Por Pablo Arahuete
Entre las historias de vida que conforman gran parte de la muestra de documentales de este FIDBA 2018, sin lugar a dudas la de la actriz chilena Myriam Palacios y su lucha silenciosa con el Alzheimer en La Desmemoriada, del director Mauricio Álamo, resulta imperdible. En este entrevista exclusiva, el realizador que ya había dirigido a Myriam en uno de sus films nos cuenta cómo fue la experiencia y desde qué lugar se ubicó para llevar a cabo un homenaje de estas características.
Para nuestra generación, que crecimos en los ochenta, Myriam Palacios es una de los grandes referentes de la actuación.
Pablo Ernesto Arahuete: -¿Cuándo te enteraste de que la actriz Myriam Palacios comenzó a padecer Alzheimer y qué te llevó a realizar este documental en relación a tu vínculo como director de la película “ Las golondrinas” en el que ella desempeña un rol junto a otras actrices más jóvenes?
Mauricio Álamo: –Me enteré a finales de la década de los 90, cuando ella hizo público que tenía Alzheimer. Fue la primera actriz que lo declaró en los medios. Recuerdo que me impactó mucho el hecho que un canal le regalara un “sonopronter” para continuar trabajando. Gracias a ese aparato pudo seguir grabando teleseries y películas.
En esos mismos años (entre 2001 y 2004) me encontraba preparando mi primer largometraje. Estaba en una lectura con las actrices y, en ese contexto, surgió la idea de incorporarla en el reparto. Para nuestra generación, que crecimos en los ochenta, Myriam Palacios es una de los grandes referentes de la actuación.
Fue así como me acerqué a Myriam y ella feliz aceptó trabajar conmigo. En esos momentos, no sabíamos que sería su último trabajo profesional antes de que comenzara a olvidar definitivamente.
Al momento de improvisar ella necesitaba tener claro la entrada y su salida, saber si su personaje miraba al cielo o la tierra, el resto fluía natural.
P.E.A.: -¿Qué fue lo primero que dejó de recordar Myriam relacionado con su profesión de actriz?
Mauricio Álamo: -Claramente lo más directo era memorizar los textos. Lo que en ella hizo un zoom a la enfermedad fue cuando empezó a notar, según me contó su hermana Carmen Palacios y que después pude comprobar por mi mismo, es que olvidaba el regreso a su casa. Se confundía en su trayecto desde Santiago hacia su hogar (en una comuna rural en las afueras). Cuando me percaté de eso, durante los días de rodaje de “Las golondrinas” comenzó a alojarse en casa de mi familia donde estaba la locación de una fábrica. Previo al rodaje, comencé a visitarla para que hiciéramos las pruebas de vestuario, leyéramos los textos, etc. Para ese entonces ya no recordaba cómo salir de su propia casa. Y manejar un auto se le hizo imposible.
Después noté que tenía problemas de lectura. No retenía los textos y se olvidaba de conceptos cuando quería hablar de ellos. Una actriz como ella, que le daba mucho valor al significante de las palabras, se cabeceaba buscando cada sentido al texto, de forma particular eso era un gran reto creativo, donde ella iba mas allá de lo que uno le podía entregar. Su mundo de improvisación, percepción era alucinante.
Mujeres como Myriam palacios, Bélgica castro en Chile o Marilú Marini en Argentina son grandes actrices y transmisoras de un espíritu que nos salvará e inspirará para continuar creando.
P.E.A.: -¿Cómo se manejaron con ella durante el rodaje en su intimidad?
Mauricio Álamo: -Durante el rodaje la notaba nerviosa al entrar a escena. Le costaba concentrarse y comenzó a cruzar las fronteras entre la ficción y la realidad. Improvisaba mucho durante el rodaje. Todo tenía que ver con aquello que ella asociaba con el actor o actriz. En el caso de una escena en que una actriz que hacía de dueña de la fábrica y que tenía que despedirlas en duros términos, Myriam le contestó de forma personal, acudiendo a recuerdos que tenía de ella misma a la actriz. Noté que cuando actuaba sola fluía tranquila, confiada en tener claro dónde debía mirar, pero al estar con más actores en escena, las posibilidades de miradas se multiplicaban y eso a ella la dejaba en un estado “muy volado”; o se quedaba tildada en un punto y todos los gestos tenían un ritmo propio, casi surrealista, o a veces volvía la mirada al equipo técnico, y con ellos reaccionaba, ya sea con palabras que todos notábamos no eran para la ficción sino pertenecían al mundo que la rodeaba, como por ejemplo, en la escena de protesta a la salida de la fábrica, ella lo remata con un gran grito hacia el equipo técnico que estaba al otro lado de la reja: “No los vamos a dejar salir”
P.E.A.: –Desde tu rol de director, ¿Qué zonas de su proceso de deterioro mental no exploraste y sobre cuáles te reencontraste con aquella Myriam lúcida del pasado?
