Por Alan Prince
A esta altura imaginar a Connery nuevamente en la piel del 007 era un sueño para cualquier fan, pero lamentablemente el actor había dado por terminada esta etapa de su carrera.
Con ello nuevamente había que buscar un nuevo 007 y United Artists, el estudio que había logrado convencer a Connery, tenía en mente una lista de candidatos de renombre como Clint Eastwood, Burt Reynolds, Paul Newman y Michael Billington, siendo este último el candidato más fuerte.
Pero tanto Broccoli como Saltzman no estaban convencidos: Bond tenía que ser británico, ya esa regla había salido mal cuando se rompió, no iban a arriesgarse. Fue entonces que surgió un viejo conocido: Roger Moore.
Moore no era ajeno a Bond. De hecho, el actor lo había interpretado en un episodio de la serie Mainly Millicent en 1964. Pero fue la serie The Saint (1959-1969) la que lo había lanzado a la fama; debido a ella y sus compromisos previos había resultado imposible que se vistiera el traje de 007 en Dr. No y Al servicio secreto de Su Majestad. Sumada a la larga amistad que mantenía con Broccoli y Saltzman, Moore se convirtió en el nuevo 007.
Bond vs el público
Durante la década del ‘70, el cine sufrió muchos cambios y esto trajo aparejadas ciertas repercusiones en las demandas del público.
Moore debutó en la entrega de Vivir y dejar morir en 1973 que se vio influenciada por el Blaxploitation, el cine dirigido a los afroamericanos. Hasta la fecha era poco probable verlos en alguna producción y si lo hacíamos tenían un rol reducido. Esto cambiaría durante la década de los 70 y tanto Broccoli como Saltzman tenían la intención de adaptar a Bond a lo que el público demandase.
Este factor se volvió recurrente en la filmografía de Moore, donde el agente debía aggiornarse para no pasar de moda.
Con la novedad de contar con algunos ingredientes derivados del Blaxploitation Vivir y dejar morir funcionó muy bien. Desde la primera escena (un clásico en los filmes de Bond, cuando hay nuevo actor) el filme nos marcaría el tono de su intérprete: veríamos a un 007 mucho más cómico y promiscuo. También el más madurito en debutar para el rol: para 1973 Moore contaba con 45 años.
Vivir y dejar morir contó con Guy Hamilton en la dirección, además de introducir a Yaphet Kotto en el rol antagónico del Doctor Kananga, y a Gloria Hendry como la primera chica Bond negra: Rosie Carver, que además era el interés romántico de turno del 007. Un hecho casi inédito para la época, donde las producciones solían emparejarlas con afroamericanos. Algo que Bond abordó muy bien (en Sudáfrica la audacia no causó mucha gracia por lo que las escenas románticas se censuraron) y si realmente quería perdurar debía sumarse a lo que la gente quería ver.
Con un buen éxito en taquilla -era inminente una nueva entrega del 007-, Moore aseguraría su continuidad en muchos más filmes.
Si con el Blaxploitation pudieron adaptarse, para 1973 el fallecimiento de Bruce Lee dio paso a la Bruceploitation y con ella la introducción de los asiáticos que hasta entonces Hollywood había retratado como antagonistas.
En esta oportunidad, El hombre del revólver de oro (Guy Hamilton, 1974), basado en el último libro escrito por Fleming, era una adaptación considerada difícil. No sólo por el hecho de que el texto era uno de los peores de Bond, sino también por las libertades en manos de Tom Mankiewicz (responsable luego de los guiones de Superman y LadyHawke: el hechizo de Aquila para Richard Donner), que no convencían y debieron recurrir al histórico Richard Maibaum para retocarlo.
La acción transcurría en Asia y también incorporaba a Christopher Lee, primo lejano de Ian Fleming, para el rol antagónico de Francisco Scaramanga, alias el hombre del tercer pezón.
La historia ridiculizó a Bond dejando a la película como el primer fracaso de la saga. Con ello, también la sociedad de Broccoli y Saltzman llegaría a su fin cuando este, abrumado por las malas inversiones, vendería su parte al primero y se alejaría de Eon Productions. Con su partida, el futuro para la saga no podía ser más incierto.
El hombre que comprendió a Bond
Con la renuncia de Saltzman, Broccoli tendría el control absoluto, pero también debería reorganizarse para evitar repetir el fiasco de El hombre del revólver de oro. Tom Mankiewicz, histórico guionista, había sido desvinculado y se fue a trabajar en la primera entrega de Superman (1978).
