Por Pablo Arahuete
Alejandro Magnone explora el mundo interior y la lucha invisible entre la pasividad y la vitalidad de un nonagenario judío, polaco, que se recluyó en el submundo del subterráneo para escapar del pasado y de los recuerdos de la guerra civil española. En Subte Polska la vejez sale a la superficie desde la vitalidad y el deseo. Sobre estos tópicos, la pasión de sentirse joven y de hacer cine charlamos con el director en esta entrevista exclusiva.
Pablo Ernesto Arahuete: – En los créditos finales de Subte Polska hay una dedicatoria a tu padre y maestros, ¿El personaje de Tadeusz tiene algo que ver con ellos?
Alejandro Magnone: – Sí, hay algo de cada uno de ellos, tanto en el personaje como en el espíritu de la película.
De mi papá, los viajes largos en camión por las rutas del sur, con diálogos llenos de silencios y preguntas que se contestaban varios kilómetros después.
De mis maestros, la enseñanzas que van más allá de lo que aprendí del cine, o del teatro.
El personaje tiene de mis maestros, de mis abuelos y de mi papá la pasión que me transmitieron. La pasión, cada uno con la suya, que los hacía jóvenes, vitales.
P.E.A.: – ¿Qué aspectos de la vejez te resultaron interesantes para construir el mundo de Subte Polska?
Alejandro Magnone: – La sexualidad, la rutina, la soledad, la salud, las amistades, el recorrido que una persona mayor hace cada día, que va a la farmacia, que va a que le autoricen las recetas, etc.
P.E.A.: – ¿Cómo fue el trabajo con los actores, en particular el de Héctor Bidonde?
Alejandro Magnone: –Fenomenal, placentero, franco, fluido. Héctor aportó matices únicos. Le dio relieve a un personaje que yo tenía en papel, digo con esto que le dio una dimensión que fui descubriendo con su trabajo y pudimos volcarla al rodaje.
Me ayudó mucho trabajar con Analía Malvido que hizo el coaching actoral, y aportó mucho en los ensayos y la dirección de actores durante el rodaje.
P.E.A.: -¿Qué prevaleció a la hora de planificar la reconstrucción del pasado del protagonista, teniendo presente el limitado presupuesto con el que constaste, seguramente?
Alejandro Magnone: – Prevaleció el lugar de lo onírico.
A Tadeusz los recuerdos a veces le afloran y otras veces él los trae a su memoria. Cuando uno recuerda es distinto a cuando uno sueña, en el recuerdo uno puede acomodar (podríamos decir “editar”) a su gusto esas imágenes, eso es lo onírico en el sentido metafórico de la palabra.
En cambio los sueños no pueden ser controlados.
A Tadeusz le pasan las dos cosas en diversos momentos de la película, los recuerdos, desde el tratamiento fílmico, no importan si son representados con realismo exhaustivo.
P.E.A.: – ¿Cómo juega en tu película la memoria desde su doble instrumentación?
Alejandro Magnone: – En el caso de Tadeusz (y creo que en general también) la memoria se alimenta del deseo, y el deseo de la memoria.
Tadeusz doblegó por años a su memoria y mantuvo sus deseos en un lugar cómodo y domado. No quiere acordarse de la guerra, no quiere acordarse de sus luchas. Se adaptó.
El conflicto viene cuando una medicación empieza a perturbarle su vida sexual, la pastilla lo aletarga, lo pone en un lugar de pasividad y vejez reposada, la pastilla prioriza cuidar su vida, pero para Tadeusz eso no es vida, eso es estar vencido; él, que luchó como voluntario extranjero defendiendo la República Española; él que sintió que perdió porque la república fue vencida, él que se escapó dejando atrás tanta tristeza, ahora a los noventa años se encuentra con el recuerdo de una novia combatiente española (quizá representa en él su inconsciente) que de alguna manera le dice que no puede olvidarse de lo que es, que la lucha que se pierde es la que se abandona, y que refugiarse en ese túnel negro que cubre el pasado no acalla la memoria.
