Por Juan Blanco
El Hombre Lobo es probablemente la criatura de ficción más apasionante de la que se tenga registro en la historia de la literatura y el cine. Es brutal y romántico a la vez, trágico en su concepción y aún así de presencia fascinante, implacable. El hombre que es mordido y consecuentemente condenado a convertirse en un monstruo a la luz de la luna, sin poder controlarlo o variarlo de manera alguna; un ser maldito, marginal y asesino cuya filosofía será matar o morir hasta el fin de sus días. En el cine, desde 1935 los licántropos vienen abriéndose camino a los zarpazos y con los registros más variados. Pero fue aquella película de 1941 escrita por Curt Siodmak y dirigida por George Waggner, esa con Lon Chaney Jr. como lobizón, la que marcó la diferencia y vio realmente nacer a La Criatura que influenciaría a las generaciones futuras. Este clásico es a la fecha revisitado de ocasión como fenómeno de culto, como parte del “legado monstruoso” de la Universal; pero en El Hombre Lobo, al igual que en la Drácula de Tod Browning (no tanto en el concepto de Frankenstein), se podía percibir ese aroma de Épica romántica (después de todo The Wolf Man es algo así como la versión sin azúcar de La Bella y la Bestia) que haría trascender al film el mero utilitarismo de su género de base: el terror. Esta noción de Épica, con los años y el empleo sistemático del licántropo como elemento plástico para el cine de género, se perdió y cedió su lugar a otra cosa mucho menos memorable.
Lo que lograra recuperar Francis Ford Coppola para Drácula en 1992 luego de que la cinematografía mundial pervirtiera a los vampiros a gusto (y en menor medida concretara Kenneth Branagh para su monstruo en la Frankenstein de 1994), se intentaría ahora con El Hombre Lobo, recreando el clásico del 41 a manos de Joe Johnston, el genial artesano que tiene Jumanji, Rocketeer, Cielo de Octubre y Jurassic Park III entre otras virtuosidades pasadas. Y eso no era todo: el reparto contaría con Benicio Del Toro calzándose el pelaje de la bestia y el traje de Lawrence Talbot, Anthony Hopkins haría lo propio con Sir John Talbot, padre de Larry, y en el departamento técnico hasta el magnífico Rick Baker (visionario de efectos de maquillaje y padre de Hombre lobo americano y Aullidos, entre tantos logros -el video musical Thriller de Michael Jackson es otro-) volvería a sus andanzas a la luz de la luna. Todo estaba en su lugar, El Hombre Lobo habría de recuperar su estatus de Épica. Pero Hollywood, como se sabe, puede y suele ser muy bastardo; y en el revival de este clásico olvidado no fue la excepción. El Hombre Lobo, la presente remake, correría algo así como la maldición de la bestia y pasaría a ser un proyecto malparido como pocos, arrojando -tras una ardua, estúpida y larga lucha burocrática en el marco del estudio- un saldo tibiamente positivo, un recupero parcial de esta Épica romántica evidentemente buscada, y acabando como un producto más probablemente apto para fanáticos todoterreno de la licantropía que para espectadores esperando alguna clase de revelación cinematográfica.
Francamente, duele reconocer el hecho de que en las condiciones que la flamante nueva versión de El Hombre Lobo fue gestada, el producto final jamás podría haber sido perfecto. Se supo que hubieron varios guionistas tomándose la posta entre sí, que a Joe Johnston (quien fuera designado como el director al fin y al cabo de varias vueltas) le “sugirieron” recortar la introducción a fines de apurar la primera transformación del lobo, que a Danny Elfman le rechazaron su banda de sonido para después volvérsela a encargar una vez que metiera la pata su supuesto sucesor, y la lista sigue, y sigue. Y así fue como esta remake vio postergado su estreno comercial dos veces, dilatándose más de un año la fecha original propuesta por la Universal a fines de 2008. Entre retomas solicitadas en plena post-producción (la cosa no cuajaba), re-montajes hechos a criterio de ¿quién sabe? y sabrá quién con qué criterio, El Hombre Lobo durmió la siesta hasta que a la fecha, casi un año y medio después de lo debido, alguien finalmente decidió liberar al animal. Y tal como se sospechaba, la cosa no es ni remotamente perfecta. No obstante, el film de Johnston exhala cierto espíritu de Épica, tiene sus virtudes y vale destacarlas.
En primer lugar, conceptualmente la película tiene una base sólida en materia tonal y estética; es el clásico, ni más ni menos, devuelto a la vida con todos sus vicios y elementos (el campamento gitano y el folklore de pueblo, el bastón con el lobo de plata y las balas del mismo metal), en vivos colores (sobre todo cada vez que hay presencia de sangre) y con sonido estéreo. El tono del relato es, en efecto, lo suficientemente sombrío y amargo como para sostener la trágica historia de la Familia Talbot. Como marco, la foto postal de época (la Inglaterra de fines del Siglo XIX) es no menos que impecable; y en sintonía, las imágenes concebidas entre la fotógrafa Shelly Johnson y el mismo Johnston (deudoras del estilo gótico de Burton y que maximizara Coppola con su Drácula) son de una belleza aplastante y se suceden sin que uno pueda dejar de admirarlas. A la orden, Baker y sus múltiples prótesis, así como los efectos visuales en general cumplen y de sobra con las exigencias del relato. Los empleos de CGI para ciertos momentos de los lobos no son perfectos, pero alcanzan a resolver lo que deben y sería hasta desubicado pedirles más (después de todo no todos los films con trucas digitales pueden ser Avatar). Y para acompañar, Elfman y sus acordes “a la Drácula de Francis Ford” le hacen al film la justicia que faltaba (es difícil creer que en un principio le rechazaran el score, manga de zánganos). En síntesis, El Hombre Lobo, en materia técnica, pasando por lo visual, estilístico y demás rubros que puedan reclamar su felicitación, no falla en lo absoluto. Pero ahí no acaba el cuento.
