Las tres primeras películas de Ridley Scott le hubiesen bastado para quedar grabado a fuego en la historia del séptimo arte. Los Duelistas (1977); Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982) causaron una honda impresión a fines de los setentas y comienzos de los ochentas. Todo lo realizado a posteriori por el inglés, famoso por su afán perfeccionista, ha quedado ensombrecido por el brillo de esos títulos. La nostalgia, tan cara al espectador de cine, sólo ha magnificado el impacto de esa fabulosa tríada fílmica convirtiéndola en objeto de culto a nivel mundial. Desde un plano meramente estético Alien… quizás haya quedado un poco más rezagada que las otras (visualmente asombrosas) pero en mi opinión es la mejor de todas. Lo revolucionario del concepto en verdad era de una simpleza absoluta: trasladar al espacio la premisa de la casa tétrica que en su interior esconde un monstruo que ataca a sus ocupantes. Para la ocasión se reconvirtió la casa en una nave espacial, a las víctimas en tripulantes de una misión espacial y se cuidaron muchísimo los detalles sobre el origen del villano extraterrestre dando pie, sin saberlo en ese momento, al nacimiento de una mitología bellísima para la ciencia ficción de las últimas décadas. Luego de Star Wars no hay otra más importante. Años después llegaron las desparejas Aliens, el regreso (1986), Alien³ (1992) y Alien: Resurrección (1997) que ampliarían con excelsa imaginación ese universo fascinante concebido por Dan O’Bannon y Ronald Shusett en el filme de Scott.
A treinta y tres años de entregarnos su obra maestra, el mayor de los hermanos Scott vuelve al género que lo encumbrara con Prometeo, suerte de coletazo derivado de la saga Alien. Las expectativas depositadas en esta precuela van mucho más allá de la feroz campaña publicitaria emprendida por la Fox. Por eso duele el doble el resultado artístico: Prometeo es un fiasco no por tocar tangencialmente la mitología por todos conocida sino fundamentalmente por no haber sabido darle una coherencia a la historia que arranca en un tono filosófico/poético llamativo para ir desdibujándose de a poco. Es como si hubieran interferido los ejecutivos del estudio, más preocupados por darle a la gente lo que la gente quiere ver antes que respetar la visión de sus creadores (y estoy siendo generoso con esta teoría). La más de media hora inédita que quedó en la sala de edición tal vez aporte alguna claridad a esta inquietud al editarse el Director’s Cut en DVD. Por lo pronto es una pena que no se tomó el material con la seriedad que el proyecto merecía.
Después de la experiencia con Lost cada vez que leo el nombre de Damon Lindelof en la ficha técnica de alguna película francamente me pongo a temblar. El tipo arruinó (o ayudó a arruinar) una de las más fantásticas series que hayan existido jamás y me temo que ha hecho lo mismo con Prometeo (Jon Spaiths es el otro guionista copartícipe del delito). Lindelof sigue con la fórmula implementada en Lost: sembrar intrigas y acumular misterios que a la larga nunca se resuelven o lo hacen de manera insatisfactoria. Es evidente que al hombre, a quien respeto porque es un talento para atrapar incautos y domina indudablemente su métier, le importa más el viaje que el destino. Esto se observa con nitidez en el desastroso tercer acto de Prometeo, que anuda como puede todas las puntas argumentales que se fueron presentando y deja abierto el desenlace para la llegada de la secuela que se rumorea podría llamarse Paradise. Si se tomaran apuntes de todas las inconsistencias del guion podríamos escribir un libro. No son cuatro o cinco cositas sueltas por lo que es imposible dejarlas pasar. Si más allá de estos defectos la trama tuviera garra, escenas de acción y/o suspenso o al menos UNA secuencia que quede en el recuerdo podríamos negociar algo de piedad. Ni siquiera los personajes dan la talla en esta inflada producción que tampoco se destaca por la dirección de Ridley Scott. ¿Apenas una puesta en escena elegante y llevada a cabo con buen gusto? ¿Adónde quedó el genio con ínfulas de Kubrick? Si alguien lo sabe que me avise.
