Por Pablo Arahuete
Una vez escribió decir adiós es crecer y otra nos dijo adiós, pero tal vez sin saber que esa palabra no iba a tener una correspondencia directa. Fue en Monterrey en 2009 en el primer show de su última gira para presentar su quinto disco solista Fuerza Natural. Pero también hablaba de puentes y ese histórico momento del adios trazó un puente. Ya estaba predestinado que ese puente, cumplido diez años de aquel concierto en un estadio de baseball, a partir de ayer con un mega lanzamiento no sólo en Argentina sino en plataformas comienza a crecer, y vaya que crece porque desde la música cósmica todo se vuelve mucho más eterno. Átomos desordenados sin principio ni fin y entonces escucharlo de principio a fin fue parecido a estar allí.
Como todo gran evento la presencia de Gustavo Cerati llega desde la confesión y las explicaciones innecesarias para justificar el impulso del deseo. Explicaba esa sensación de hacer realmente lo que quería y quedaba más en evidencia que con Soda no se iba a poder. Y así arrancó la noche de Monterrey con una idea del deseo presentar todo el disco nuevo en una primera parte, compartir todo lo que se tiene y si es lo último el riesgo del artista es mayor.
Cada imagen hecha armonía realza la estética de la música porque la música también viene adosada a una estética y no se trata simplemente de acomodar notas bajo un ritmo y en un tono o dos, Cerati pintaba con sus dedos en las cuerdas de cualquier guitarra algo de eso seguramente lo mamó del flaco de quién también pudo decir adiós, antes que las olas bajaran de golpe y de golpe cada tema suena distinto, la gran banda que acompaña parece hecha a medida como por ejemplo Fernando Samalea con velocidad de la luz en la batería o el gran Richard Coleman como otra guitarra soñada. La dupla Coleman/Cerati desde aquellos inviernos de Fricción se convirtieron en Héroes otra vez y a Fuerza Natural de solos hicieron vibrar Monterrey.
Pero Fuerza Natural demostraba la amplitud musical en todo sentido y se lo ve a Cerati en su plenitud de artista, la voz privilegiada para jugar los tonos graves y agudos con la misma facilidad al hacerse de una armónica y también sacar algo más de ese instrumento. Nada más ni nada menos que un disco completo para dar paso a la segunda parte del concierto y es allí donde apareció la magia desde la Zona de promesas para repasar un set de canciones inolvidables, incluída la Marea de Venus de su disco Colores Santos. Y qué decir entonces cuando llegó el turno de Crímen para que el estadio estalle en un aplauso sostenido como seguramente ocurra en los cines o en cualquier espacio donde el puente continúe abriendo su camino.
Era necesario que tengamos la suerte de poder decirle: Adios.