Título: Cuerpo de letra
Dirección: Julián d’Angiolillo
Clasificación: No disponible
Duración: 76 minutos
Género: Documental
Distribuidora: Independiente
Origen: Argentina
Año de realización: 2015
Fecha de estreno: 1/10/2015
Puntaje: 9 (nueve)
Por Vivi Vallejos
¿Quiénes son los que están detrás de los grafittis y las pintadas políticas callejeras? ¿De quiénes son las voces que locutan publicidades desde las avionetas en el Conurbano? Cuerpo de letra pone en escena esas caras antes ocultas detrás de un trazo que anuncia “Massa 2015” en los paredones de la Panamericana o una voz que publicita desde las alturas las ofertas en los cortes de carne de un comercio.
Pero eso es sólo una parte del asunto, porque el último largometraje de Julián D’Angiolillo no pone énfasis en narrar “las historias detrás” de aquello que conocemos, como estrategia de visibilización de lo invisible, sino que busca adentrarse en un mundo subterráneo, en una realidad velada. Porque si bien es cierto que la película sigue a un grupo de personajes -y a uno de ellos en particular-, el relato no se ocupa de esas subjetividades, sino del contexto en el que ellas se mueven.
En plena oscuridad un grupo de muchachos bajan de una camioneta con tachos de pintura, cruzan la autopista esquivando autos, blanquean los muros con la propaganda política del candidato opuesto y acto seguido, brocha y linterna en mano escriben la leyenda indicada por el puntero al que responden. En Cuerpo de letra -2015- la imagen simula una distancia descriptiva y el espacio casi siempre es el público -un espacio de disputa, de enfrentamiento por copar la calle, por ganar los muros mejor cotizados-. El tiempo es el de la noche, esa nocturnidad que mejor propicia lo clandestino. La pintura es una de las disciplinas en las que incurre D’Angiolillo como artista plástico.
Pintar, o más exactamente dibujar, ya sea a través de la técnica de la tinta sobre papel o la intervención de fotografías, es una actividad artística, sin fines prácticos. Pintar para los chicos del comando en cuestión tiene la finalidad concreta, última, de convencer al electorado de conseguir los votos, de instalar en el espacio público al candidato que les paga. Por eso es que pintar no es lo mismo que pintar, aunque en ambos casos se coloquen firmas de autor y se trate, después de todo, de distintas formas de trabajo, condición que los iguala. La película de D’Angolillo pinta o pone una lupa sobre las formas de funcionar de este submundo, en el que los pintores hacen lo que deben para ganarse el pan y a la hora de las urnas, en el cuarto oscuro, toman sus propias decisiones.