Por Juan Samaja
La historia continua el film anterior (Divergente) en donde se relata un mundo distópico en el cual luego de una gran guerra y caos, ha podido retornar la paz a condición de una reorganización abusiva y totalitaria en base al sistema de Facciones. Las Facciones son clanes distinguidos entre sí por una especie de tótem, que la cualidad propia del grupo y una especie de predisposición espontánea de los integrantes (Concordia, Erudición, Verdad, Abnegación, Osadía). El conflicto se ha desatado en la primera película cuando una de estos clanes (Erudición) ha llegado al poder por medio de un golpe de estado y derrocado a Abnegación, matando a sus líderes.
Crítica
La película forma parte de este tipo de relatos distópicos contemporáneos cuya narración tematiza la misión de un adolescente inconformista que tiene a su cargo enfrentar a una sociedad totalitaria y represora, cuya idea del orden social es la aniquilación de las voluntades y libertades individuales. Se trata de un mundo diegético diseñado para el adolescente y desde la lógica de un adolescente. Las castas o clanes se imponen como proyectos de vida que la sociedad dictamina para ellos, caminos ya cerrados, tradicionales e incuestionables, como acaso la Familia, la Sexualidad, un respeto no recíproco a las instituciones y a los gobernantes.
Desde el punto de vista de la trama, la principal debilidad es el achatamiento de las posiciones en conflicto, el maniqueísmo y la absolutización de los valores entre las facciones extremas (Abnegación y Erudición), cuya principal consecuencia es una merma del potencial dramático de la propuesta. Pero del modo en que está realizada la película, los integrantes de Erudición se nos presenta como técnico-burócratas sin pasión, sin corazón, casi automatizados (deshumanizados), llegando al extremo de asesinos impiadosos, mientras que los integrantes de Abnegación son buenos por naturaleza, etc. Esta ausencia de contradicciones en cada una de las facciones o clanes es el aspecto más endeble de la película, no tanto por la concepción e imagen de la sociedad que quiere proyectar, sino porque tal simplificación impide que el conflicto dramático que se propone alcance las dimensiones épicas que pretende.
No es necesario tener una concepción realmente compleja de lo social para diseñar buenas estrategias de conflicto; las películas de acción norteamericanas generalmente se las han ingeniado muy bien, y lo siguen haciendo, porque no ponen el acento en el contenido de la trama, sino en la forma de las acciones, las persecuciones y otros atractivos que permiten operar con una trama más que elemental. En la mayoría de los casos, este tipo de películas de acción “eficaces” confrontan dos órdenes inconmensurables, donde alguien desde fuera del orden propio pretende tomar algo nuestro y destruirnos. Dado que ese “otro” es un extraño total, no es posible identificarse con él en ningún aspecto posible, y lo único que el relato hace entonces es desarrollar la confrontación por medio de las acciones y el montaje.
El film que nos ocupa no hace esto. En primer lugar, el concepto de “extraño total” u “otro” no existe, lo que sí hay en su defecto son enfrentamientos entre iguales. En segundo lugar, el film no opera con la lógica de confrontación por medio de las acciones, pues de hecho (y sobre todo esta segunda entrega) se entretiene en mostrarnos la espectacularidad de los efectos visuales en las escenas de simulación. Cada una de estas escenas, que son prácticamente los únicos momentos de “acción” se preocupa especialmente de desdramatizar el conflicto, pues en dichas situaciones de supuesto peligro, el personaje está prácticamente solo, frente a adversidades completamente abstraídas, y cuando hay otro personaje, este último no es un oponente (el caso de la madre o el propio Four).
En síntesis: para una propuesta que pretende centrarse en los contenidos de la trama, el núcleo dramático es bastante endeble y pobre en sus caracterizaciones de los elementos potencialmente dramáticos; para ser un relato centrado en la acción, huye de toda confrontación física entre los oponentes, o las reduce al mínimo para regodearse en la espectacularidad de la imagen, con lo cual lo único que consigue es detener el impulso rítmico del film.
Desde el punto de vista del mensaje del film, tampoco resulta de gran interés, sobre todo por esa oposición extrema y absurda entre “comunismo” e “individualismo”, que llevadas al extremo caen ambas en la absoluta abstracción de las relaciones sociales e individuales. La idea de que el individuo establece vínculos fuertes y significativos con lo social, que su fuerza y sus valores dependen en gran medida de esas coyunturas, no implica la ausencia de la voluntad y una actitud autómata por parte de los sujetos, como tampoco resulta creíble la noción de mesías que el film pretende imponer, según la cual, existen una serie de sujetos naturalmente líderes, naturalmente salvadores (en este caso, los divergentes) que devienen en el elemento aleccionador de una sociedad que ha perdido el rumbo.
Siendo principalmente que se trata de narraciones destinados a los adolescentes (y no se pretende otra cosa) no estaría mal que los valores que se allí se proponen y se instituyen tengan por efecto enriquecer al individuo y a la sociedad; el empobrecimiento o el debilitamiento de los lazos sociales, en función de un crecimiento individualismo, en el fondo retorna sobre el propio individuo como un empobrecimiento de sí mismo, como la presencia del sinsentido, etc.
Título: Insurgente.
Título original: Insurgent.
Dirección: Robert Schwentke.
Intérpretes: Shailene Woodley, Theo James, Ansel Elgort, Miles Teller, Naomi Watts, Maggie Q, Kate Winslet, Jai Courtney, Zoë Kravitz, Ray Stevenson y Octavia Spencer.
Género: Aventuras, Basado en novela, Sci-fi, Thriller.
Calificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 119 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2015.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de estreno: 19/03/2015.
Puntaje: 5 (cinco)