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jueves, 21 noviembre 2024
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Sandman: ¿Una adaptación de ensueño o de pesadilla?

Por Joan Segovia, corresponsal Cine Nueva Tribuna, España

Hace ya más de tres décadas, DC Comics empezó a publicar de forma regular la serie de The Sandman, una historia escrita por Neil Gaiman parcialmente basaba en unos relatos cortos de años anteriores de Jack Kirby y Joe Simon, entre otros. Mientras que el apartado artístico fue cambiando de manos y de estilo, saltando de un dibujante a otro, el portadista siempre fue Dave McKean quién supo dar un toque distintivo a la serie quién, aunque solo fuese por el exterior de los tomos, consiguió unificar toda la obra y remarcarla como algo diferente entre los demás cómics de la editorial americana.

Los tintes oscuros de la trama y la crudeza de las historias, así como la prosa y cadencia con la que se desarrollan los relatos, dejaban claro que no era otra obra más para jóvenes y pasó a formar parte de un grupo selecto de cómics para adultos junto a Constantine o Swamp Thing. En 1996 la serie principal terminó y con los años ha dejado patente su impronta en el mundo de la viñeta y ha sido fuente de inspiración para otras grandes obras del cómic, consagrando así también la buena mano de Neil Gaiman como guionista y creador de fábulas. Y ahora, en 2022, llega Netflix para hacer una adaptación, como siempre, a su manera.

Ya de inicio, sin ver nada más que el póster y el teaser de presentación, uno puede ver las diferencias entre la obra original y su adaptación. Esto de por sí no tiene por qué ser algo negativo y, en ocasiones, pequeños cambios estéticos o argumentales consiguen acercar más al gran público y aumentar así sus visualizaciones. Estas pequeñas licencias que se toman, bien comedidas y realizadas con cabeza, no son más que meros comentarios a pie de página que solo los más puristas podrían rechazar. Por desgracia, esto no suele ser así. Como ya hemos visto en numerosas ocasiones (Death Note, Resident Evil, Assassin’s Creed, etc.) estas modificaciones quedan mal integradas o carecen de un sentido claro y el público, normalmente amantes del original, corre a las redes a criticar el resultado.

Entonces, ¿en qué lugar de la balanza se encuentra Sandman? Ciertamente, hay cambios argumentales más que notables que han sido claramente añadidos para dar más peso a ciertos personajes secundarios y unificar la trama de una forma más simple para el espectador. El ejemplo más evidente de esto lo encontramos en las pesadillas cuya trama se alarga de forma innecesaria y tiene un final endulzado que no encaja con el espíritu de las historias de Gaiman.

Otro cambio importante reside en la no aparición de John Constantine. Si bien esto se debe a un problema de libertad en el uso del personaje por una falta de derechos de autor, no todo lo modificado sobre su historia se excusa con este hecho. Johanna Constantine (que originales que sois Netflix escogiendo nombres) no responde al mismo personaje que su familiar desaparecido, sino a una suerte de copia apresurada y de baja profundidad. Tanto su pasado, sus traumas, su comportamiento y su forma de ver y enfrentarse al mundo distan mucho del original, y no en el buen sentido. Este provoca que su trama sea otro cambio edulcorante más que mancha Sandman.

Y es este es el problema principal de esta serie. Todas las historias, hasta la más corta, han sido pulidas de toda aspereza y crítica para ser adaptadas con algodones y lacitos. Mientras el cómic no dudaba en mostrar las calles llenas de suciedad y las personas y los caracteres de imperfecciones, este producto nos romantiza todos los personajes, todas las muertes y todos los lugares. Un exceso de azúcar y arcoíris que choca frontalmente con el espíritu de la obra que se pretende llevar a la pequeña pantalla.

