Por Laura Pacheco Mora
Carlos Echeverría presenta en el Festival su documental y ese fue el motivo de una charla extensa donde nuestra enviada Laura Pacheco Mora pudo indagar con más profundidad acerca de un trabajo de investigación arduo y que además juega los elementos ficcionales en un ensamble de alta poesía.
Es muy valioso que se hagan festivales para que se vea cine en sala.
Laura Pacheco Mora: –Contanos un poco sobre tu documental y si tiene o no diferencias con otros realizados por vos.
Carlos Echeverría: –Es un documental que está narrado de una manera muy dinámica, y es algo que seguramente le va a interesar a los riograndenses por la sensibilidad que hay especialmente con la causa Malvinas; porque se trata de enclaves británicos que hubo en toda la Patagonia y hay ahora, además de los ingleses, de otras compañías multinacionales.
La construcción de la nieta que viaja y no sabe mucho de su abuelo tiene como objeto representar un poco al público joven y actual, que se va a ir metiendo en la historia e irá acompañando a la protagonista en su colección de datos, de informaciones y encuentros. La invención de la nieta que realiza un viaje intra-patagónico, -viste que no es un viaje como proponen habitualmente las historias del cine argentino desde y hacia Bs. As-; es una representación de un público más joven, más cercano en este tiempo. Una invitación a introducirse en el tema.
Nahue, la protagonista, tiene 33 años y en su largo viaje se cruza con Fernanda de 25. En el
documental, Fernanda es estudiante de Historia y está haciendo una tésis sobre el tema. En lo personal la consulto bastante, tiene muchos trabajos hechos, sobre todo sobre lo que fue la policía fronteriza en Chubut. Ella es la que más ha investigado el tema de los campos de concentración en la zona de Valcheta, en el S. XIX. El nombre verdadero es Pilar Pérez, y su último libro se llama “Archivos del silencio: estado, indígenas y violencia en la Patagonia central 1878-1941”. A partir del ´38 se forma la Gendarmería y empieza a tener actividad en la patagonia más o menos en el ´41, reemplazando a la policía fronteriza. Por eso pienso que ella centró la investigación en ese lapso de tiempo.
Me pasa seguido que la gente dice sobre mis películas que necesitan verlas dos o más veces para procesarlas. Es cierto que le exijo bastante al espectador, con la información y con historias paralelas.
Yo lo llamo improvisadamente “Documental con ayuda de ficción“, no es muy académico que digamos… porque la nieta y su amiga, pertenecen a la ficción.
L.P.M: -Mucha documentación y algo de ficción ayudan a aclarar ¿qué opinás?
Carlos Echeverría: –Hace rato que se vienen perdiendo las fronteras entre el documental y la ficción, por el sencillo hecho de que una vez que está capturado por la cámara y uno organiza la información en la línea de tiempo del programa de edición, ya todo es ficción.
L.P.M.: ¿Por qué elegiste ser documentalista?
Carlos Echeverría: –Al tener que elegir, en los comienzos de mi estudio, es donde me sentía como pez en el agua; pero tengo varios asuntos pendientes con la ficción; de hecho, apenas pueda -porque ahora justo me han surgido proyectos documentales- tengo algunas ideas de proyectos de ficción que intentaré concretar. En algunos documentales he incorporado ficciones muy breves.
Primero, tuve experiencias en el periodismo, desde chico archivaba diarios y fotos. Después, tuve unos chispazos relacionados con el cine; hice un curso de fotografía cuando tenía 17 años toda vez que pude comprar la cámara de fotos (comencé con una Asahi Pentax 500).
Empecé en el Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (1975), que justo había clausurado unos lugares para hacer deportes, que eran los que yo practicaba, y había una sección de fotografía en el club. Los cursos eran gratuitos, así que me anoté y creo que eso fue lo que me cambió completamente. Vengo de una familia que tenía un álbum de fotos muy interesante en blanco y negro, que observaba muy seguido.
