos.
Título original: Public Enemies.
Dirección: Michael Mann.
Intérpretes: Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Billy Crudup, Stephen Dorff, Stephen Lang, James Russo, David Wenham, Christian Stolte, Jason Clarke, Branka Katic, Wesley Walker, Stephen Graham y Giovanni Ribisi.
Género: Drama, Thriller, Policial noir.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 140 minutos.
Origen: EE.UU./ Japón.
Año de realización: 2009.
Distribuidora: UIP.
Fecha de estreno: 30/07/2009.
Puntaje: 7 (siete)
El staff opinó:
–Michael Mann vuelve a descollar en video digital con la extraordinaria Enemigos Públicos (Public Enemies, 2009). En la actualidad sólo él y David Lynch consiguen extraerle todo el jugo a una tecnología que abarata costos, facilita la edición y permite una fotografía aguerrida cercana al documental. Nuevamente un guion impiadoso se combina con la estupenda labor del elenco para redondear otro policial hardcore de pulso demoledor…– Emiliano Fernández (9 puntos)