Por Pablo E. Arahuete
El hecho de que este proyecto del realizador Rodrigo Grande se haya gestado a partir de un cuento del fallecido Roberto Fontanarrosa llamado “Cuestión de principios” -igual que esta película- arroja como resultado la misma cantidad de virtudes que de defectos.
Por tratarse de un cuento adaptado a la pantalla grande, con un guion co-escrito por el director junto al creador de “Boogie, el aceitoso”, resulta imposible que la trama no se reduzca a un carácter anecdótico en el que se manifiesta una poco feliz fábula donde se cruzan la idea de la ética con la del mundo pragmático, encarnadas además en un conflicto generacional entre un empleado modelo, cercano a jubilarse y su jefe, un yuppie recién llegado de España.
Esa polarización limita cualquier tipo de matiz en una historia donde la acción transcurre en los carriles habituales de cualquier lucha de poder. Sin embargo, pese a esas insalvables limitaciones el film del director de Rosarigasinos (2001) intenta evadir los maniqueísmos al introducir suficientes dosis de comedia costumbrista tradicional y sobre todo al ampararse en el buen trabajo de Federico Luppi y su antagonista Pablo Echarri.
No por casualidad al comienzo se hace referencia en una charla de oficina a la historia de El ciudadano y al misterio que encerraba la palabra Rosebud durante gran parte de la película, elemento dramático que paradójicamente resignificaba la tragedia del protagonista con un objeto carente de valor material pero invalorable en cuanto a lo afectivo. Ese es el disparador del conflicto entre Castilla (Luppi) y su jefe Silva (Echarri): éste colecciona -como todo yuppie excéntrico- revistas viejas, pero más precisamente una colección a la cual le falta un ejemplar. Lo que Silva se entera gracias a una conversación amistosa con su eficiente empleado Castilla es que éste ha conservado ese preciado número como un tesoro familiar en el que aparece su padre en una foto junto al Duque de Saboya. Poco le importará a Silva el precio que Castilla pueda sugerirle creyendo que como cualquiera de sus empleados lo tendría entre sus manos, pero para su sorpresa Castilla rechaza cualquier oferta argumentando que hay cosas que el dinero no puede comprar.
El conflicto coyuntural devenido dilema ético, o sea conservar la dignidad en detrimento de un bienestar personal y familiar, tomará aristas de vendetta en ambos bandos, aunque Silva movilizará todos sus recursos para que el díscolo Castilla en algún momento flaquee incluso poniendo en riesgo su futuro laboral.
Planteado este nivel como un pretexto, el film enfrenta no sólo valores ya caducos para el mundo moderno como la ética individual desde el punto de vista cultural, sino que se sumerge en la desigual contienda entre el individuo y el sistema sin la solemnidad o gravedad que podría tener en relación a otro contexto, pero con la sabiduría suficiente como para reivindicar una actitud creativa ante lo que en apariencia resultaría imposible.
Sin pretender más de lo que se propone, esta sencilla historia vuelve a reunir a Federico Luppi con Norma Aleandro tras la recordada Sol de otoño (1996) y explota aquel folclore “fontanarrosístico” con un racimo de personajes secundarios a la altura de las circunstancias.
Título: Cuestión de principios.
Título original: Idem.
Dirección: Rodrigo Grande.
Intérpretes: Federico Luppi, Norma Aleandro, Pablo Echarri, María Carámbula, Pepe Novoa, Oscar Nuñez, Monica Antonopulos y Mabel Pessen.
Género: Comedia, Drama.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 109 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2009.
Distribuidora: Energía Entusiasta.
Fecha de estreno: 24/09/2009.
Puntaje: 6 (seis)