Por Pablo Arahuete
El nuevo opus de Rosendo Ruiz Casa propia fue uno de los pretextos para esta entrevista exclusiva. El otro una retrospectiva que se avecina y que nos permitió ampliar nuestro rango para que el director cordobés pudiera expresar con sus propias ideas cómo piensa el cine, desde su lugar de modelo de producción auto gestionada y su manera particular de encarar proyectos como el de Casa propia.
Pablo Ernesto Arahuete: -Me llama la atención el tono empleado en Casa propia teniendo en cuenta tus anteriores películas donde la conflictiva es otra pero en este caso surge por debajo del texto una tragedia moderna e intimista en este protagonista de cuarenta años. ¿A qué se debe el cambio?
Rosendo Ruiz: – Me gusta el cine de género y de autor. También me gusta contar historias sin aferrarme a un tono, estilo o forma. Creo que en cada película que voy haciendo y fui haciendo intenté conectarme en cierto modo con la forma cinematográfica para cada proyecto. Desde De caravana a Tres D que es mi segunda película, el cambio formal fue riguroso. Hay personas que me dicen que en todas las películas hay un estilo que se relaciona, algo como un rasgo autoral y eso me gusta. Casa propia el tono era de una tragedia íntima con otras herramientas, seguir al protagonista con planos más cerrados utilizando música extra diegética en dos momentos de la película para despegarnos y marcar el tono de tragedia. Aunque ahora estamos con un policial negro de época, que espero el año que viene -INCAA mediante- es el comienzo de los hermanos Giménez en los ’70. También estoy escribiendo un musical.
P.E.A: -Hay un trabajo muy interesante entre la distancia de la cámara y el desplazamiento en el espacio, justamente en una película donde el espacio o lugar de pertenencia no existe y pertenece al terreno simbólico. ¿Cómo planificaste en base a esta idea la puesta en escena de Casa propia?
Rosendo Ruiz: – Siempre digo, podemos hacer una película sin actores pero nunca sin espacios. Como bien decís el espacio en esta película es fundamental. Pusimos mucho trabajo en escenas como cuando la cámara recorre un departamento vacío y termina en el ojo del protagonista observando una maqueta por la ventana de la maqueta. Buscamos trabajar la sensación de búsqueda de un refugio, un espacio propio del protagonista. Habitar esa casita toda blanca y pulcra, una casita de muñecas para el protagonista nos permitió crear el espacio simbólico de la película. Técnicamente lo hicimos alterando la relación espacio lente. Soy fan de un fotógrafo cordobés que reconstruye espacios con maquetas y saca fotos también al principio trabajamos la idea de espacialidad de lo general a lo particular en la calle con un grupo de chicos para terminar en una casa, en el interior que es donde transcurre gran parte de la película.
P.E.A: -Córdoba siempre representa en tus películas una suerte de geografía pero también un personaje per sé, sobre todo en lo que a la noche se refiere. ¿Cada vez que la recorrés con la cámara y trazás itinerarios qué te trae esa Córdoba como para volverse cinematográficamente potente?
Rosendo Ruiz: – Es una ciudad muy multifacética que tiene cosas muy bellas y muy feas, de mal gusto, y es la ciudad donde vivo, me desarrollo, tengo mis vínculos y quiero. En cada película trato de respetar los recorridos lógicos de cada personaje y encontrar la conexión de la ciudad con el personaje en el momento dramático tratando de pensar los lugares concretos por los que transitarían en una Córdoba real. Buscaba la Córdoba nostálgica en Maturitá desde el personaje de la chica en el mercado y a la noche en una Córdoba perimetral. Para Casa propia elaboramos un mapa mágico, simbólico por donde podía transitar el protagonista que tal vez en la edición luego no quedó tan riguroso. Buscamos reflejar una Córdoba correspondiente a los estados dramáticos de los personajes. Puede ser divertida y bella si el personaje está en esa sintonía emocional o triste y oscura para el caso contrario.
P.E.A: -Uno de los ejes en el que se concentra tu nuevo opus es sin lugar a dudas la relación entre padres e hijos o los vínculos familiares en detrimento de la individualidad. ¿Qué aspectos de estas realidades te interesan explorar y cómo te manejás vos personalmente en esos roles?
