Por Juan Alfonso Samaja
Tres amigos disgustados con su vida y situación económica pretenden realizar una película sin ningún tipo de preparación o conocimiento en la materia. La estrategia: una producción de bajo presupuesto con una gran estrella que les garantice el éxito de taquilla. Uno de los amigos tiene un conocido que dice conocer a Darín, y les consigue el teléfono del actor. Después de varios intentos, Darín accede a una reunión, y ya en la mesa los amigos advierten que Darín está convencido de que uno de ellos es el hijo de un viejo amigo de su infancia. Los amigos lo convencen de que tienen un argumento sólido e ideas claras, e incluso la colaboración actoral de la muchacha del bar que los atiende, de la cual Darín ha manifestado notable entusiasmo hormonal. Darín termina aceptando participar en el proyecto, pero pronto comenzará a descubrir la ineptitud de los realizadores/productores, aunque será demasiado tarde: Darín muere accidentalmente en el rodaje. Los amigos deciden deshacerse del cuerpo y esperar unos días hasta que todo se normalice, convencidos de que en pocos días nadie recordará el asunto. Por el contrario, la enigmática ausencia del primer actor argentino se torna cuestión de Estado y el caos se desata en la Argentina. Los amigos hacen su último intento de zafar de la situación, empleando el poco material que han filmado con el actor para editarlo de modo tal que parezca que Darín, hastiado de todo ha huido y no quiere que lo busquen. Sin embargo, rápidamente se devela el fraude, y se baraja la hipótesis de que el actor ha sido secuestrado, y su vida corre peligro.
Crítica
Una excelente propuesta y con muy buenos momentos cómicos de extremada simpleza y con economía de recursos. Lamentablemente los realizadores no han sabido darle un desenlace a la altura del conflicto que han planteado. El final es una suspensión del relato en el momento en que los amigos son perseguidos por (aparentemente, aunque no se ve) una turba enfurecida.
A pesar del notable y prometedor comienzo y desarrollo del film, el argumento adolece de dos fallas estructurales: debilitamiento de la intensidad en la fuerza dramática que supone el incremento de la ineptitud hasta el paroxismo del absurdo cómico, debido a una mala distribución de la información; y una ausencia de conclusividad de los componentes, que lleva a que toda la energía que se ha manifestado en el film no puede canalizarse hacia ninguna dirección posible, y quede como flotando en el aire sin efecto. En verdad son dos dimensiones de una misma falla, como trataremos de mostrar.
El primer problema lo constituye la primera secuencia del film en donde se devela la situación caótica en la que la Argentina se ve envuelta, es decir, ya desde el comienzo el espectador está anoticiado del clímax del film. Este recurso, casi nunca eficiente, sólo tiene sentido si al llegar al desenlace, se agrega algo más que complementa, contradice o desvía el sentido inicialmente propuesto. Pero nada de esto ocurre, y simplemente el espectador vuelve a mirar dos veces lo que se le había mostrado en la escena del comienzo.
El segundo problema es la ausencia de conclusividad. El relato opera con dos conflictos sucesivos: 1) los problemas del rodaje (vinculados exclusivamente al conflicto cómico) en donde se desplegarán todas las inadecuaciones posibles y situaciones absurdas a las que Darín debe prestarse con hidalguía, hasta terminar siendo parte misma de su caricatura; 2) los problemas que se derivan del accidente fatal (¿qué se hace con el cuerpo? ¿cómo se esconden una vez que se ha deshecho del cuerpo?) que terminan desencadenando esa especie de apocalipsis grotesco a nivel continental. El desenlace del primer conflicto sucede alla rustica, como las viejas películas cómicas donde el actor productor del desorden era perseguido y castigado a patadas en el culo por los miembros de la sociedad, cuyo desorden los ha afectado singularmente. Este modo pre-institucional de dar finalizar un relato, propio de las tradiciones del vaudeville y del burlesque, cayó en desuso hacia las fases institucionalizadas, donde los realizadores comenzaron a intentar cierres más orgánicos y menos abruptos (Cfr. los primeros cortometrajes de Chaplin de 1914, y las producciones de 1915 en adelante, y sobre todo los largometrajes del gran Charlot). El segundo conflicto, en cambio, queda inconcluso y en suspenso, fagocitado por el desenlace del primer conflicto. El problema de esta estrategia, a mi criterio, es que el desenlace no agrega ni aporta nada significativo que el espectador no sepa, pues el final se le ha anticipado en la primera escena (respecto de la cual todo el resto del film constituye un caso de flashback). De allí que el primer problema y el último constituyan una misma debilidad estructural: el primero anticipa la debilidad, y el segundo, la confirma, al no haberle contrapuesto ningún otro elemento compensador.
Creo que el doble conflicto en sí no es un problema, y probablemente la muerte accidental de Darín simplemente constituye el clímax lógico de un paroxismo de la idiotez a la que el actor se somete. A mi juicio, el exceso del caos y la violencia en las calles han impedido reflexionar sobre algunas alternativas más orgánicas y efectivas: el encarcelamiento de los 3 amigos, con una última escena de sus vidas en la cárcel, imaginando nuevas ideas delirantes para ese contexto; o bien, un desenlace cíclico, es decir, pudiendo salir de la situación, reintentándola nuevamente (algo de lo cual queda esbozado en la última escena de la película con la aparición de Diego Torres, quien -como Darín- confunde a uno de los amigos con otra persona.
Título: Delirium.
Título original: Idem.
Dirección: Carlos Kaimakamian Carrau.
Intérpretes: Ricardo Darín, Miguel Di Lemme, Ramiro Archain, Emiliano Carrazzone, Susana Gimenez, Diego Torres, Germán Paoloski, Matías Martin y Elizabeth Vernaci.
Género: Comedia.
Calificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 85 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2014.
Distribuidora: UIP.
Fecha de estreno: 02/10/2014.
Puntaje: 7 (siete)