Título: Laberinto de mentiras
Título Original: Im labyrinth des Schweigens
Dirección: Giulio Ricciarelli
Clasificación: no disponible
Duración: 124 minutos
Género: Drama, Hisotórico
Distribuidora: CDI Films
Origen: Alemania
Año Realización: 2014
Intérpretes: Alexander Fehling, André Szymanski, Friederike Becht, Johannes Krisch, Johann von Bülow, Robert Hunger-Bühler, Hansi Jochmann, Lukas Miko, Gert Voss, Tim Williams.
Fecha de estreno: 17/09/2015
Puntaje: 5 (cinco)
Por Francisco Nieto – Corresponsal España
El italiano Giulio Ricciarelli, en su primera película estrenada en Argentina, cuenta la historia poco conocida de los procesos de la República Federal Alemana contra la cúpula dirigente del partido nazi, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando terminaron los Juicios de Núremberg (efectuados entre 1945 y 1946) parecía que el mundo ya había acabado con las sentencias contra los máximos garantes del genocidio provocado por las hordas hitlerianas. Sin embargo, aún quedaba mucha leña que cortar. Entre la población germana, un número bastante alto de los antiguos asesinos se había mimetizado con los ciudadanos aparentemente normales, con el fin de olvidar y llevar una vida sin espejos retrovisores, sin condenas a sus actos criminales llevados a cabo durante la contienda bélica.
El silencio fue la norma que aplicaron los organismos institucionales en la década de los cincuenta, con respecto a los antiguos militantes de la temida Gestapo. Con esta rotunda premisa nos plantamos ante una película cuyo continente supera con creces al contenido.
La propuesta arranca con fuerza, alertando la curiosidad del espectador. Pero paulatinamente va perdiendo fuerza, que todo aquello en lo que se quiere hacer hincapié no va más allá de un fastuoso envoltorio, adornado de una correcta ambientación, una fotografía bonita, un arduo trabajo de documentación y unos protagonistas guapos y limpios. Pero todo es demasiado moderado.
Falta garra, ímpetu, y en definitiva se desperdicia una apuesta más arriesgada, sobre todo en lo que se refiere a un tema que escuece y que aquí está tratado de manera demasiado superficial. A lo mejor la idea del director era tan sólo la de que los avispados productores hollywoodienses se fijaran en la que es su ópera prima, y la dolorosa historia que nos cuenta es tan sólo una excusa para demostrar que puede realizar buenos films de género histórico, tan del gusto de los americanos.
De la quema hay que salvar, eso sí, a Alexander Fehling, quien demuestra una solvencia importante a la hora de transmitir al espectador el desasosiego provocado por su atípica situación. Un error también a tener en cuenta es su dilatada duración.
La película deja de tener interés a la hora de metraje, justo cuando se llega al ecuador, coincidiendo con la sosa y convencional historia de amor entre los protagonistas.
El último tramo se hace sencillamente tedioso, sin capacidad de crear tensión a pesar de que cada vez el atribulado héroe de la función se vaya acercando más a una verdad que se le escapa entre burocracias y zancadillas administrativas varias.
Al menos nos quedaremos con algunas cuestiones apremiantes que, aunque no acaban de cuajar en la puesta en escena, sí resultan interesantes en su planteamiento: es brutal el hecho de que este tipo de eventos atroces puedan ser colectivamente borrados o mantenidos en una burbuja de cristal para que se pueda preservar a las nuevas generaciones de lo que sucedió en realidad. Se niegan los crímenes de guerra, y son precisamente esos mismos jóvenes quienes tienen que hurgar en una herida aparentemente cerrada.
De rabiosa actualidad, al menos en España, donde la recuperación de la memoria histórica sigue levantando demasiadas ampollas entre los herederos del franquismo.