Por Pablo Arahuete
La infancia y los cuentos infantiles no siempre tienen un final feliz. Por fortuna en el cine tampoco mientras que en la imaginación las reglas del orden se rompen para abrir otros surcos. La ópera prima de Alessia Chiesa El día que resistía bucea en esas profundidades donde emerge la oscuridad en la infancia y en esta entrevista con su directora profundizamos aquel maravilloso y enigmático mundo.
Mis cuentos preferidos eran los que inventaba mi papá, que eran seguramente los mismos cuentos que los tradicionales, pero mezclados
Pablo Ernesto Arahuete: – ¿Cómo repercutían en vos los cuentos infantiles y los peligros que corrían sus protagonistas cuando eras chica?
Alessia Chiesa: –Recuerdo las lecturas de cuentos que hacían mis padres a la hora de dormir y la fascinación que me generaba entrar en esos mundos de la imaginación, acostada en mi cama. Mis cuentos preferidos eran los que inventaba mi papá, que eran seguramente los mismos cuentos que los tradicionales, pero mezclados -para que no fuera siempre el mismo- a veces poniéndome a mí de protagonista. La repercusión era la identificación en algo que parecía lejano pero que no lo sentía de esa manera. Los cuentos son inmersivos, te transportan a otros universos, como las películas y estando ahí realmente creés que eso puede estar sucediendo. Ese es el “contrato” de la imaginación: entrar y salir.
También recuerdo que cuando empecé sola a leer libros infantiles – no únicamente de cuentos – tenía una fe ciega en la literalidad de lo que contaban o explicaban y yo buscaba muchas veces experimentarlo en la realidad, sentía la necesidad de hacerlo. Así era que a veces me aventuraba en recetas de dulces y otros experimentos basada en lo que decía tal cuento o librito, vagamente explicativo. El resultado estaba lejos del objetivo, pero muchas veces lograba convencer a los grandes o a mis pares de pasar a la acción porque “yo sabía cómo se hacía porque lo había leído”.
P.E.A.: – Tu película marca la ausencia de adultos no como un conflicto o carencia sino como una chance para la imaginación de los niños protagonistas. ¿Considerás que el cine contribuye a un imaginario de la ausencia adulta como señal unívoca de abandono de la infancia?
Yo quería que la película mantuviera la doble posibilidad, tanto en su forma como en su lectura, del realismo y de lo fantástico…
Alessia Chiesa: –No. Esa sensación debe quizá venir del hecho de que los niños no hacen cine, y por ende todo retrato donde aparezcan únicamente ellos genera extrañeza: donde están los que “hacemos las cosas”? Justamente la película plantea lo contrario desde la ambigüedad de esta representación. Parte de una premisa extraña que aparenta ser realista: tres niños solos en una casa. Sin embargo, a medida que avanzamos en la historia y el relato, la forma misma de la película nos va guiando hacia otro contexto y por ende hacia otra manera de percibir esa soledad. La evolución más profunda de la película es la migración de un registro a otro, o más bien la revelación de un registro que no imaginábamos. El tratamiento menos estilizado, de carácter observador en el cine nos acerca mucho al realismo y a interpretar todo desde ahí. Yo quería que la película mantuviera la doble posibilidad, tanto en su forma como en su lectura, del realismo y de lo fantástico, poder cambiar de registro y así acceder a otra visión desde una forma que no abandona el terreno de lo real.
Creo que esto va da la mano con lo que mencionás acerca de la chance para la imaginación. La película no avanza hacia la resolución de un conflicto sino hacia la sugestión de otras vías de exploración del imaginario, no sólo de los niños protagonistas, sino de las nuestras.
P.E.A.: – ¿Cuál fue el criterio de haber elegido la alegoría con el clásico Hansel y Gretel más allá de la representación del bosque como espacio de lo prohibido y lo desconocido?
Me interesaba también recobrar esta memoria de lo terrible que tanto nos ha fascinado de niños.
