Con su ópera prima, La utilidad de un revistero, premiada en el Festival de cine de Mar del Plata, Adriano Salgado apuesta a la ruptura de convencionalismos cinematográficos para jugar -desde una puesta de cámara, un plano fijo y dos actrices- a tensar las cuerdas del lenguaje del cine y del teatro bajo un mecanismo riguroso en la puesta en escena. En esta entrevista con el realizador indagamos con más profundidad acerca de las singularidades de un film que requiere del espectador un despojo de ansiedad, en tiempos donde todo debe ser mostrado y explicado.
Por Pablo Arahuete
Pablo E. Arahuete – Tu punto de partida tendió a abolir el montaje cinematográfico, por ende el corte entre planos, ¿Suprimiste el corte por el movimiento de objetos en la puesta en escena?
Adriano Salgado: La idea inicial combina el guión y la decisión formal de la puesta de cámara. No surge una primero, la otra llega cinco segundos después. El corte no está porque consideré que el relato no lo necesitó porque me puse el desafío de no necesitarlo ya que el proyecto ha sido diseñado con esa restricción. Esto no significa que yo me haya puesto el objetivo, un objetivo caprichoso, hay una construcción narrativa que intenta justificar esa decisión de puesta. En realidad no es una, son dos o tres. He intentado contrarrestar la quietud del plano con una serie de movimientos, que van desde los objetos que mencionás, con una utilería rotativa, con ciertos cambios de luz, de vestuario, en el sonido, en los movimientos y, sobre todo el movimiento dramático desde la relación de sus protagonistas.
Pablo E. Arahuete – ¿Cómo trabajaste con el fuera de campo?
Adriano Salgado: Utilicé mucho el fuera de campo. Me interesa narrar con el sonido y creo que no hay que andar mostrando las cosas todo el tiempo. El sonido puede contar sin la necesidad de andar redundando con la imagen.
Pablo E. Arahuete – ¿Cómo trabajaste el desplazamiento en el espacio y en el encuadre con las actrices?
Adriano Salgado: Ensayando con las actrices y con una cámara que las encuadraba; adaptando las acciones a mi encuadre, sin explicitar los límites. En algunos momentos, buscando excusas en la acción para que queden ubicadas de determinada manera. Los límites del cuadro no eran límites reales, el espacio estaba marcado pero tenían la ventaja de poder jugar dentro y fuera de la cancha porque aquí, como ocurre en el catch y a diferencia del boxeo, se puede jugar también fuera del cuadrilátero.
Pablo E. Arahuete – ¿Dejaste que las actrices improvisaran parte del texto? O ¿Todo ya estaba escrito de esa manera para que lo amoldaran a su actuación?
Adriano Salgado: El guión ya estaba escrito y era sólido. Claro que se podían modificar ciertas palabras y de hecho se fueron modificando. Hay un par de momentos puntuales en donde había más libertad pero en general se siguió el texto.
Pablo E. Arahuete – ¿Cómo se filmó ese plano único y cuánto tiempo llevó el ensayo?
Adriano Salgado: En el momento del rodaje yo no tenía mucho que hacer, sólo desearles suerte a las actrices. El trabajo ya estaba hecho y fue durante los ensayos, algo así como veinte encuentros de tres horas. El rodaje fue el momento de demostrar lo que habíamos trabajado y de conjugarlo con todo lo técnico. Se hicieron dos pasadas, dos tomas, digamos. Una por día. Nos quedamos con la segunda y siempre sucede, imposible que no ocurra, había cosas mejores y otras peores en cada toma. La segunda era sin duda la mejor, aunque es inevitable extrañar cosas de la primera toma, ya que en tanta duración no puede ganar una toma sobre otra en todos los momentos.
Pablo E. Arahuete – ¿Cuál es, según tu opinión, el valor narrativo o expresivo de los tiempos muertos en el cine?
Adriano Salgado: El valor de los tiempos muertos es total, absoluto y son sumamente necesarios. Más en estos tiempos. Los tiempos muertos son los que les dan fuerza a los otros, los que los hace creíbles y explosivos. Hoy en día muchas películas son como resúmenes de historias, y a su vez estos resúmenes vuelven a resumirse en el montaje. Vivimos en épocas en donde la ansiedad del espectador obliga a mostrar ficciones cortas, resumidas. En donde se va al punto de inmediato. Y luego al otro, y luego al otro. Entonces nos encontramos frente a una catarata de sucesos activos que terminan agobiando. Series web y Twitter, símbolos de la época en que vivimos, que influencian y contribuyen a la ansiedad de un espectador con una calidad cada vez más preocupante. En este panorama, La utilidad de un revistero propone desafíos significativos al espectador, que está cada vez menos dispuesto a ponerse a prueba.
Pablo E. Arahuete – ¿Qué convencionalismos cinematográficos considerás nocivos a la hora de contar una historia?
Adriano Salgado: Si hablamos de convencionalismos, ya en algún punto lo siento algo nocivo, al menos para lo que me interesa del cine. Uno de ellos es el corte constante, lo que comentaba anteriormente, cierto abuso de la música extra diegética para marcar sensaciones en el espectador, el sonido anticipado de la escena que viene, en fin, hay muchísimos
Pablo E. Arahuete – Desde la puesta en escena apelaste a la inversión de lenguajes entre cine y teatro, ¿Esta idea nació desde un principio cuando pensaste en la obra de teatro o después de planificar el encuadre de tu film?
Adriano Salgado: Me alegra mucho que me hagas esta pregunta, no sé cuántos espectadores se han dado cuenta de que la obra de teatro citada en la película tiene casi todas las herramientas cinematográficas de las que la película renuncia.
Sucede que el encuadre de la película estaba pensado antes de ponerme a escribir la obra y al ponerme a escribir la obra me puse a jugar con los roles de cada lenguaje.