Richard Maibaum se ocuparía de los libretos a tiempo completo: aquel guionista responsable de darle vida al Bond de Connery ahora encarrilaría a Moore.
Un desconocido Steven Spielberg fue la primera opción para dirigir La espía que me amó (1977), la siguiente historia en ser adaptada, pero Broccoli no preveía que aquel director que estaba trabajando en Tiburón (Jaws, 1975) tendría un éxito arrollador y de pronto se volvió inaccesible.
Finalmente, Lewis Gilbert estaría a cargo de llevar La espía que me amó; además, contaría con el regreso de Mankiewicz para correcciones del guion.
Con el éxito de Tiburón, los depredadores marinos se habían puesto de moda y con la inclusión de Mandíbulas (Richard Kiel), uno de los pocos antagonistas que no sólo se convirtió en uno de los pocos en no morir sino también en eclipsar al enemigo principal (Karl Stromberg, interpretado por el actor germano Curd Jürgens) que no era más que otro millonario aburrido que quería destruir el mundo.
Pero también con Mandíbulas tendríamos uno de los personajes más significativos en el declive de la saga de Moore.
Aun así, La espía que me amó recuperó el beneplácito del público en la taquilla. Lo más destacado de esta décima entrega de 007 seguramente sea la persecución en la nieve del inicio. Reflotado el éxito de la franquicia, Sólo para sus ojos sería la siguiente historia en ser adaptada para la pantalla grande pero el éxito de Star Wars cambió por completo los planes.
Con Moonraker, en 1979, teníamos el título no así la historia, por lo que Lewis Gilbert y Christopher Wood (conocido por escribir novelizaciones de algunos guiones de la saga de Bond) elaboraron el conflicto en el que el 007 debía enfrentarse a otro millonario que quería reconstruir una civilización en el espacio.
Mandibulas -para ese entonces ya era más que un chiste- volvió a aparecer lo que no impidió que el filme tuviera entre los agujeros de guion una de las escenas más memorables en su filmografía.
La escena inicial era algo que no se le podía objetar a Bond y ambientar una pelea en el aire, donde dos hombres peleaban por un paracaídas sin efectos digitales (aún no existían), fue sublime.
Moonraker recaudó 210 millones sobre un presupuesto de 34 millones, un verdadero suceso.
Broccoli definitivamente entendía a Bond y pese a los fallos también tenía lo necesario para adaptarlo, pero también sabía que el tiempo pasaría y tanto él como cualquier Bond, solo estarían de paso.
La nueva EON Productions
Con la partida de Saltzman, Broccoli no podía con todo solo y comenzaría a delegar sus tareas a sus hijos: Barbara Broccoli y su hijastro Michael G. Wilson.
Con Sólo para sus ojos como la adaptación pendiente, Bond volvería a sus raíces, sin ninguna moda que los distrajera. John Glen, editor de la saga hasta entonces, pasaría a dirigir por primera vez una película del 007.
Richard Maibaum y Michael G. Wilson estaban dispuestos a darle el regreso a Bond, pero había un factor que no tenían en cuenta: Roger Moore. Si algo caracterizaba a la saga del agente con licencia para matar, más precisamente la de Moore, era que 007 intimaba con cada chica Bond; no obstante, con el actor llegando a los 50, era incómodo verlo coquetear con chicas veinteañeras. Incluso, por primera vez en la historia de Bond, había rechazado los avances de Bibi Dahl (Lynn Holly-Johnson).
Aun así, el filme de 1981 nuevamente volvía a la acción en la línea de De Rusia con amor (1963) e incluso le daba una conexión con Al servicio secreto de Su Majestad (1969), al visitar la tumba de Tracy.
Un detalle no menor que si no viste el filme, la escena te resulta indiferente. Esta sería hasta la fecha una de las conexiones más precisas donde la saga siempre se había caracterizado por brindarnos entregas independientes (salvo por algunas referencias sutiles como artilugios).
Hubiese funcionado bien el filme como despedida de Moore, pero de pronto una noticia dio vuelta al mundo: Connery volviendo como Bond en una adaptación a manos de Kevin McClory.
La batalla de los Bond
Con el regreso de Connery el retiro de Moore se vio retrasado, por lo que tendríamos en 1983 dos filmes del agente secreto.