L.P.M: ¿Cómo fue esa experiencia tan temprana?
Carlos Echeverría: –Aprendí muchísimo de la fotografía y del análisis del discurso fotográfico allí en Gimnasia y Esgrima. La sede quedaba a tres cuadras del Obelisco y no sé si era porque había muchos socios que a su vez eran especialistas, capos de fotografía publicitaria y periodística, que venían y daban charlas y seminarios los viernes. Hubo dos muy importantes: uno trajo audiovisuales con diapositivas, dos proyectores y música: eso me gustó muchísimo porque hacer fotografía en blanco y negro era muy caro y la fotografía en diapositiva, vos comprabas el rollo y con la compra del rollo, ya estaba el revelado pago, incluidos los marquitos. Eso por un lado, y por el otro, porque los audiovisuales tenían música y se podía contar una historia con más de una foto y eso me entusiasmaba. Además, bueno, comprarse una cámara Super 8 en esos tiempos era prohibitivo. Uno de estos conferencistas que no recuerdo bien quién es, dio un seminario de fotografía muy bueno. Y nos dijo: “quieren ver fotografía… vayan al cine… vayan a ver fotografía al cine… vayan a ver películas y miren la fotografía en la película…” Y ahí empecé a averiguar todos los ciclos de cine gratis o de bajo costo; me volví un fundamentalista e iba todos los días. Mi mamá me decía …”no estás nunca!”… “Y no, porque voy al cine” contestaba yo. Un día en la sala Lugones, viendo un documental canadiense comencé a preguntarme qué pasaría si yo probara… y pasaron dos cosas más en conjunción: en esos días conocí a la protagonista de “Nazareno Cruz y el lobo“ Marina Magalí, justo al mes que se estrenó la película, así que aproveché para preguntarle durante semanas, muchísimas cosas de cómo filmaba Leonardo Favio.
En el curso de toda esta historia en el club de: “vayan a ver cine”, fui a ver entre otras, varias de Ettore Scola, Federico Fellini y Favio. Luego me mudo a Bariloche y tuve la oportunidad de hacer un audiovisual ya con diapositivas y además, un programa de radio.
Con ese andamiaje, a los 20 años, me mudo a Alemania, entre otras cosas, para intentar estudiar cine. Estamos hablando de comienzos del año ´79. Cuando en el 80 logro entrar, como oyente a la Universidad del Cine de Munich: se inscribían al examen de ingreso unos 400, y quedaban 15 por sección documental y 15 por sección ficción, sentía que tenía más herramientas para el documental que para la ficción. No hablaba bien el idioma y no me imaginaba todavía trabajando con actores alemanes y pidiéndoles tal o cual emoción.
En ese año quise saber cómo filmaba Rainer Fassbinder y fui extra en una de sus películas (Lili Marleen) para verlo trabajar. Me formé como documentalista a los 22/23 años. Mi primer largo documental lo rodé a los 24 años sobre el exilio de Osvaldo Bayer en Berlín y en su regreso a la Argentina en medio de la situación política alrededor de las elecciones de octubre de 1983. Antes, en el 82’, rodé en equipo con un compañero de estudio, un documental sobre el muro que separaba a los dos Estados alemanes y un año antes hice cámara para documentales de otros compañeros.
Todavía estoy en un proceso de aprendizaje; en algún momento voy a zambullirme más de lleno en lo que es la ficción.
L.P.M: -Pero ya tenés proyectos…
Carlos Echeverría: –Ideas claro, pero los proyectos tienen que salir.
L.P.M: -Sin la idea no hacemos nada…
Carlos Echeverría: –Claro!
L.P.M: -¿Qué significó que hayas descubierto a temprana edad la realidad patagónica?
Carlos Echeverría: –Para mí fue importante y me definió también políticamente, no desde el punto de vista partidario, sino como sujeto político activo. Las películas son consecuencia de ese conocimiento de la realidad, no de un interés específicamente por el cine. El cine para mi es una herramienta para comunicar lo que uno siente y piensa, y para compartir con los conciudadanos.