Si en algo se resiente el film de Johnston es en el manoseo evidente de un guión reescrito hasta el hartazgo y en las torpezas narrativas que el mismo le confiere al ritmo general del relato. Es importante destacar que este guión actualizado del clásico presenta no una, sino unas cuántas modificaciones respecto del original de 1941, y en su gran mayoría para mejor. Tanto es así que ahora hay dos lobos cuando debía haber uno (el duelo final entre ambos es brutal y hermoso), y se tiene a Sir John (Hopkins) con un nivel de protagonismo que hace de aquello alguna vez anecdótico, algo mucho más sofisticado. El curso de la historia no es el mismo, el conflicto tampoco y las emociones puestas en juego menos aún. Pero es justamente en el plano emocional que el film avanza a un ritmo que no le hace nada bien a la progresión dramática, ni mucho menos a la construcción de personajes. Tenemos a Del Toro, a Hopkins, a Emily Blunt -como Gwen, la dama en cuestión que precipita todo- y hasta al gran Hugo Weaving -el inspector Abberline- dando lo mejor de sí en todo momento, y es apenas suficiente (ahora, cabe decirlo en voz alta, si Hopkins y Del Toro pueden hacer lo que hacen con las restricciones evidentes que tuvieron para componer bajo el régimen del peor Hollywood imaginable, no merecen menos que un aplauso de pie, sin joda). En efecto, el romance entre Lawrence y Gwen tiene el paso lo suficientemente apurado como para no terminar de entenderse y/o aceptarse del todo; al menos no más allá de lo que ya es obvio y está decantado de antemano.
Enhorabuena se tiene al gran Joe Johnston secuencia de acción por medio mostrando que sabe y que tiene el corazón donde corresponde, latiendo con la cadencia de la Épica romántica, y tratando de hacer coexistir lo bueno y lo malo, intentando convertir aquello imperfecto en un placer a la vista y con un nervio de la hostia. La película es, con todo a cuestas, entretenidísima. Y no es un detalle menor ni ajeno a la voluntad del realizador el registro de violencia y el despliegue de Gore (que, por cierto, le ponen la piel de gallina a cualquiera, en adición al miedo que mete Benicio Del Toro adentro del traje de Hombre Lobo; mamita querida… ¡qué feo sería que te corra!), resultando ser aparentemente uno de los pocos temas sobre los que Johnston tuvo un poco de control y decisión, y lo empleó haciendo valer su escasa libertad creativa e impostándole -a fuerza de estilo- a un film comercial contenidos dignos de la calificación R (sólo apta para mayores de 17-18 años). Se sabe, como dato de color, que el mismo Joe anduvo anunciando un futuro corte de director para el lanzamiento en DVD con 17 minutos que el estudio le exigió cortar para que la cosa “fluyera mejor”; habrá que esperar y ver si en el confort del hogar finalmente se podrá ver El Hombre Lobo que todos merecemos.
Y si, este Hombre Lobo es una bestia herida y marginada, pero aún con suficiente garra y sentimiento para imponer su presencia y veteranía frente a tantos “caniches toy” vendidos como licántropos de pura cepa que andan pululando por las salas en la actualidad (Crepúsculo, ufff). Un magnífico animal que resulta increíblemente placentero volver a encontrar con este porte clásico y el olvidado hábito de aullarle a la luna su maldición.
Título: El Hombre Lobo.
Título Original: The Wolfman.
Dirección: Joe Johnston.
Intérpretes: Benicio del Toro, Hugo Weaving, Anthony Hopkins, Emily Blunt, Geraldine Chaplin, Max von Sydow, Art Malik, Richard James, Olga Fedori, Robert Roman Ratajczak y Asa Butterfield.
Género: Horror, Gore, Remake, Romance, Terror.
Clasificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 103 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2010.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 11/02/2010.
Puntaje: 7 (siete)
El staff opinó:
–Resulta inobjetable la eficacia de este interesante film que recupera los tópicos de la licantropía y la esencia de un relato clásico de gran rusticidad, que dosifica de manera inteligente y prolija la acción y el drama en las mismas proporciones gracias a un elenco de lujo a la altura del desafio…- Pablo E. Arahuete (7 puntos)
–Este manual cinematográfico de “licantropía para principiantes” es tan clasicista en su concepción que a fin de cuentas resulta previsible y extremadamente chato. ¿Qué más se podía esperar de Joe Johnston, un autómata propiedad de los estudios cuyos mayores logros han sido Querida, encogí a los niños (Honey, I Shrunk the Kids, 1989) y Rocketeer (The Rocketeer, 1991)? Benicio Del Toro, Anthony Hopkins y Hugo Weaving dignifican pero el combo en general sabe a poco, ni siquiera convencen los CGI en los primeros planos. A pesar de la fórmula del “cazador cazado” y las muchas referencias al Drácula (1992) de Francis Ford Coppola, la clásica rutina sin novedad de las remakes hollywoodenses se hunde en el gore pacato de la luna llena…- Emiliano Fernández (5 puntos)