Dejando a un lado que como adaptación cumple lo justo como para no espantar a los fans y que tristemente se pierde toda esencia de los 90 con la que se creó el relato original, ¿funciona como serie en sí misma? Sí, aunque con ciertos matices. La historia atrapa desde el primer episodio, posiblemente el más tedioso de todos, y mantiene el tipo hasta el final. Los relatos cortos, a priori desconectados de la trama central, se van intercalando de forma orgánica con los acontecimientos principales. Además, el peso de la historia está bien balanceado entre sus protagonistas, hecho que debería ser lo habitual en una serie, pero pocas consiguen hacerlo bien.

Pero estos méritos, aunque son lo más básico que uno espera ver en una serie que ha costado 165 millones de dólares, se deben a que han seguido prácticamente página a página la obra literaria. Uno de los guionistas de esta serie es el mismo Neil Gaiman, quién, a juzgar por el resultado final, ha conseguido blindar las tramas y el desarrollo de la historia, perdiendo a cambio esa estética y carisma que definió los tiempos en que creó su obra.

Otro clavo en la comparativa está en la dirección de gran parte de los episodios. Mientras que el cómic se beneficia de su medio para transmitir el relato: cambiando tipografías en función del personaje, con el uso de colores concretos para ciertas escenas, deformando viñetas, cambiando el orden de lectura de algunas páginas o rompiendo la cuarta pared; la serie carece de esa ambición. Más allá de un par de efectos visuales o de transiciones bien aplicadas, el producto de Netflix luce como otra serie más del montón sin conseguir aportar nada visualmente a la narrativa.

El que si consigue transmitir la carga narrativa y cargar en sus hombros el peso la serie entera es Tom Sturridge en su papel del señor de los sueños. Su trabajo actoral es impecable y quita potencia al resto de interpretaciones con las que comparte escena. Aún con las críticas por la elección de casting, Kirby Howell-Baptiste encarnando a Muerte cumple con creces las expectativas y consigue traer esa esencia única del personaje. Kyo Ra (Rose Walker), Boyd Holbrook (Corintio) y, el siempre confiable, Stephen Fry (Gilbert) no se quedan atrás y terminan de cerrar un elenco que ha traído más polémica de la que era necesaria.

Lamentablemente gran parte del reparto no llega al mismo nivel y se marca claramente una división de calidad entre interpretaciones que llega a ser molesta en pantalla. Ese es el caso de personajes como Desepero, Lucienne, John Dee o Unity Kincaid que parecen actuados como para salir del paso, sin que el actor o actriz aporte nada al personaje, y esto, en las escenas que comparten con otros actores, se hace muy notable.

En definitiva, Sandman es una serie que intenta adaptar la obra homónima del mundo del cómic con un resultado aceptable, mucho mejor de lo esperado viendo otras adaptaciones producidas por esta misma plataforma de streaming. Sin embargo, no consigue transmitir ni el tono y la profundidad de sus tramas, quedándose en una vaga reinterpretación sosa y romantizada con algunos buenos detalles aquí y allá. Una serie lastrada a ser simplemente una elección más para ver con el bol de palomitas en el sofá sin pensar demasiado en lo que nos están contando.

Título: Sandman.
Título Original: The Sandman.
Dirección: Jamie Childs, Andrés Baiz, Louise Hooper, Mairzee Almas, Mike Barker, Coralie Fargeat, Hisko Hulsing.
Intérpretes: Tom Sturridge, Gwendoline Christie, Sanjeev Bhaskar, Amid Chaudry, Charles Dance, Boyd Holbrook, Vivienne Acheampong, Kirby Howell-Baptiste, Mason Alexander Park, Donna Preston, Jenna Coleman, Niamh Walsh, Joely Richardson.
Creadores: Neil Gaiman, David S. Goyer y Alan Heinberg.
Género: Basado en novela gráfica, Drama, Terror, Fantasía.
Clasificación: Apta para mayores de 18 años.
Origen: Reino Unido/ EE.UU.
Año de realización: 2022.
Plataforma: Netflix.
Fecha de Estreno: 05/08/2022.

Puntaje: 6 (seis)

https://www.youtube.com/watch?v=03hK9bC-1dU

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