Por Emiliano Fernández
Los films arty amparados por el INCAA constituyen un flagelo para las arcas del estado. El negocio de los realizadores pasa por cobrar el subsidio del Instituto y luego no importa si estos bodriazos meten una o cien mil personas, la “operación” ya está cerrada. Como el amiguismo continúa enquistado en las cúpulas y la obsecuencia de ciertos críticos nunca da respiro, la alternativa lógica para todos aquellos que no tranzan con este “circuito del asco” sería el viejo y querido cine de género de calidad, ese gran faltante en la producción nacional. Pero el panorama aquí también es desalentador porque más allá de las escasas excepciones anuales, lamentablemente los cineastas no cuentan con apoyo alguno y tampoco abundan los estallidos de genialidad industrial. Boogie, el aceitoso (2009) es uno de esos desastres que desperdician una excelente oportunidad para revertir la tendencia.
Debemos sincerarnos y llamar a las cosas por su nombre… para sustraerse y mirar a un costado siempre habrá tiempo. Esta adaptación en tonos opacos de la obra del sobrevaluado Roberto Fontanarrosa ranquea entre los fallidos más lastimosos del año: estamos ante la “versión Michael Bay” de una película de Olmedo y Porcel con estética de policial negro. Todos saben que el protagonista es un mercenario estereotipado que pretende funcionar como una hipérbole del machismo y la belicosidad norteamericana; aunque en esta oportunidad más que exacerbar el componente satírico se ha decidido combinar a lo bestia el sadismo naif, las frases hechas, una bonita colección de curvas y algún que otro remate descontextualizado -y descontextualizante- cercano a la historieta original del rosarino. La trama sigue el intento de canjear a una testigo protegida por una generosa suma de dinero.
La catarata de clichés está determinada por un ritmo narrativo monocorde que no sólo los desaprovecha durante gran parte del metraje, sino que además se muestra incapaz de apuntalar un ínfimo mensaje (sin exquisiteces, cualquier diatriba sirve…). Nuevamente el pulso televisivo bobalicón, un guion inconsistente y la presencia de profesionales poco imaginativos como Pablo Echarri y Nancy Dupláa hacen que el proyecto quede atado a la típica vacuidad conceptual del cine argentino. Por lo menos en este caso encontramos en los rasgos formales un aliciente para tantas falencias argumentales. Si bien la mezcla del sonido deja bastante que desear debido a que la música se encuentra muy por debajo de los diálogos y los efectos incidentales, los fondos y vehículos en 3D salvan en buena medida las papas. La salvedad recae en los movimientos generales, un tanto rudimentarios y torpes.
El diseño de los personajes respeta el trazo grueso de Fontanarrosa y no se aparta ni un ápice de ese margen elemental. Hay referencias a Apocalypse Now (1979), Harry, el sucio (Dirty Harry, 1971), El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966) y Sin City (2005)… estas alusiones ponen en evidencia hasta qué punto la ironía se desvanece sin mayores secuelas, la propuesta no produce la anhelada incomodidad y las secuencias de acción aburren en su infantilismo inocuo, plagado de latiguillos. El material base tampoco era una joyita pero en mejores manos podría haber llegado mucho más lejos. El anodino director Gustavo Cova dispara su ametralladora sexista sin pegarle a nada: las risas no aparecen, nadie se siente ofendido y la reflexión brilla por su ausencia. Los jóvenes verán en este Boogie una celebración de la violencia y los veteranos llorarán un espíritu marchito.
Título: Boogie el Aceitoso.
Título original: Idem.
Dirección: Gustavo Cova.
Voces originales: Pablo Echarri, Nancy Dupláa, Jesús Ochoa, Susana Zabaleta, Nicolás Frías, Marcelo Armand, Rufino Gallo, Diego Brizzi, Ricardo Alanis y Luciana Falcón.
Género: Animación, Basado en historieta, Humor negro.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 82 minutos.
Origen: Argentina/ México.
Año de realización: 2009.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de estreno: 22/10/2009.
Puntaje: 3 (tres)