El inquietante y hermético prólogo de Prometeo, lleno de imágenes suntuosas y paisajes de ensueño, debió prender una luz de alarma en nuestro cerebro pero por desgracia no lo hizo. Nos arrastraron de las narices a lo largo de toda la historia, como el burro que sigue la zanahoria, con la promesa de que la respuesta a la intriga planteada capa tras capa cubriría todas las necesidades del público. Una vez más ha quedado expuesto que detrás de todo el aparato de producción hollywoodense las películas requieren de un tratamiento y esmero artesanal para que den en el blanco. Caso contrario tenemos sólo una megaproducción a la que le sobra plata pero le faltan ideas, ingenio y una visión rectora que cohesione todos los elementos puestos en juego. A las pruebas me remito: Ridley Scott ya no está para estos trotes.
Título: Prometeo.
Título Original: Prometheus.
Dirección: Ridley Scott.
Intérpretes: Noomi Rapace, Michael Fassbender, Idris Elba, Charlize Theron, Guy Pearce, Logan Marshall-Green, Benedict Wong, Kate Dickie y Sean Harris.
Género: Acción, Horror, Sci-fi, Precuela.
Clasificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 124 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2012.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 14/06/2012.
Puntaje: 4 (cuatro)
El staff opinó:
–Tanto prometía Prometeo que finalmente defrauda a pesar de los estériles intentos del director Ridley Scott por querer despejar todo contacto con el mundo Alien y su mística cuando estamos frente a una nave parecida al Nostromo; Alien parido por un humano y el terror claustrofóbico que el 3D a veces logra realzar y otras apaciguar. El problema de Prometeo es su desmedida ambición de querer alcanzar a 2001, Odisea del espacio y de dejar en manos de uno de los guionistas más aplaudidos y repudiados por Lost un relato de pretensiones metafísicas que parte de tantos interrogantes como de ideas que no llegan siquiera a esbozar una respuesta coherente e inteligente. Superando este escollo, el mérito de Scott recae en el apartado visual y en entregar un relato que no pierde ritmo, tensiona, fluye -en el buen sentido- pero que se cae a pedazos a la hora de resoluciones facilistas e incluso desafía la paciencia de los fanáticos de la saga del monstruo espacial.- Pablo Arahuete (6 puntos)
–Siendo la obra del realizador de dos clásicos, el resultado es decididamente frustrante. La frustración, sin embargo, no está dada por la grandeza de las primeras, sino por las malas decisiones de esta última. La película tiene un ritmo respetable y entretiene livianamente. El problema no está allí, no se trata de una torpeza en el ritmo o por la falta de agilidad en la acción, sino de una decidida metida de pata en la estructura misma del relato. Más allá de las preferencias de cada quien sobre las distintas versiones que la ciencia ficción potencialmente permite, a mi gusto, aquella que versa sobre el determinismo de la humanidad a partir de una raza de seres superiores que nos ha creado, está más cerca de la metafísica religiosa que de una auténtica reflexión sobre los límites de lo humano, y sus condiciones de autoproducción. Dejando ese aspecto de lado, pues -repito- es una mera preferencia personal que no merece mayor atención, el primer problema es la gratuidad con que se presentan en la película el personaje de Charlize Theron, y el resto de la tripulación, incluido el marido de la protagonista, cuya razón de ser no se explica, no se entiende, ni se justifica en ningún momento del film. Hubiera alcanzado con que estén la mujer y el androide solamente, y nada se hubiera perdido. Por otra parte, hacia el final del relato hay un cambio en la historia (de los ingenieros que nos han creado a esta raza de seres monstruosos que han querido nuestra muerte) sin solución de continuidad, sin que medie algún tipo de explicación o justificación, que bien hubiera ameritado alguna reflexión sesuda sobre ese aspecto, alrededor del final de la película.- Juan Samaja (6 puntos)