Por @PabloArahuete
Pablo E. Arahuete: – En esta oportunidad coexisten tanto el formato 16 mm. como el Súper 8 en esta fragmentación de imágenes ¿Cuál fue el criterio desde el punto de vista estético o narrativo para definir estos territorios y cambios de texturas en la imagen?
Gustavo Fontán: – Está vinculado a la idea de tiempo. El tiempo del relato lo pensamos como un devenir desligado de la cronología, una deriva por distintos tiempos donde los límites entre pasado y presente son difusos. Esta deriva no estaba para nosotros en el argumento sino en los propios materiales. Partimos de un archivo muy viejo, algunas imágenes en 16 mm bastante dañadas, imágenes de la zona donde trabajamos, y la idea fue filmar con materiales que se distancien lentamente de ese núcleo. Es decir, no nos interesaba la distinción tajante presente- pasado, digital color-archivo blanco y negro, sino deslizamientos de un soporte a otro para configurar ese nuevo tiempo. Los materiales, su ser materia, permiten que esa deriva esté en la percepción y no en el argumento.
P.E.A.: – Un aspecto que me llamó la atención es la ausencia de diálogo aunque no así de sonidos o susurros ¿A qué se debe esa ausencia de las palabras?
Gustavo Fontán: – El sonido estuvo pensado con la misma clave poética. La presencia del hombre repone el mundo, otros tiempos que confluyen en ese nuevo presente. Los sonidos vienen y dicen desde su propio devenir, desde su posibilidad de configurar mundo, y no vienen conjuntamente con la imagen, a veces sí, a veces no. Y la palabra, en ese universo sonoro, era un sonido más, murmullo que reside en ese ámbito, y viene desde todos los tiempos.
P.E.A.: – El título de la película por supuesto habilita diferentes conjeturas por eso quería preguntarte si de alguna forma tuviste la intención de ponerle El rostro para evocar alguna imagen que se conectara con aquellas cosas que no se ven.
Gustavo Fontán: – No tengo una explicación única para el título o, en todo caso, no quisiera reducirlo a una definición. Es buena tu lectura, me gusta: el rostro es la expresividad de una cara, lo que se ve y lo que queda sugerido.
P.E.A.: – ¿Qué significa para vos la presencia del río que nunca deja de aparecer en esta película, inclusive su sonido en los créditos finales?
Gustavo Fontán: – En principio la película construye una subjetividad vinculada al personaje que llega. Llegamos con él y percibimos con él. Pero lentamente, esa subjetividad se desplaza y se amplifica, pasamos de una idea psicológica de subjetividad a una idea cosmológica. Es ese ámbito, ese encuentro especial entre el hombre-el río- los animales, el que la película intenta reconstruir. El río es omnipresente, lleva y trae. Se habita de una manera particular, se habita de una manera y no de otra. Un día, nuestra guía nos señaló la punta de la isla y nos dijo que allí faltaban tres sauces. No pude recordar cómo era la punta de la isla antes de que el río se la llevara junto con los sauces, pero para Maldonado era evidente. El río está ahí, en constante movimiento. Da y quita.
P.E.A.: – ¿Cómo nace y desde que motivación una película para Gustavo Fontán?
Gustavo Fontán: – Siempre en una necesidad de indagar el mundo. Estoy convencido de que el arte, una película en este caso, es un acto de conocimiento para los que la hacen y para los que la ven. No hablo del Saber, sino de esos saberes minúsculos, insignificantes, que cada tanto le robamos a la realidad.