Por Pablo Arahuete
Con motivo del estreno comercial de Taekwondo (2016), el nuevo opus de Marco Berger que retoma su exploración del universo masculino y la tensión erótica entre amigos. Pudimos entrevistarlo hace apenas unas horas y lo compartimos con ustedes.
Pablo E. Arahuete: – Compartir la dirección de esta película supone un riesgo por introducir otra mirada ¿en qué se diferencia la mirada de Martín Farina, co-director, en relación al mundo masculino y dónde encontrás proximidades con tu forma de mirar ese universo?
Marco Berger: – No era un riesgo introducir una nueva mirada, porque al decidir trabajar con Martín Farina lo hice porque veo una mirada muy parecida a la forma de filmar. Yo hice el montaje de Fulboy, un documental de él y siempre digo que si yo hubiese montado Fulboy y le ponía mi nombre, parecía una película mía. Y luego, como el guión y la dirección -más que nada- la llevaba yo como líder, el co-dirigía y filmaba cosas más como documental: la cancha de tenis, la pileta. No había problemas en compartir, tenía muy claro cómo era la película y como su mirada es muy parecida a la mía, los agregados hicieron que la película funcione.
P.E.A.: – Hay un espacio lúdico importante que atraviesa la trama ¿la propuesta del título responde a esa premisa? ¿Por qué?
Marco Berger: – No se si lúdico. El nombre me llevaba mucho a lo masculino, Taekwondo es una palabra que representa a un deporte de fuerza, lucha, fortaleza, más a lo masculino. Además, es una palabra sonora muy linda, me gusta ponerle nombres que sean fáciles de recordar, únicos, fuertes y Taekwondo lo es, no se si tanto por lo lúdico.
P.E.A.: – ¿Considerás que la mirada erotiza?
Marco Berger: – No se si la mirada, quizás las forma de mostrar los cuerpos es lo erótico. Sé que la mirada genera tensión. Cuando generás mirada y no concreción, generás entonces tensión. Pero no sé si erotiza, no me termino de dar cuenta, sí puede generar deseo.
P.E.A.: – A pesar de ciertas rupturas en el discurso cinematográfico acerca de lo masculino ¿existe un modelo de representación que impera aún a la hora de construir y explorar ese colectivo social? ¿creés que perdura el temor o el prejuicio en algunos directores relacionados con este tipo de temáticas?
Marco Berger: – Creo que no se explora el universo masculino, se lo explora poco. Tenés una película como Bella tarea (Beau travail, 1999), de Claire Denis, que explora el mundo masculino, pero no es algo muy visitado por el cine. De por sí, la tendencia es a no explorar demasiado en nada, sino entretener. Sé que yo y algunos más nos encargamos del universo masculino, pero no es lo más común.
P.E.A.: – ¿Cómo trabajás los diálogos en tus películas, elemento clave para la tensión sexual dominante en Taekwondo?
Marco Berger: – Los diálogos, como en todas mis películas, los escribo llenando los espacios entre escenas. Siempre proponiendo que lo importante esté fuera de los diálogos, acercan al espectador al mundo real, son conversaciones coloquiales, pero siempre trato de tejer las líneas dramáticas importantes por debajo de los conceptos de algunos textos, o más que nada lo que está pasando entre las miradas de los personajes. Puede que parezca que no están hablando de nada importante -en este caso conversaciones humorísticas por el tono de la película-, pero en realidad se está construyendo todo por debajo.
P.E.A.: – ¿Cuál es el límite entre el erotismo y el amor?
Marco Berger: – Hay mucho erotismo sin amor, hay un límite fuerte, puede haber sexo y relaciones sin que esté involucrado el amor, sino simplemente una cosa física. Lo erótico lo asocio más al contacto de los cuerpos, las miradas, el deseo más que nada. En el deseo no siempre está involucrado el amor, puede ser algo más carnal, que después se termina y el amor va por otro lado. El amor es el que puede despertar el erotismo, y el erotismo no siempre puede despertar el amor.
P.E.A.: – Imagino que de cada película te llevás un aprendizaje que se traduce en la siguiente ¿de Taekwondo, qué te queda y qué se viene?
Marco Berger: – De esta película, lo que más me gustó es haber trabajado una trama sin conflicto, retrató un mundo estático, un tiempo frenado, como si hablara de un presente continuo que no llega a ningún lugar, excepto en los últimos minutos de la película donde se desarrolla otra cosa y la película tiene como un continuar. Pero, en principio, el hecho de no haber una noción de tiempo me gustó, como si uno pudiese retratar el tiempo estático, retratar como si fuera un limbo. Esos chicos perdidos en esa quinta, con sus problemáticas, pero como un tiempo eterno, parecido a lo que te pasa en vacaciones. Uno se va una semana a la montaña y llega el día en que no se acuerda ni cuándo llegó ni cuándo se va, simplemente disfruta. Todos los días se hacen las mismas cosas, como si se pudiese manipular el tiempo.