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jueves, 21 noviembre 2024
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El décimo infierno: ¿Dónde está el verdadero averno?

Por Julio Nakamurakare

Existe toda una serie de reglas y convenciones difíciles de evitar en ciertos géneros literarios o fílmicos, pero no es cuestión de atenerse a ellas hasta convertirlas en clichés. A modo de ejemplo, resulta difícil imaginarse un policial negro o “hard boiled” sin días calurosos, sofocantes, sin un detective casi en la ruina que acepta un encargo de una damisela en apuros.

Basta con pensar en Dashiel Hammett o en Bogart para hacerse una idea.

La película argentina El Décimo Infierno (el debut como director del escritor Mempo Giardinelli) adhiere a todas estas premisas con fervor casi religioso, con entusiasmo encomiable, casi, a nivel formal, pero no en cuanto a desarrollo de contenido.

La asfixiante temperatura de una ciudad como San Francisco se traslada a Resistencia, la capital de Chaco. Resistencia, según explica el narrador en primera persona y con la voz en off (¿podría ser de otro modo, acaso?), tiene unos cuantos puntos en común con Peyton Place, la emblemática serie de comienzos de los años 60, cuando la televisión era en blanco y negro pero los odios y tramas diabólicos de un infierno grande son los mismos de hoy.

Al igual que en Peyton Place (La Caldera del Diablo, para los memoriosos), en Resistencia también hay algo a punto de estallar en cualquier momento.

No es el calor, no es la agobiante rutina, sino el insoportable peso de la impunidad y el engaño, indispensables para sobrevivir en un entorno necesariamente corrupto y plagado de amiguismos y traiciones.

La estructura modular del film noir puede pecar de repetitiva hasta lo remanido, pero la fórmula funciona cuando la narrativa señala la naturaleza amoral de la humanidad toda; la decadencia de las clases medias acomodadas, cuando no ricas; y el tedio que se convierte en una trampa mortal.

Es obvio que Giardinelli tuvo todo esto en mente al escribir y filmar El Décimo Infierno, pero la película se transforma en un presuntuoso descenso a ese infierno urbano tan bien descripto por la novela negra. Si bien el filme respeta las reglas del género desde el comienzo, con una cuidadosa recreación visual de elementos infaltables como una hastiada femme fatale, un detective o un hombre común decidido a escapar de ese infierno cotidiano, el chirrido del encendido de un cigarrillo, la música bluseada y hasta un fragmento de “My Funny Valentine”, el asfalto hirviendo, la noche que se cierne sobre los protagonistas, y luces de neón, muchas luces de letreros de neón.

En ese averno llamado Resistencia hay un hombre de mediana edad, respetable emprendedor inmobiliario, que ostenta el poco llamativo nombre de Antonio Romero (Patricio Contreras). Romero se mueve, como lo ha hecho toda la vida, casi como un autómata, pero en su mente no dejan de girar las analogías y comparaciones con Peyton Place y con todo lo que representa esa sociedad hipócrita en la cual se ve reflejado.

Alfredo (Guillermo Somogyi) es el socio y mejor amigo de Romero. Su esposa, Griselda (Aymará Rovera) y Romero son amantes. Alfredo lo sabe, pero sigue jugando el juego de la hipocresía. No existen motivos aparentes para quebrar esta monótona armonía, pero algo dispara la locura y una serie de homicidios, todos a sangre fría y con la precisión de un asesino profesional.

Hay autos, muchos. Dólares, todo un maletín, como para emprender la huida hacia la frontera y cruzar a Paraguay. El Décimo Infierno se mueve en este territorio y no ahorra ningún cliché -una tórrida escena íntima en un motel, una discusión en el camino, y la sospecha latente de una traición.

Si bien todos los elementos que hacen a un hard-boiled están presentes en El Décimo Infierno, la película apenas cumple con una fracción de dichas premisas. Romero enuncia el mensaje subyacente del noir, pero sus palabras nunca se materializan de modo convincente. Es más, se requiere una gran dosis de credulidad para aceptar, sin más, la huida de Romero y Griselda, armados y dispuestos a todo en el sopor subtropical. Durante todo el trayecto hasta el presumible final, Romero sigue dándole vuelta a los mismos dilemas morales, pero no se da cuenta de que él y su amante y cómplice se hunden en un abismo del que ya no es posible escapar.

Son habitantes del décimo infierno, después de todo.

Título: El décimo infierno.
Título original: Idem.
Dirección: Mempo Giardinelli y Juan Pablo Méndez Restrepo.
Intérpretes: Patricio Contreras, Aymará Rovera, Guillermo Somogyi, Rubén Leyes, Ana Paula Ayala y Atilio Clavo Fanti.
Género: Drama, Film noir.
Calificación: Apta mayores de 16 años, con reservas.
Duración: 92 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2011.
Distribuidora: Aura Films.
Fecha de estreno: 06/12/2012.

Puntaje: 5 (cinco)

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