Por Diego Alejandro Liberotti
Terminado el visionado del último de los capítulos, tengo que admitir que, promediando, el resultado es satisfactorio.
Esta miniserie es producida, guionada y dirigida por Benjamín Ávila, el realizador de Infancia Clandestina (2012), con producción de Habitación 1520. Como dato, decir que este producto ganó el concurso del INCAA para series de ficción y se realizó en 2015. Ya están todos los capítulos disponibles en Netflix.
Es raro, cuando uno ve algunas reseñas que dejaron los usuarios que vieron la serie cómo la destripan y a veces que necesario es hacer caso omiso a esas opiniones y simplemente verla. Me refiero a esta serie en particular, pero también sirve el concepto para cualquier producto artístico (serie, libro, película, etc.). Más, teniendo en cuenta que los gustos son completamente subjetivos.
Quizás mucha gente directamente no consume una producción argentina solamente porque es de nuestro país y este preconcepto es un error porque hay productos de calidad. Como pasa con otros productos de otros países. Hay buenos y malos en todos lados.
Encerrados es un producto que puede enganchar bastante por su temática. El encierro que se plantea, no es sólo en el plano físico sino también psicológico. Cómo estamos encerrados en nuestras propias cárceles mentales y cómo influye cada (mala o buena) decisión. Muchas personas pueden sentirse identificadas por las diferentes situaciones que atraviesan los personajes y eso también sirve de gancho para que la serie tenga interés.
El hecho de que cada historia sea completamente distinta una de la otra, la hace más disfrutable.
El primer episodio es un buen resumen de los encierros físicos y psicológicos.
Juan está terminando su día laboral en un call center que pone a disposición de sus clientes una empresa de cable, pero su jefe lo obliga a atender a un último llamado a segundos de que su horario laboral finalice. Lo que parece un llamado de rutina con la habitual queja por el mal servicio empieza a transformarse en la peor pesadilla para Juan, envuelto en el laberinto de los dilemas y sujeto a la buena o mala voluntad del cliente.
La serie pone foco en las actuaciones. Hay caras conocidas y otras menos vistas, pero (casi) todas salen bien paradas.
Desde una pareja que está encerrada en su rutina, pasando por chicos que, en búsqueda de un encierro involuntario, dejan que sus demonios internos afloren hasta una linda historia de amor. Y también hay un poco de policial, suspenso e incluso un capitulo con tintes de terror que sale bastante airoso.
En el formato acotado a episodios de no más de 25 minutos se encuentra la mejor carta de presentación de esta propuesta de manofactura local aunque también allí aparece su talón de Aquiles.
No obstante, el conjunto de episodios conforman una propuesta entretenida y llevadera, ese es el punto a favor para Encerrados. En contra, hay historias inconclusas o carentes de cohesión dramática debido a la poca duración.
Otro plus de esta serie es la presencia como narradora de cada presentación y cierre de historias de la actriz, argentina, Cristina Banegas.
Una constante del cine argentino se traslada a uno de los defectos visibles en Encerrados y que obedece a que en ciertas secuencias surgen sobre actuaciones o problemas de dirección actoral.
El agregado de humor en algunos episodios le suma variedad a la propuesta general. Elemento que ya fuese utilizado en otro ciclo televisivo de formato parecido y que ganara la franja horaria en la tv de aire allá por el 2000. Me refiero a la serie unitaria de Alejandro Borensztein Tiempo final.
Con aciertos y errores es positivo y alentador que producciones argentinas de calidad sigan expandiéndose con diversidad de estilos y cada vez más contemporáneas a los gustos de un público más amplio.
Recomendada para los que les guste ver producción local, entretenida, con una temática interesante y con un formato ágil y digerible.