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domingo, 24 noviembre 2024
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Amour: La vida y nada más

Por Francisco Nieto (desde España) para Cinefreaks

Los que somos devotos confesos del realizador austríaco Michael Haneke esperamos el estreno de cada una de sus producciones como auténticos regalos que nos desperezan de esa auténtica pesadilla que martillea nuestra cabeza a base de blockbuster norteamericano semanal.

Un título tan conciso y clarificador como Amour ya nos predispone a ver algo diferente, y desde luego después de su visionado podemos afirmar que así es. De entrada su premisa argumental puede no alentar al espectador medio a acudir a la sala: George y Anne, ochenta cumplidos, son dos profesores de música clásica, jubilados, que viven en París. Su hija también se dedica a la música y vive en Londres con su marido británico. Un día Anne sufre un infarto cerebral. Al volver del hospital, un lado de su cuerpo está paralizado.

El amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá entonces puesto a prueba.

Así como la cultura asiática tiene asumida la muerte como parte intrínseca de la propia vida, la sociedad europea suele aparcarla y obviarla. Nadie piensa que nuestro paso por la Tierra es mucho más efímero de lo que nos gustaría e intentamos sobre todo no reflexionar frente a algo que está a la vuelta de la esquina.

Haneke mira a la parca de frente y nos enseña con una pulcritud y elegancia sin par el deterioro de una persona enferma que se va consumiendo paulatinamente.

El director de obras maestras como La cinta blanca o Funny Games no escatima a la hora de ahorrarnos el sufrimiento; de observar de forma casi entomológica como la protagonista se va apagando progresivamente. Todo ello nos lleva a reflexionar sobre conceptos como el amor y la muerte, que nunca estuvieron tan unidos en un relato fílmico como en esta auténtica maravilla.

A todo ello contribuye de forma significativa la gran actuación de la pareja protagonista, unos Jean Louis Trintignant (felizmente recuperado para el cine) y Emmanuelle Riva (nominada con todo merecimiento como mejor actriz en la próxima edición de los Oscars de Hollywood), quienes ofrecen todo un recital en cuanto a contención y emotividad. ambos saben insuflar a sus cansados personajes toda la magnificencia de quienes han constituido grandes intérpretes a lo largo de sus longevas carreras cinematográficas. Sus silencios valen muchísimo más que el estruendo al que estamos acostumbrados, y sus diálogos, tan breves como afilados, alcanzan un grado de plenitud muy difícil de encontrar hoy en día.

No sabemos si Michael Haneke habrá alcanzado el grado de plenitud en su último trabajo, pero si no es así desde luego se le acerca bastante. Aquí hallamos una violencia contenida, no tan explícita como en otros títulos del director pero no por ello lo que nos explica deja de ser menos aterrador.

La muerte en vida es mucho más cruel que la propia muerte en sí, y toda la milimétrica puesta en escena desemboca en un trágico final que, no por previsible (ya se desvela desde las primeras imágenes) deja de sorprendernos y acongojarnos.

Con Amour estamos ante una obra que trasciende; una película que tiene la capacidad de llegar al alma de las personas. ¿Hasta qué punto puede llegar a soportar el ser humano su propia dignidad? ¿Es lícito que respetemos los últimos momentos de vida de una persona en su propia intimidad o debemos luchar hasta el último instante por mantenerla con vida? ¿Hasta dónde puede llegar la crudeza y el dolor por la pérdida del ser querido?

Estas y otras tantas preguntas se plantean a lo largo del exiguo y ajustado metraje. Después se podrán vislumbrar metáforas varias y dobles sentidos, que para eso existen los sesudos y relamidos críticos, pero si vamos a la esencia de la narración encontraremos mucha verdad en lo que se nos cuenta. Michael Haneke es sin dudas uno de los creadores fundamentales del cine contemporáneo, quien ha sabido llevar a cabo una relectura perfecta de clásicos como Bergman o incluso el mismísimo Charles Chaplin para ofrecernos una auténtica lección de cine que no debería pasar desapercibida para todas aquellas personas que amamos el séptimo arte y la vida.

Título: Amour.
Título Original: Idem.
Dirección: Michael Haneke.
Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, William Shimell, Ramón Agirre, Rita Blanco, Alexandre Tharaud, Laurent Capelluto, Carole Franck, Dinara Drukarova.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 127 minutos.
Origen: Austria.
Año de realización: 2012.
Distribuidora: CDI Films.
Fecha de Estreno: 21/02/2013.

Puntaje: 9 (nueve)

El staff opinó:

Cabe aclarar de antemano que el estreno de este nuevo opus del director Michael Haneke, Amour, sorpresivamente tenido en cuenta por la Academia como mejor película no hablada en inglés y también como mejor película, suscitará todo tipo de polémicas y abrirá falsos debates sobre los límites de la crueldad en el cine, con detractores que tildarán al director de La cinta blanca como oportunista y provocador profesional y otros defensores de su honestidad y coherencia a lo largo de una trayectoria, que más allá de los premios internacionales y el reconocimiento de la crítica, mantiene un grado intacto de estilo ascético, filosofía profunda y enorme conocimiento de la condición humana sin tapujos, ni concesiones o alivios moralizantes como siempre se pretende desde las huestes de Hollywood y su doble discurso constante.

Se bastardea tanto el término arte en cine que cuando surge un verdadero artista como Haneke, quien más allá de sus intenciones como cineasta consigue integrar estética, pensamiento, narración, en un discurso poderoso no en términos visuales sino conceptuales, se cae en la obviedad de analizar sus intenciones a partir de lo que se ve cuando en realidad se debería partir desde lo que se oculta o no se revela.

Amour es una película sobre el deterioro del amor de una pareja de ancianos interpretados por los geniales Jean-Louis Trintignant en el rol de Georges y la nominada Emmanuelle Riva en el papel de Anne.

El progresivo extrañamiento, las etapas de ausencia y el no reconocimiento de su esposo se prolongan en el tiempo en que transcurre entre silencios, tiempos muertos, actos de cuidado, desprecio, cansancio, dolor, angustia, impotencia, culpa y emociones contradictorias arraigadas a lo más profundo de los sentimientos en un in crescendo dramático donde Haneke no especula un segundo con el atajo moralista para mostrar de manera descarnada hasta dónde puede manifestarse el egoísmo o la bondad entendida desde la empatía con el sufrimiento ajeno.

Lo mejor que le podría ocurrir a Amour y a Haneke es no ganar el óscar como mejor película y sí como película extranjera porque la calidad de sus competidoras salvo la chilena deja bastante que desear.Pablo E. Arahuete (9 puntos)

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