Por Pablo Arahuete
En El Padre (2016), la directora Mariana Arruti toma la decisión de compartir su búsqueda de la verdad acerca de la muerte de su padre, atravesada por un manto de silencio arrastrado por décadas. La reconfiguración también supone la reconstrucción del pasado y de la biografía de alguien del que no se tienen casi recuerdos. En esta entrevista exclusiva Mariana Arruti comparte el proceso de haber exorcizado parte de su dolor y su creativa manera de elaborar un duelo.
Pablo E. Arahuete: – En los créditos finales hay varias dedicatorias, la primera es a tu mamá ¿qué representa ella en este intento de recuperar la memoria y los recuerdos sobre tu padre?
Mariana Arruti: – El proceso personal del cual es de algún modo reflejo El Padre, sin duda ha marcado los vínculos familiares, y cuestionado los modos en los cuales el mundo adulto de aquel entonces se posicionó ante la muerte de mi papá. La voz de mi madre y mi vínculo con ella ha significado en este proceso la posibilidad de procesar el silencio de décadas. También significó la apertura de un camino que me permitió primero cuestionar y luego comprender los motivos del silencio para finalmente recuperar los trazos de quién había sido mi padre.
P.E.A.: – ¿Cuál fue tu punto de partida para organizar el relato en función a la carencia absoluta de información?
Mariana Arruti: – La construcción del relato se fue diseñando pensando en que la película pudiera reflejar el camino emprendido por mí en esta búsqueda, la que implicó por un lado el develamiento del silencio familiar y social, y por el otro la reconstrucción de la vida de mi papá. En ese camino, me propuse, sin abordar un relato que apelara en forma directa a lo colectivo, que esta historia pudiera ser una metáfora de lo ocurrido en el país.
P.E.A.: – ¿Cómo te manejaste con el discernimiento para la reconstrucción teniendo presente que sumaste cantidades de testimonios sobre tu padre, que a la vez se basaban en recuerdos de terceros?
Mariana Arruti: – En verdad todas las entrevistas incluidas reflejan recuerdos directos y propios de las vivencias de cada uno de los que testimonian. El discernimiento, en todo caso, tuvo que ver con la consciencia de que toda mirada es subjetiva y que la mía propia también lo es. Construir con relatos de otros una figura es como armar un rompecabezas con el cual es muy difícil llegar a la verdad, si es que ésta existiera. En un tramo de la película lo digo expresamente, todo lo encontrado me habla de una mirada ideal sobre mi padre, y que ese ideal, al igual que el mío, tiene su origen en una muerte temprana, en una pérdida. De alguna manera, la película refleja -en parte- un proceso colectivo de duelo, eso creo.
P.E.A.: – ¿Cuándo comenzaste a dudar sobre las historias acerca de tu padre y su repentina muerte?
Mariana Arruti: – Creo que desde siempre. La mirada que construyo de mi propia infancia, con todo lo que aparece como siniestro en términos de lo familiar, intenta expresar eso. Como si de niña hubiese podido palpar de algún modo el horror que se escondía detrás de los vínculos más cercanos.
P.E.A.: – ¿Por dónde creés que pasa la necesidad del olvido?
Mariana Arruti: – El olvido es quizá un modo de repararse, de defenderse. En mi caso personal, yo digo “y me olvidé de papá”… Creo que de alguna manera mi olvido fue un acto de protección ante la pérdida y a la vez reflejo de lo que el mundo adulto proponía desde el silencio.
P.E.A.: – De la basta lista de “por qué” ¿cuáles tuviste que dejar relegados y cuáles te ayudaron a avanzar en tu búsqueda personal de la verdad?
Mariana Arruti: – Los grandes “por qué” motores de la búsqueda fueron “por qué la muerte” y “por qué el silencio”. Creo que desde ahí se construyen los relatos paralelos que plantea la película. El “por qué” de la muerte se responde a partir del sentido y las circunstancias de una biografía recompuesta. El por qué del silencio tiene múltiples respuestas según los personajes. El miedo, las complicidades, las disputas de clase, el clima social de una época.
P.E.A.: – ¿Durante el rodaje recibiste algún indicio o rechazo directo a medida que avanzabas en la historia?
Mariana Arruti: – Hubo gente que no quiso hablar, y creo que ello es de algún modo muestra de lo vigente del silencio, de aquellas cosas a las que aún hoy resulta difícil ponerle palabras.
P.E.A.: – Imagino que en una historia que tuviste que reconstruir con fragmentos, resulta difícil encontrar el final. ¿Cómo fue en tu caso personal con El Padre (2016)?
Mariana Arruti: – Para mí el final tenía que hablar de dos cosas. Por un lado de un reencuentro con mi padre, ese poder saber de dónde vengo al final del viaje. Y por el otro, también de la dificultad de reparar del todo una pérdida tan grande, de la imposibilidad de recuperar lo que no fue vivido.