Alessia Chiesa: –Hansel y Gretel es sólo uno de muchísimos cuentos en los que me basé. En la película hay tres: Hansel y Gretel, Pulgarcito y Los mensajeros de la muerte. Estos cuentos forman parte, entre otros, de la colección de Leyendas y Relatos de tradición oral, que hicieron los hermanos Grimm. En ellos muchos elementos se repiten: los hermanos, el abandono, el bosque, el hambre y la muerte.
El criterio para elegir esos tres fue el de establecer una progresión en el nivel de literalidad del horror que reconocemos en su lectura y el extrañamiento que nos generan. En realidad, los tres cuentan historias igual de terribles, sin embargo cuanto más conocido es el cuento, menos nos llama la atención el horror: está normalizado, casi olvidado. Pulgarcito, si bien todos conocemos ese cuento al menos de nombre, no está mencionado claramente. Ahí se genera un pequeño desfasaje: podría ser que estuviéramos leyendo Hansel y Gretel pero por alguna razón ya empezamos a prestar más atención a lo que se cuenta, el contenido y no tanto a la forma. El tercer cuento es poco conocido, muchos piensan que lo inventé yo. Lo elegí por la manera tan simple y directa que tiene de describir metafóricamente a la muerte. Cuando empecé a explorar el mundo de los cuentos me dí cuenta hasta qué punto llegamos a “clasificar” esos cuentos de “infantiles” y creemos conocerlos pero en realidad muy pocos recordamos exactamente los detalles de la historia. Me interesaba también recobrar esta memoria de lo terrible que tanto nos ha fascinado de niños. Porque a los niños les fascinan estas historias terribles: buscan saber más, aprender de ella, les sirve de exploración personal a través de la imaginación.
La elección y la ubicación que tienen estos tres cuentos en la película son el cimiento de la estructura dramática. Esta nos permite acompañar la progresión de la historia de los niños y a la vez desmitificar la idea del cuento infantil como tal, hacernos reflexionar acerca de este último y del rol que juega en la infancia.
P.E.A.: – ¿Quiénes son las brujas modernas para la infancia de nuestros días?
Alessia Chiesa: –Creo que las brujas son siempre “brujas” y atemporales. Si tuvieran algo en lo que las pudiéramos definir, dejarían de ser brujas.
Son un fantasma, lo desconocido, lo ambiguo, la ausencia, van mutando de una cosa a otra y se nos escapan. Básicamente son los miedos, que siempre nos acompañan y con los que tenemos que aprender a lidiar, sobre todo en la infancia. Pero creo que las brujas nos acompañan toda la vida.
P.E.A.: – ¿Cómo trabajaste con los actores el umbral de juego y cine?
Alessia Chiesa: –El cine era parte del juego. Como todo juego, tiene sus reglas: “acción y corte”, el que mira a cámara pierde y hay que volver a empezar, etc.
El umbral varía todo el tiempo, siempre era una mezcla de ambos: a veces mucho juego, y la puesta en escena adaptada a dejar el espacio de libertad para eso. Otras veces la puesta en escena llevaba la delantera y el desafío del juego era mayor para los niños: entrar en ella, adaptarse, entenderla. Ese era mi rol como directora y el del equipo también, el de hacer de transmisores de la puesta y receptores de las ganas y necesidades de los niños. Nosotros éramos más maleables que ellos porque en definitiva ellos nos aportaban un torrente de energía, ideas y entusiasmo, que había que poder canalizar y aprovechar de la mejor manera para la película.
mi rol como directora y el del equipo también era el de hacer de transmisores de la puesta y receptores de las ganas y necesidades de los niños.
P.E.A.: – ¿Qué te aportaron ellos desde su interpretación y reinterpretación de la historia que les planteaste?