Rosendo Ruiz: – Creo que tanto en la película como en la vida real hay un juego de tensiones permanente en cuanto a los vínculos familiares. Yo amo a mi familia pero también hay momentos en que los odio y preferiría sacarlos de mi vida. También sé que los seres humanos somos los vínculos, somos manada, por algo el personaje de Alejandro se quedó con su madre a los cuarenta años, hay algo más que el problema económico. Hay pulsiones que van en pulseada con la necesidad de la soledad, de un saludable egoísmo. Creo que el egoísmo individual como idea de priorizarse uno está bien siempre que eso no sea en detrimento de los demás. Las pulsiones por las que pasa Alejandro en la película lo llevan a querer preservarse en ese egoísmo y hay que entender que es producto de muchos años de haber mantenido a su madre. Creo que la complejidad de los vínculos es uno de los desafíos más grandes que tenemos cuando hacemos películas.
P.E.A: -¿Cuándo aparece en tu cabeza una historia lo suficientemente potente como punto de partida para transformarse en película y por dónde pasan tus motivaciones para elaborar luego un guión y los personajes?
Rosendo Ruiz: – Los disparadores son momentos o escenas muy fuertes e interesantes para ir deshilvanando. En De Caravana fue la sensación de baldazo de agua fría que tiene una persona que se pone en pareja con alguien de una clase social diferente a la de él. En Maturitá cuando se cae el velo y se descubre que se vive en un mundo tan pequeño en relación a la realidad que es mucho más grande y diferente. Y para el caso de Casa propia es lo que nos cuenta un amigo en relación a una situación de dependencia con su madre enferma, muy triste, cuando le informan que no está tan enferma como parecía y que no se iba a morir, sintió la necesidad de que efectivamente su madre muriera para sentir libertad y alivio ante tanta presión. Ahí pensamos cómo se llega a un momento así cuando este amigo lo contaba llorando por haberlo vivido.
P.E.A: -¿Con cuáles modelos o referentes cinematográficos te identificás en tu manera de sentir el cine?
Rosendo Ruiz: – Muy difícil sentirte identificado con uno. Amo a muchos directores, muy distintos. Soy cinéfilo y veo muchos tipos de películas. Ayer fui a ver Misión imposible 6 y me encantó por ese cine de entretenimiento puro. Hong San-Soo por el cine oriental, su simpleza y rapidez para filmar. Amo las películas de Johnnie To y sus gangsters. Disfruto a Spielberg, Clint Eastwood y Jia Zang Ke. De Argentina, me gusta Alonso, Lucrecia Martel, en fin es muy amplia mi mirada.
P.E.A: -Tengo entendido que tu vínculo con las películas y contar historias para otros se origina a muy corta edad cuando inventaste un proyector de cine de manera intuitiva y muy artesanal. ¿En qué cambió el Rosendo Ruiz que se deslumbraba con esas historias al Rosendo de la búsqueda de estos días?
Rosendo Ruiz: –Mirá, no he cambiado en nada en cuanto a la esencia. Me siento el mismo Rosendo de los 10 años, que dibujaba historietas primero en cuadernos y luego en los rollitos de papel de las cintas de calculadoras de sumar y la proyectaba a mis amigos con una caja donde había un tubo y con la luz hacía foco en una carpa blanca que tenía mi viejo del tamaño de una pantalla porque tenía la necesidad de contar las cosas que me habían pasado en el día y también aparecían personajes, o copiaba Los picapiedras o Scooby Doo pero siempre los guiones basados en las aventuras que vivíamos con mis amigos en las calles de la provincia de San Juan.
P.E.A: -¿Qué significa para vos seguir apostando a Córdoba como espacio de trabajo, proyectos y modos de producción en tiempos de crisis del INCAA y enorme incertidumbre en el plano cultural?
Rosendo Ruiz: –No le cierro las puertas a filmar en otros lugares o con actores no cordobeses. Por ahora no me quiero mover de Córdoba, me gusta lo que hago y produzco en este lugar. Acá tengo todo lo que necesito. El panorama con el INCAA es desalentador, tenemos trabado un proyecto muy importante, el policial negro que cuenta a la Mona Giménez desde sus 18 años y como un pibe de clase media cordobés se terminó convirtiendo en ese ícono para las clases más vulnerables. Para el INCAA no tenemos espalda suficiente como productora para filmar, buscan gente con más poder adquisitivo para respaldar pero la seguiremos peleando. Espero que el INCAA no sea tan restrictivo con productores chicos. En Córdoba fue como un oasis con la Ley de cine, se creó el año pasado como un polo audiovisual pero estamos un tanto desencantados porque todavía no liberaron fondos de premios que muchos ganamos y se suponía debían hacerlo en febrero y aún no sabemos nada, eso trajo un daño a muchas productoras que se largaron pensando en el premio y no recibieron fondos. Ahora encima anunciaron una segunda convocatoria, prometieron soluciones. Espero que cumplan por el bien de todos y que Córdoba siga siendo un polo audiovisual y que otras regiones también se conviertan en polos con películas propias y originales de calidad.