Si bien Roger Moore ya daba por terminada su participación en la saga, no podía dejar de lado a su amigo Broccoli, por lo que aceptó trabajar continuar para hacerle frente a Connery.
La prensa se había hecho un festín por esta noticia, si bien era de público conocimiento la mala relación entre Connery y Broccoli, el actor consideraba que jamás le había dado una despedida adecuada a Bond, sumándose a que por culpa del personaje su imagen seguía asociada al 007, riéndose de ello en O.K. Connery (1967) con el protagónico a cargo de su hermano menor Neil.
Thunderball, la polémica historia de Ian Fleming, era el único material con el que McClory contaba para llevar a la pantalla tras el litigio que había tenido con el creador de 007. Tras su fallecimiento, Broccoli continuó con la demanda hacia McClory.
Titulada Nunca digas nunca jamás (Never say never again, 1983), la historia dirigida por Irvin Kershner (el famoso ex profesor de George Lucas que fuera elegido para realizar El imperio contraataca) con el regreso de Sean Connery reflejaba también el paso del tiempo. Habían pasado más de 10 años de su última encarnación y si el actor quería avanzar en su carrera no sólo debía darle un digno cierre sino también expresarle a la gente que ya estaba viejo y no quería terminar agotando el personaje como sucediera con Moore.
Por otro lado, Moore estaba para dar competencia con Octopussy (1983) bajo las órdenes de John Glen. La batalla estaba reñida, Connery era el Bond de la gente, pero Moore era el actual.
Moore apeló como nunca a su humor (y el ecléctico vestuario donde se lo ve disfrazado tanto de payaso como de gorila fueron prueba de ello), mientras que Connery hizo lo que pudo con el guion y los pocos recursos que disponía.
Uno debía hacerle justicia a su personaje tras los destratos de Broccoli, el otro contaba con un gran presupuesto, trabajaba con amigos y no hay nada más placentero que ello.
¿El resultado? La taquilla se la llevó Octopussy, pero Connery salió victorioso porque finalmente pudo decirle adiós a Bond y gracias a ello su carrera despegó como nunca: El nombre de la rosa, Highlander: el último inmortal, Los intocables (por la que finalmente ganó un premio Oscar como Mejor Actor de reparto) e Indiana Jones y la última cruzada fueron algunas de las propuestas que lo ayudaron a superar su encasillamiento como 007.
Sin embargo, la cosa no terminaba ahí. McClory quería más y antes de que pudiera poner en marcha un nuevo film, Broccoli y la MGM impidieron a lo largo de los años que se desarrollaran Atomic Warfare y Warhead 2000 A.D. por lo que sólo podrían llevarse a cabo los filmes de Bond pergeñados por el sello de Eon Producciones.
El efecto Roger Moore
Si Moore ya estaba visiblemente más envejecido en Sólo para sus ojos, pisando los 60 y despidiéndose a lo grande, su era culminaría con 007 en la mira de los asesinos (1985).
No era su única despedida, sino de la saga en sí que llevaba años trabajando con el mismo equipo y personajes.
Moneypenny (Lois Maxwell) y M (Robert Brown) se despedirían de sus personajes. Una despedida difícil ya que Maxwell y Moore se conocían de adolescentes, mientras que con Brown habían trabajado juntos en Ivanhoe. Sumado a que Broccoli buscaba también desligarse de la saga, 007 en la mira de los asesinos tenía ese valor de despedida.
El filme brindaba escenas genéricas mientras que las románticas eran mucho más escasas dado la diferencia de edad entre Moore y las chicas Bond.
Aunque fue un filme que ofició de despedida, llamó la atención la aparición de un extra que aquí daría inicio a su carrera cinematográfica: el sueco Dolph Lundgren, quien tiempo después se convertiría en el mítico Iván Drago en Rocky 4 (1985) y en He-Man en Amos del Universo (1987).
Pese a que tenía ese valor emocional, no me canso de repetir, considero a 007 en la mira de los asesinos como el trabajo más flojo de Moore.
A lo largo de siete filmes, Moore no sólo se convirtió en el actor que más películas hizo de Bond, sino también en el más grande despidiéndose de la saga con 57 años. Pese a que por momentos desvirtuó al agente con su humor tonto y absurdo, también mostró que bien rodeado por un equipo técnico y amigos de confianza, Bond puede adaptarse a cualquier cambio social.
La situación nos deja de nuevo con una vieja pregunta: ¿quién será el nuevo Bond?
James Bond regresará…