Por Marisa Cariolo
La saga de El Hobbit, basada en los manuscritos de Tolkien, parte de un hecho que es insoslayable: se trata de una versión cinematográfica de una obra literaria que no es extensa, hasta incluso su adaptación a la gran pantalla en un sólo film hubiera sido excesiva. Por lo que dividir esta obra en tres entregas y más aún cuando cada una de ellas supera el metraje promedio requiere de una gran maestría narrativa para que el producto final no sea demasiado kilométrico y por sobre todo aburrido.
La primera entrega, El Hobbit: Un viaje inesperado (2012), tuvo presente justamente este elemento: el alargamiento de las escenas fue tan notorio que por momentos volvía el relato carente de ritmo y aletargado, pero esto se veía compensado por el preciosismo de las imágenes y las actuaciones de los protagonistas (sobre todo la de Martin Freeman en una perfecta interpretación de ese complejo personaje, mezcla de torpeza y heroísmo latente, que es Bilbo).
En esta nueva aventura el intencional alargamiento de la historia original se hace menos palpable y si bien existen momentos donde el relato se vuelve algo más moroso estos son compensados con escenas de acción tan bien logradas que hacen que el espectador se sienta sumergido en ellas (particularmente una escena que transcurre en un río y con barriles logrará que el espectador se sienta parte de esa banda de enanos aventureros).
Bilbo se embarcará en una épica aventura por la Tierra Media en la cual rodeado de otros enanos tratará de recuperar el reino perdido custodiado por el maléfico dragón Smaug (con la impactante voz de Benedict Cumberbatch). En el camino a su objetivo final deberán cruzarse con las más diversas y terribles amenazas: bosques con arañas gigantes; grupos de orcos que pugnarán por darle muerte y también interactuarán con elfos que los apresarán en su castillo. Legolas volverá a ser parte de la épica travesía pero esta vez no estará solo sino que en compañía por Tauriel (una convincente Evangeline Lilly) quien con este personaje se convierte en una de las heroínas cinematográficas más interesantes de este año que termina.
Así, la obra transita por paisajes donde el artificio digital logra crear un universo entrañable y encantador como pocas veces se ha visto, puesto al servicio de una narrativa que no decae y que nos regala el espíritu épico y aventurero que Tolkien retrató en su obra que ya es un clásico de la literatura de aventuras y fantasía.
Sin lugar a dudas, la saga de El Hobbit no llegará a instalarse en el imaginario cinéfilo de la misma forma que lo hiciera El Señor de los anillos, pero esta segunda entrega muestra un interesante avance con respecto a su predecesora. Peter Jackson hace lo que mejor sabe hacer: contar historias fantásticas, con una contundencia visual pocas veces vista y que va imponiéndose como una marca personal distintiva.
Título: El Hobbit: La desolación de Smaug.
Título Original: The Hobbit: The Desolation of Smaug.
Dirección: Peter Jackson.
Intérpretes: Martin Freeman, Richard Armitage, Ian McKellen, Aidan Turner, Luke Evans, Evangeline Lilly, Ken Stott, Orlando Bloom y muchos otros.
Género: Fantasía, Aventuras, Acción, Precuela.
Clasificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 161 minutos.
Origen: Nueva Zelanda/ EE.UU.
Año de realización: 2013.
Distribuidora: Warner.
Fecha de Estreno: 12/12/2013.
Puntaje: 7 (siete)