Por Pablo Arahuete
Insilios formó parte de los cortometrajes de Historias breves 16, película que todos los años procura dar un espacio a nuevas camadas de directores y en este caso provenientes de diferentes rincones de Argentina. Entre ellos, Luis Camargo, quien presenta Insilios esta vez en su propio suelo. Tuvimos la chance de hacerle un par de preguntas para que nos ampliara su mirada sobre el desarraigo y sus motivaciones para aventurarse a contar esta historia de soledades y distancias, que con enorme sencillez alcanza a retratar el alejamiento de aquello que más se quiere a partir de las decisiones en los caminos de la vida.
Pablo Arahuete: -¿Cómo se originó este proyecto y desde qué lugar te paraste para contar una historia de desarraigo sin la distancia habitual que siempre aparece en relatos o narrativas acerca de los exilios?
Luis Camargo: –El desarraigo es una temática insistente en el imaginario social de Tierra del Fuego. Siempre quise escribir sobre ese tema, y una anécdota que le ocurrió al actor que hace de Juan, me sirvió de inspiración para la historia de Insilios. Como psicólogo (mi profesión de origen), escuchando a las personas que vinieron de otras provincias hacia aquí -en general buscando mejores horizontes laborales-, solía oír de fondo un anhelo: se vivía para el regreso. Un poco como lo relataban los exiliados de la dictadura en el exterior, nada más que aquí los procesos migratorios no habían sido (en cierto sentido) forzados, y no se salía del país. No hace falta que una dictadura o una crisis económica te saque del país para sentir el desarraigo. Puede ocurrirte dentro las propias fronteras, sobre todo cuando las distancias son inmensas, como en la Patagonia. De ahí, la idea de exilio en el interior como dice el título, haciendo reverberar también -además del “interior del país”- la interioridad de las personas, que aquí suelen “meterse hacia adentro”, a ser más introspectivas (como Germán, el protagonista del film), también por el propio frío, que no te deja salir mucho al exterior. El Estrecho de Magallanes que separa Tierra del Fuego del continente, pareciera separarnos también de ese mundo cercano y familiar, pues allí nacieron y se criaron los desarraigados del sur. Familiar, pero a la vez paradójicamente extraño y distante, pues no se termina nunca de regresar a él, a pesar de vivirse para ello. Además, cuando efectivamente se retorna, no es aquel al que se imaginaba regresar, y por ende, se vuelve doblemente extraño.
PA: –¿Qué te propone la estructura de la road movie como plataforma de desarrollo dramático?
Luis Camargo: –Siempre me fascinaron las road movies, al estilo París-Texas de Wim Wenders, o Una historia sencilla de David Lynch. Tienen ese timing, ese tiempo preciso para la reflexión, para la introspección, para el cambio subjetivo de un punto al otro. La referencia al movimiento, al devenir, que propone una ruta, es en última instancia la metáfora de la vida. El destino, aun cuando sea conocido es incierto, y en el origen siempre hay algo del orden de la pérdida. Lo posible, lo asible, en todo caso, quizás se dé en el camino, ni al principio, ni al final. La verdad debe andar por ahí, perdida en el camino.
Volviendo a la temática del desarraigo, me pareció interesante situar la historia en un viaje en colectivo, que une las dos tierras, el continente y la isla, cruzando el mar. Es el viaje interno que cada uno debe hacer para lograr tramitar algo de ese desarraigo, y echar alas en cualquier lugar como dice la canción original de Insilios.
PA: -¿Te pareció apropiado el paisaje para contar una historia en que se vinculan soledades?
Luis Camargo: –Es así, tal como lo mencionás: dos soledades que se vinculan, en un paisaje que es a su vez desolado. Porque no es el paisaje hermoso y turístico de Ushuaia, que no hubiese funcionado para la historia: es la aridez de la Patagonia de estepas interminables la que enmarca el viaje, paisaje que les hace resonar a cada uno de ellos lo que no tienen, lo que pueden perder, o lo que pueden reencontrar. Cuando hay que tomar decisiones cruciales, uno se siente un poco solo en el medio del desierto, aunque esté acompañado por multitudes. Germán y Juan están así. Sobre todo Germán, que se debate entre sostener el bienestar económico, ubicado en la isla, en el sur, o la cercanía con sus hijos o su familia, ubicado en lo que aquí llaman “el norte” (del Estrecho para arriba). La Patagonia infinita, la Patagonia insondable, es el tercer protagonista del corto, al menos así lo pretendí. Y en tanto director, puedo asegurarte que aquí, a la hora del “acción!”, ese personaje es inmanejable e impredecible…