L.P.M: -¿Qué documentalistas contemporáneos argentinos te gustan o te resultan interesantes?
Carlos Echeverría: –Son muchos los trabajos que me han conmovido, sacudido y motivado. Me gustan los trabajos de Alejandro Fernández Mouján, de Carlos Castro, Virna Molina y Ernesto Ardito. Sinceramente, en la última década me perdí de ver varios documentales por la ocupación intensa que tuve en los últimos años. Espejo para cuando me pruebe el smoking, me parece muy bueno y muy interesante es también el tratamiento documental de Valeria Mapelman, así como -Los libros y la noche- y –Cortázar- de Tristán Bauer y Carolina Scaglione. Los cineastas que tuvieron que ver con mi formación y siempre nombro son: Jorge Cedrón, Pino Solanas, Octavio Getino, Ettore Scola, Roman Brodman, Eberhardt Fechner, Frederick Wiseman y Richard Leacock. Más allá de esto, la tira Cosa Juzgada del grupo de David Stivel en 1970 fue importante, así como la obra de los escritores Rodolfo Walsh, Osvaldo Bayer, Osvaldo Soriano y Mario Benedetti.
L.P.M: -Estamos de acuerdo que hacer una película cuesta mucho, teniendo en cuenta esa premisa, ¿vale la pena lo que se está realizando, estamos realmente transmitiendo mensajes importantes como país desde nuestro cine?
Carlos Echeverría: –Ahora en este Festival voy a ocuparme de eso y en otros festivales también. Pero me parece saludable que se haga mucho cine documental. No quiere decir que sea todo brillante; es importante y ayuda el hecho que en los últimos 20 años la tecnología haya permitido que se ruede más también. Prueba y error, me parece bueno que se hagan muchas cosas.
Este documental lo edité en un 90% en Bariloche y lo terminé aquí en Río Grande. Antes, algo así desde el punto de vista técnico, era impensable. Todo ocurría y solo se podía hacer en Buenos Aires. Por eso me asenté un tiempo allá.
Para aquellos que financian no deja de estar subestimado el documental; sigue siendo el hermano menor del cine en general. Sigue siendo un cine, que en algunos casos, es casi precario. Entre 2008 y 2015 –lapso en que yo no pude producir- se fomentó mucho. De todas maneras nunca es suficiente y ahora se restringió mucho.
Estamos haciendo demasiado cine de reconstrucción, retrospectivo, y ya se piensa en nuestro país que el cine documental es la reconstrucción de algo o la historia, por ejemplo, de una banda de música en sus comienzos, o la historia de una persona pero hacia atrás; y no está tan presente (quizás por las condiciones de financiación), que se puede hacer cine documental o contar una historia documental con el presente y con el futuro.
Con respecto a los festivales, me parecen muy valiosos, sobre todo en ciudades de todas las provincias, porque la promoción hace que la gente vaya al cine y que le tome el gusto o siga dándose el gusto, entre otras cosas, de la ceremonia que es prepararse para ir al cine, salir, conversar sobre la película. Una película u obra de teatro, por más mala que sea obliga a la reflexión y al intercambio de pareceres entre las personas.
Si bien la tecnología permite hoy ver materiales on demand, en principio es más individual y hasta diría que no se aprovecha del todo.
L.P.M: -¿Eso puede representar un problema también?
Carlos Echeverría: –Sí, yo lo veo en mis alumnos, teniendo todo el abanico de posibilidades, se ve parcialmente o no se ve, y las condiciones de visualización no son las mismas. Uno observa en una pantalla de un tamaño aceptable, pero hay mucha gente que ve en tablets o en teléfonos. Por eso digo que es muy valioso que se hagan festivales para que se vea -cine en sala- con buena proyección.
L.P.M: -La frase… “Más temprano que tarde”… ¿Qué significa para vos?