Alessia Chiesa: -Los chicos aportaron sus propias personalidades y la pusieron al servicio de un juego, cada uno desde su propia vivencia personal e infantil del rodaje. Eso sólo ya aportaba una reinterpretación de lo planteado porque vinieron a escuchar y a decir lo que pensaban de la historia y no había nada establecido o de hierro. Jugando “a la historia” en varios planos distintos y a través de diferentes actividades, surgían sus reacciones. Muchas cosas se charlaron, pero muchas otras sólo surgieron en el momento como un juego o como un momento de vida como cualquier otro: las escondidas, el baño, la cepillada de dientes, el dormir. La película tiene mucho de documental de nuestro intercambio y de esos momentos compartidos juntos mientras que pensábamos e imaginábamos juntos la película dentro de sus líneas directivas.
P.E.A.: – ¿Qué determinó la puesta en escena?
con cada “acción y corte” los chicos se cansaban porque eso significaba que había un ping-pong entre actuar y la burocracia de la filmación…
Alessia Chiesa: –La puesta en escena fue mayormente pensada para que pudiéramos desarrollar los juegos y actividades sin la invasión y las limitaciones que representa filmar una ficción típica.
Por ejemplo, casi no usamos luces, todo lo pensamos desde la luz natural de la casa y, claro, eso te complica por otro lado porque no podés filmar en cualquier lugar a cualquier hora, no sólo por necesidad estética sino por el verosímil. Las escenas de la noche las filmábamos al atardecer con las persianas bajas porque todavía había luz y esa era la hora en que los chicos estaban más predispuestos a hacer las escenas de “la hora de dormir” en un horario preciso. Más tarde, ya estaban muy cansados. Más temprano, tenían demasiada energía.
Para la cámara usábamos pocas posiciones, muy pensadas y probadas de antemano, para que así no se tuviera que reestructurar la escena en el momento. Eso hacía que los chicos estuvieran en un set bastante tranquilo, con poca gente y que fluctuaba poco.
También había que adaptar la puesta a los niveles de paciencia de un niño. Si bien les encanta repetir las cosas, es únicamente las veces que quieren ellos, no las que uno le pide! Nos dimos cuenta de que con cada “acción y corte” los chicos se cansaban porque eso significaba que había un ping-pong entre actuar y la burocracia de la filmación en sí como chequear el foco, la continuidad, ajustar tal o cual cosa. Ellos se hartaban de eso. Así nos dimos cuenta de que en ciertas escenas era mejor repetir las acciones en una sola toma porque el juego no se cortaba. Era un desafío para nosotros porque técnicamente teníamos que estar muy preparados, no podíamos especular con corregir cosas en el corte.
Todo esto lo descubríamos mientras se rodaba.
P.E.A.: – ¿Dónde se cruzó tu película con tu propia infancia?
Alessia Chiesa: –Puedo decirte que hay muchas imágenes de mis recuerdos que busqué retratar o reconstruir en la película y que al verla, casi que los reconozco como si hubieran vuelto a existir, pero en otro lugar, diferentes.
La idea de “La quinta” es lo que puedo decir con seguridad. Fue un lugar mítico de mi infancia, donde siento haber vivido muchas cosas. Ir ahí era para mí siempre una aventura porque ahí era más libre que en el departamento de la capital. Estaba cerca de la naturaleza, exploraba y compartía mucho más tiempo con mis hermanos del que compartía en el mundo de la ciudad. Teníamos nuestras reglas, nuestro mundo. También pasaba mucho tiempo sola. O así lo recuerdo.
Pero los recuerdos están hechos de todo un poco, y es en esa idea en la que me basé. Uno se la pasa reconstruyendo, con lo que tiene a mano, hasta que aparece algo nuevo y lo aporta, y cambia. En la película, quise hacer eso con estos niños y con un equipo de trabajo, quise compartir esa reconstrucción, ese proceso, imaginando poder compartir un mundo de recuerdo infantil no sólo mío, sino de muchos. De generar una mezcla entre la infancia misma y nuestros recuerdos de ella.