Por Pablo Arahuete
Una de las promesas de esta nueva edición del Doc Buenos Aires viene acompañada de nuevas miradas en lo que hace al cine argentino. No necesariamente por tratarse de nóveles sino por incorporar desde lo conceptual recursos distintos. Por eso Gustavo Fontán tras su desafío con El limonero real, adaptación de la novela de Juan José Saer, presenta su trilogía del Lago Helado, un intento de documentar la distancia entre las cosas y las experiencias compartidas en un registro similar al de un diario. Nuevamente pudimos entrevistarlo y una vez más sorprendernos porque además de generarle al espectador nuevas inquietudes, el director de La orilla que se abisma encuentra una forma novedosa de reinventarse y dejar plasmada su poética.
Pablo Ernesto Arahuete: -En las tres películas que integran tu trilogía del Lago Helado aparecen espacios deshabitados o por deshabitarse en una mudanza por ejemplo. ¿¿De qué se muda uno cuando se muda?
Gustavo Fontán: –Podríamos intentar una lista, una especie de clasificación: uno se muda por la necesidad de un espacio más grande, o porque no le renuevan el alquiler, o porque quiere un árbol en su jardín, o porque escapa de su pasado, o porque se hartó de la ciudad, o porque quiere vivir en la ciudad. Y la lista sería larguísima. De lo que estoy seguro es que alrededor de la idea de mudanza hay experiencias de todos; todos tenemos la experiencia personal de una mudanza. Me gusta la concepción del documental que trabaja sobre la idea de experiencia. Un relato que da cuenta de algo personal sabiendo que lo que se juega ahí moviliza las vivencias de muchos otros.
P.E.A.: -Los objetos en una casa, ¿son la memoria de las personas que las habitan?
Gustavo Fontán: –Sí, los objetos de una casa tienen un profundo poder evocador. Pero me interesa trabajar con ellos de una manera particular. Cuando pienso en los objetos los pienso como materia. Y esa materia, el objeto como tal, tiene valor cinematográfico para mí cuando está aislado de las relaciones habituales. Te pongo un ejemplo: cuando estábamos por filmar la demolición de la casa para la película “La casa” asistimos a otras demoliciones para ver cómo se hacían. El procedimiento es riguroso, y de una enorme frialdad. Estos hombres habituados a voltear en pocos días una casa se sorprendían, sin embargo, ante algunos hallazgos, y hablaban de ello. Los contaban como lo extraordinario dentro de esa experiencia fría y mecánica para ellos, lo vivían como algo perturbador. Por ejemplo, en una casa para demoler habían encontrado en el ropero vacío dos vestidos de fiesta. Aislados del mundo cotidiano, estos objetos se vuelven significativos, casi abstractos, entonces ya no son memoria personal sino experiencia de todos.
P.E.A.: -Tal vez Sol en un patio vacío sea de las tres, la propuesta más contemplativa donde utilizás frecuentemente el recurso de desenfocar. Desenfocar la imagen, ¿acorta de alguna manera la distancia?
Gustavo Fontán: –Es lindísima tu pregunta. Sí, creo que sí. La disuelve. También disuelve los contornos y convierte a los paisajes en arenas movedizas. Hay que andar por esos caminos de otra manera, aceptando ciertos riesgos, sin estar afirmados todo el tiempo.
P.E.A. : -Si bien hay una protagonista en la trilogía que refuerza la idea de diario, me refiero a Gloria, la otra protagonista es la lluvia. ¿Qué representa la lluvia?
Gustavo Fontán: –Proyectábamos hace algunos años “La orilla que se abisma” en un pueblo de Entre Ríos. El público era variado, algunos habían leído la poesía de Juan L. Ortiz, otros no. No eran demasiados los espectadores, unos veinte. Quizás por eso pude prestarle atención a una mujer, de unos setenta años, en el fondo de la sala, que permaneció inmóvil durante el rato que duró la charla posterior. Parecía prestar atención a los comentarios, pero también ajena a todo, como hundida en un estado indescifrable. Terminó la charla, la mujer se acercó y me dijo: “Toda mi vida viví en el campo y esa tormenta me dio miedo. Cuando era chica una tormenta así mató a mi vaca”. Se refería a una pequeña secuencia de la película. No dijo nada más, me miró unos instantes y se fue.
Desde entonces pienso en el poder afectivo de la lluvia, de su ligazón emocional con todos nosotros. Hay algo primario en ese vínculo con la naturaleza, un modo de estar a merced de, una forma de intemperie. La lluvia despierta en nosotros un saber, arcaico y personal, sobre la fragilidad. En eso pienso, desde hace mucho: en ese saber de características dobles, ancestral y arcaico por un lado, y personal por otro.
P.E. A. : -No sé si hay un orden preestablecido para la trilogía, me da la sensación que se puede abordar desde cualquiera de las partes. Sin embargo, observo alguna repetición de elementos o tópicos como por ejemplo el chico del hacha aludido en un relato y también capturado en una imagen, o bien la idea de sonambulismo representada en Gloria y su incomodidad en los espacios que no conoce. ¿Eso fue buscado?
Gustavo Fontán: –Hay un conjunto de ideas que son comunes a las tres películas, y también hay variaciones sobre esa idea. Por ejemplo, es de las tres películas la idea de mirar lo cotidiano atento a lo que se revela. Pero cada película elije en lo cotidiano cosas diferentes y a su vez define de manera diferente las articulaciones de estos fragmentos. Por eso las tres películas, aunque conforman un sistema, son autónomas. En el montaje encontramos esas pequeñas complicidades entre una y otra con la reiteración de algunos planos pero usados de otra manera, puestos en otras relaciones. Si uno vio la otra película, le queda un eco, una resonancia.
P. E. A. : -A riesgo de equivocarme, no recuerdo alguna película tuya donde utilizaras la voz en off. ¿A qué se debe la decisión en esta trilogía de intervenir con este recurso?
Gustavo Fontán: –Ya la había usado en “El día nuevo”, que, al igual que “El estanque” tiene textos de Gloria Peirano. En este caso, los textos que están en dos de las tres películas de la trilogía nos permitieron reforzar la idea de diario a partir de esa primera persona que habla.
P.E.A. : -El estanque es una película donde aparece la idea del sonámbulo como desconexión de la realidad, pero también de los sueños como la ficción. ¿Qué significa para vos la idea de una persona indescifrable a la que se le escucha lo que ve?
Gustavo Fontán: -“El estanque” está pensada a partir de un mundo muy particular que presenta Gloria Peirano en su “Manual para sonámbulos. Los sonámbulos están y no están en el mundo, andan como si no tuvieran lugar donde posarse. De algún modo, esa sensación coincide, que yo la tengo y tenemos muchos en este tiempo de avance feroz de la derecha. El mundo y este país se transformaron, de manera ostensible, en un territorio hostil. Y la idea fue hacer una película que hable como los sonámbulos, “un continuo nocturno y ciego que nadie sabe bien qué es”, para decirlo con palabras de Gloria.
P.E.A. : -Creo que la presencia del mar es algo que no aparece tampoco en tus películas. Por supuesto que si predomina el río y las orillas, ¿pero el mar?
Gustavo Fontán: –Es un territorio nuevo. Por lo tanto un territorio abierto, una promesa.