Carlos Echeverría: –Significa lo que tiene que ver con la recuperación de todas las tierras que están dentro del esquema de extranjerización de nuestro país.
L.P.M: -Con respecto a Santiago Maldonado, porque lo nombrás casi al final de tu trabajo, ¿eso fue elegido a propósito y por qué? Te lo comento porque si elegías nombrarlo a los cinco minutos de película, estaríamos hablando de otro documental…
Carlos Echeverría: –Esta película sirve de contexto histórico para contribuir a que se entienda la realidad alrededor de lo que sucedió en Cushamen. Santiago fue perseguido hasta la muerte en el corazón de lo que fue locación de este documental. Yo anduve por allí, pero bastante antes de lo que ocurrió en 2017, y me parece que sirve de contexto. Después, en ese año, yo estaba editando esta película y de hecho no pude participar como hubiera querido en la película El camino de Santiago porque estaba en una calle sin salida respecto a terminar el montaje. Tuve contacto, participé de algunas cosas, obviamente estaba informado todo el tiempo de lo que ocurría. Para mí fue muy conmovedor, justo cuando pasaba lo de Santiago, estaba trabajando con imágenes de Cushamen. La distancia de las escenas que estaba editando, con el lugar en donde él desapareció era menos de un kilómetro; y tengo un hijo de su misma edad, apenas unos meses de diferencia; así es que todo era muy fuerte.
Bariloche queda más o menos de 200 km. de Cushamen centro, pero antes de que desapareciera Santiago, nombrabas la palabra Cushamen y nadie sabía bien qué era. A veces, se produce esa cuestión de conocer lo que hay en los alrededores, los refugios, los lagos, pero se desconoce la historia de los lugares. Aquí en la Patagonia, podés viajar muchos kilómetros y no ver a nadie, no saber nada, salvo que te lo cuenten. A partir de lo que pasó con Santiago Maldonado, Cushamen es una palabra que tiene relevancia nacional.
Entonces, yo estaba terminando de construir la película y pensé que no podía obviar lo que estaba sucediendo, todo el contexto de donde tienen lugar los hechos que narra Chubut, libertad y tierra. Por eso están mencionados Santiago y Rafael Nahuel, y en esos lugares.
Más o menos seis años antes realicé allí el documental. Las imágenes del río Chubut, fueron rodadas en sitios muy próximos al lugar de los hechos.
En la última etapa del rodaje, me fui un tiempo a grabar solo en Cushamen, sin las actrices.
Algunos espectadores que no son patagónicos, de los grandes centros urbanos, se han quejado de que hay mucha imagen de campo. Pero todas las imágenes de los campos tienen una función histórica y territorial. Cuando se habla de Leleque es Leleque, cuando se habla del campo pedregoso, es Cushamen, no es mera ilustración. Cualquiera que es de la zona reconoce los lugares; en ese sentido el documental es riguroso.
L.P.M: -¿Sos muy metódico, como realizador cómo te describirías?
Carlos Echeverría: –No sé, yo soy un tipo interesado en la política y en la historia y trato de hacer un buen trabajo documental sobre los temas que investigo y abordo. Y lo que no hago es subestimar, porque el espectador tiene su propia historia y su propia información y vida. La película es sólo una parte entre lo que se produce entre la pantalla, el espectador y su cerebro.
L.P.M: -Cuando terminás un trabajo, ¿recibís lo que esperabas por parte del público?
Carlos Echeverría: –En general recibo lo que esperaba. Depende en que lugar también. Porque sobre todo el documental está bastante circunscripto a lo regional: – viste que se sugiere que tiene que ser universal-.. En el caso del documental, a mi entender, está más relacionado a la región, provincia, país que le da marco al conflicto. Por ahí recibo opiniones que no espero, pero las acepto, tranquilamente. Tampoco estoy pendiente de seducir a los espectadores. Pongo todo en mi trabajo y ahí está, a la vista.