Por Pablo Arahuete
Aquella generación que vivió en su más temprana infancia los resabios de la última etapa del Proceso no tardarán en reconocerse, aunque más no sea por reflejo, en alguno de los estudiantes que aparecen en este tercer opus del realizador Diego Lerman, La mirada invisible. Y para el propio Lerman seguramente la dictadura militar signifique algo más que un trágico episodio de la historia contemporánea argentina, ya que el día de su nacimiento coincide con otro día que quedará para siempre en la memoria: el 24 de marzo de 1976.
Pero lejos de tratarse de una autobiografía o experiencia personal, este film basado en la novela “Ciencias Morales” de Martín Kohan (ganadora del premio Herralde de novela en el 2007) utiliza como trasfondo la última etapa de la dictadura militar en los días previos a la declaración de guerra de las islas Malvinas, para bucear desde los intersticios del Colegio Nacional de Buenos Aires como microcosmos en donde se hacen visibles los mecanismos de poder y la verticalidad de la educación de aquellos años desde el punto de vista de una preceptora, sumisa, represiva y obsecuente, encarnada maravillosamente por Julieta Zylberberg.
Sin embargo, esa es sólo una de las capas que atraviesan la trama compleja elaborada por Lerman bajo las coordenadas de un guión -coescrito junto a María Meira- para adaptar la novela al lenguaje cinematográfico y dotarla de sentido e identidad propia; con un punto de vista que obedece exclusivamente al personaje y otro que encuentra en la distancia justa de la cámara -para no juzgar- una descripción casi intuitiva de un modelo de pensamiento único, de cuyos tentáculos el ámbito educativo conforma la síntesis perfecta.
Si hay algo que prevalece en el relato es la idea conceptual de tomar lo micro para reflejar lo macro, o mejor dicho de exponer la parte por el todo, fiel a la figura de la metonimia cinematográfica. Para ello el director de Tan de repente se vale de detalles y elementos significativos (minuciosa reconstrucción de los 80 desde el vestuario, una disqueria llamada Deja vu que tiene entre sus discos el de Argetinísima, por citar un ejemplo) que construyen acabadamente el clima, la atmósfera y el ámbito en donde se desarrolla dramáticamente una historia que bajo una aparente transparencia se tiñe de grises y oscuros en plena correspondencia con sus dos personajes centrales: María Teresa (Julieta Zylberberg) y el Sr. Biasutto (soberbia actuación de Osmar Núñez), quedando los alumnos como simples objetos dentro del entorno del claustro académico. A eso se debe sumar el uso inteligente del fuera de campo para contextualizar de forma más concreta el período histórico en el que se precipitan los hechos.
Circunspecta en su andar, con el pelo recogido e impecable vestuario, María Teresa transmite hacia afuera un aire de superioridad ante el alumnado que en realidad oculta su complejo de inferioridad al pertenecer a una clase social de menor status, más allá de la sensación de extrañamiento permanente que la asemeja -intertextualmente- con el personaje que encarnaba Julio Chávez en El Custodio. Igual que aquel hombre gris e impredecible, ella intenta ganarse la confianza de su superior, el señor Biasutto, alertándolo sobre posibles alumnos indisciplinados que fuman dentro del Colegio violando una de las normas. Así, bajo ese pretexto de la vigilancia a escondidas detrás de la puerta del baño de hombres, María Teresa experimenta la impunidad del voyeur y encuentra en ese acto que en principio la rebaja como persona el placer y la excitación provocados por los cuerpos que observa sin ser observada. Algo similar le ocurría al personaje de La profesora de piano cuando concurría a sex shops nocturnos donde proyectaban películas pornográficas, además de compartir otra particularidad con María Teresa: ambas vivían con su madre.
No obstante, como parte de un engranaje de un sistema rígido y perverso; como una pieza más de una estructura de poder que es apenas el reflejo de otra mucho más grande y perniciosa, donde la sola presencia de un ojo que lo ve todo (el famoso panóptico del que hablaba Foucault) es nada más que una muestra del control, la obediencia debida que define la conducta de la protagonista se transforma en un arma de doble filo que paulatinamente la irá convirtiendo en un ser oscuro en el que se proyecta la oscuridad (valga la redundancia) de su superior, así como la de un modelo de pensamiento donde tener voluntad propia se vuelve riesgoso y perjudicial para el propio sostén de la estructura de poder.
Pareciera que Diego Lerman encuentra un particular atractivo en reflejar los mundos femeninos en su intimidad, tal como ocurre con sus dos películas anteriores donde son las mujeres las que accionan y experimentan los cambios; las que buscan identidad o un lugar padeciendo esa inexorable soledad de la no pertenencia o, en su etapa terminal, las que estallan violentamente frente a una situación límite, como en el caso de la empleada doméstica de Mientras tanto que termina acuchillando al perro que ensucia la cocina.
En el caso de La mirada invisible la mugre o suciedad aparece como un espejo deformante de la doble moral encarnizada en el discurso poco convincente de un siniestro jefe de preceptores, quien asocia como ejemplo para adoctrinar a su aprendiz el acto de fumar con un posible brote subversivo en las postrimerías de la decadencia del régimen militar a la que se contrapone sutilmente el espíritu de rebeldía del alumnado que no acata normas para darle un freno.
La de Diego Lerman es simplemente una mirada lúcida, nueva y vigente, que se atreve a remover con contundencia el tejido más minúsculo que recubre al totalitarismo como una semilla podrida que todavía muchos insisten en seguir sembrando y riegan con retórica vacía: los mismos que seguramente tildarán a este film de subversivo por no tener la mínima capacidad intelectual para mirar por el ojo de la cerradura o por debajo de la puerta como María Teresa.
Título: La mirada invisible.
Título Original: Idem.
Dirección: Diego Lerman.
Intérpretes: Julieta Zylberberg, Osmar Nuñez, Ailin Salas, Marta Lubos, Gaby Ferrero, Anita Co, Diego Vegezzi, Pablo Sigal, Jorge García Marino, Vanina Montes, Daniel Patera, Magdalena Capobianco.
Género: Drama. Clasificación: Apta mayores de 16 años. Duración: 97 minutos.
Origen: Argentina/ Francia/ España.
Año de realización: 2010.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 19/08/2010.
Puntaje: 9 (nueve)