Mauricio Álamo: –Lo que no exploré se dio natural cuando se fue a vivir a un asilo en 2006. Hasta que en el año nuevo del 2007 la vamos a visitar con una de las actrices, María Paz Grandjean, quien toma la narración en off en La desmemoriada. Myriam hablaba poco, pero seguía manteniendo el mismo temple y cariño que la caracterizó. Recuerdo que nos pasó su mano por la cabeza, un gesto casi de bendición y gratitud al vernos. Mentalmente la notábamos en su propio mundo y sin palabras, pero comunicándose con su mirada y el cariño. Luego continué visitándola con su hermana Carmen. Ahí ya el deterioro físico era más fuerte. Los últimos siete meses de vida se los pasó recostaba y no volvió a levantarse. Recuerdo que en esas grabaciones que hicimos yo buscaba cómo decir, hablar de ese estado pero sin mostrarla. Fueron dos días de rodaje, un día de lluvia en agosto y luego en diciembre, usamos poco de ese material para la película porque no se integraba y verla en ese estado de deterioro era muy doloroso. Pasaban cosas curiosas, como el diálogo que capturamos entre su hermana y la señora que la cuidaba, donde era milagroso cómo ella se aferraba a la vida, y a pesar de ya ni moverse. Su fortaleza la hizo estar 7 años en este mundo cuando ya no recordaba ni quién era. En ese último encuentro también volvió a sonreír, ella tenía una risa muy particular, y estando casi en las ruinas de su cuerpo, la oportunidad de reír no la perdía.
De esa Myriam del pasado, eso permaneció intacto, su capacidad de reír bajo toda circunstancia.
a veces myriam volvía la mirada al equipo técnico, y con ellos reaccionaba, ya sea con palabras que todos notábamos no eran para la ficción sino pertenecían al mundo que la rodeaba
P.E.A.: -Tengo entendido que Myriam Palacios tenía la virtud de la improvisación más que la de repetir el texto de un personaje. ¿Considerás a la memoria una herramienta vital para la improvisación actoral?
Mauricio Álamo: –Myriam tenia la virtud de componer sus personajes de manera orgánica, la gestualidad y la compostura de ese ser ella lo construía y nacía de su mirada, ella buscaba en la realidad, habitando y buscando donde vive ese personaje, desarrollaba su humanidad para luego vestirlo, por ejemplo, a ella le tocó realizar el rol de empleada, sirvienta muchas veces, y si miras cada una de esas mujeres vas a encontrar que todas son distintas, jugaba con las voces, una vez fue mapuche otra fue alemana. Nunca tuvo miedo de afearse, de modificar su físico. Eso la hacía muy querible hasta hoy. Ella necesitaba saber de dónde viene o vive esa mujer que iba a interpretar, más que el conflicto o posturas intelectuales.
Creo que la memoria no es muy vital, y hasta puede jugar en contra si algo se hace tan rígido y al pie de la letra. Creo que en el estado de ella, me sorprendía de dónde sacaba memoria para actuar. Al momento de improvisar, ella necesitaba tener claro la entrada y su salida, saber si su personaje miraba al cielo o la tierra, el resto fluía natural. En la improvisación que ella desarrolló era vital lo visual, los colores y los sonidos la hacían volar. Fue una mujer muy creativa, tanto como actriz y en la vida. Construyó su propia casa en las montañas. Creo que improvisar tiene un gran impulso con amar la vida, y en eso la memoria ayuda, en parte, pero sin memoria, ella demostró que de todas formas se puede actuar buscando en nosotros mismos u otras partes del cuerpo. Para Myriam actuar era puro amor. Una vez me confesó: “Necesito sentir en escena que el director me ama, y yo amarlo para entregarme”
P.E.A.: -En otro de tus documentales elegiste a la octogenaria actriz de teatro Bélgica Castro, también en la última etapa de su vida como ocurre con Myriam Palacios. ¿Considerás a estas dos figuras de la cultura chilena lo suficientemente reconocidas por su aporte artístico?
Mauricio Álamo: –Bélgica es una de las fundadoras del teatro chileno, y es maravilloso aún tenerla con nosotros. Tanto ella como Myriam son actrices que constituyen pilares de nuestra historia cultural, y han recibido el reconocimiento por sus trayectorias, pero, paradójicamente, a pesar de todos los aportes noto que la cultura hoy está estancada y los espacios que ellas construyeron poco a poco se han ido o empiezan a derrumbarse. Veo una crisis cultural general en Latinoamérica, y sólo los países fuertes culturalmente le dan resistencia y alma. Se hace urgente retomar esos legados, hacer investigaciones en todas las áreas del arte y difundir al mundo el patrimonio cultural de cada país. Mujeres como Myriam, Bélgica en Chile o Marilú Marini en Argentina son grandes actrices y transmisoras de un espíritu que nos salvará e inspirará para continuar creando.
Para Myriam palacios actuar era puro amor. Una vez me confesó: “Necesito sentir en escena que el director me ama, y yo amarlo para entregarme”