Por Pablo Arahuete
La saturación es el elemento predominante en el universo de Tangerine (2015), película filmada con un Smartphone iPhone 5 por el mismo director de la interesante Starlet (2012), que gira entorno a dos personajes en su deambular errático y callejero en vísperas de navidad.
Podría decirse “noche de trans, noche de amor” como parte de un leit motive melancólico que pone por excusa la búsqueda de un proxeneta por parte de una de las chicas trans, recién salida de la cárcel, al enterarse por su compañera de ruta que este le fue infiel con una prostituta heterosexual. A eso se le suma un taxista armenio habitué de los encuentros con trans y miembro de una familia extraída de cualquier película de corte indie para terminar el combo de la sordidez en las calles de Los Ángeles, lejos del glamour hollywoodense.
Los méritos visuales, que también saturan la imagen, no guardan la misma correspondencia con la construcción de los personajes, la banalidad de los diálogos, y la poca densidad en cuanto a situaciones que no se escapan de ese pequeño espacio donde los celos, la amistad y el compañerismo prevalecen por encima de la suciedad del alma, en una galería de patetismo y personajes iguales de patéticos.
El problema con Tangerine es la empatía, si cuaja o no en el espectador, superado el obstáculo tal vez el tránsito callejero y el de una banda sonora acorde a las atmósferas propuestas hagan el viaje más placentero, sino uno se puede bajar en la próxima esquina.
Título: Tangerine
Dirección: Sean Baker
Intérpretes: Kitana Kiki Rodriguez, Mya Taylor, James Ransone, Mickey O’Hagan, Karren Karagulian, Alla Tumanian, Luiza Nersisyan, Arsen Grigoryan, Ian Edwards
Género: Drama
Clasificación: Apta para mayores de 16 años
Duración: 88 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2015
Distribuidora: Tren Cine
Fecha de estreno: 17/03/16
Puntaje: 6 (seis)