La opera prima de Guillermo Rocamora se conecta intertextualmente con algunas películas del cine uruguayo para dejar una marca personal de una cinematografía que crece y encuentra en este espacio local una buena herramienta de difusión. Por Pablo E. Arahuete
Titulo Original: Solo
Director: Guillermo Rocamora
Clasificación: ATP.
Género: Comedia, Drama
Duración: 87 minutos.
Distribuidora: Primer PLano y Sudestada Cine
Origen: Argentina, Holanda, Uruguay
Año Realización: 2013
Intérpretes: Enrique Bastos, Fabián Silva, Bartolo Aguilar, Claudia Cantero, Rita Terranova y Marilú Marini
Fecha Estreno: 02/07/2015
La critica puede contener información sobre la trama de la película (Spoilers).
Si existe o no un nuevo o –al menos- un cine uruguayo a secas, lo sabremos seguramente más adelante. Lo que es irrefutable es que un pelotón de películas, provenientes del otro lado del charco, comparte estilos y formas de presentación de sus personajes en constante conflicto con la rutina diaria, los otros y el entorno, algo que no es necesariamente lo mismo en función a espacios, lugares y personas.
Con Solo -2013-, opera prima de Guillermo Rocamora, quien fuera asistente de producción en la película Whisky, se puede encontrar una unión temática con la película Gigante, de Adrián Biniez, en primer lugar porque el protagonista se encuentra atrapado en una inercia de trabajo que lo vuelve invisible a los ojos ajenos. Algo parecido ocurría con Julio Chavez, en su papel de El Custodio, de Rodrigo Moreno: pasar desapercibido por el lugar designado. En este caso, formar parte de la banda de la Fuerza Aérea Uruguaya, como trompetista, entre tantos otros instrumentos que destacan aún más. Nelson, debut de Enrique Bastos, es un hombre de pocas palabras, no por parco sino por su acostumbramiento de sentirse solo en diferentes sentidos del término.
En su vida de pareja, abandonado -sin mediar frase alguna- por una mujer -Claudia Cantero- que le pregunta si ha cobrado; en su relación con una madre enferma -Marilú Marini-, quien machaca la idea que, a pesar de estar en la Fuerza Aérea, no es piloto, sino músico. Ella está al cuidado de una enfermera -Rita Terranova-, interés amoroso y espejo en el que Nelson prefiere verse frente a su contrastante derrota con la mujer que lo ha dejado.
Pero Nelson tiene otras aspiraciones como músico de un instrumento de viento, y mucho más desde el anhelo interno que la palabra solo connote un lugar de preponderancia, donde finalmente pueda explotar su condición de compositor e intérprete ante un público que valore su papel de trompetista, escindido del mero acompañante de una banda militar, que recorre distintos lugares con un repertorio de marchas militares y temas populares.
Guillermo Rocamora expone desde la trama la tensión entre el deseo de su protagonista y su subordinación por el rol y mucho más implícitamente por la mirada de las diferentes personas con las que interactúa. Esa travesía personal que se desarrolla con pequeños detalles que se incorporan, de manera paulatina pero constante, al derrotero de Nelson, se conecta con otra travesía que debe leerse desde un punto de vista simbólico y donde la soledad no se tiñe del mismo color, como así tampoco esa tristeza que emana en cada nota cuando Nelson toma su trompeta y la pantalla se deleita con la melancolía uruguaya, que no es igual a la argentina.
Tampoco lo es el modo de entender el costumbrismo que gira en torno a la tonalidad de Solo, la sutileza con la que surgen modismos o diálogos muy característicos del lugar, elementos que aparecen de manera tan natural como las secuencias en donde la banda de la Fuerza Aérea cobra protagonismo y todos los extras que dijeron sí a la propuesta de Rocamora se amoldan a esa difícil tarea de no actuar más allá de los límites.
Puntaje: 7 (siete).