Por Pablo Arahuete
Estimados lectores: se han disipado las conjeturas y dudas que allá por el 2005 un tal James Cameron sembrara, luego de un prolongado distanciamiento de los Estudios, tras haber realizado en 1997 una de las mega-producciones más taquilleras de la historia del cine: la ya clásica moderna Titanic. Por aquellas épocas, el “Proyecto Avatar” significaba por un lado la incorporación de una nueva tecnología al servicio de la imagen 3D, y por otro para el director de Terminator y Aliens el desafío de superar cinematográficamente a su opus de ficción previo.
Por estas y otras tantas razones las expectativas sobre el estreno del film más esperado del año tenían bien diferenciados a los detractores y a los incondicionales de JC, ambos con el mismo nivel de convicción, y desde luego la propuesta no le resultaría indiferente a los neutrales. Entonces, ¿qué es Avatar? La respuesta más sencilla es la que propone su argumento: un cuento épico donde un pueblo oprimido resiste los embates de otro clan con intenciones de conquista.
Una tribu de humanoides habitantes de una luna llamada Pandora, los Na’vi, viven en comunión con la naturaleza y lejos de los mayores depredadores naturales: la raza humana, que por su ambición desmedida pretende robarles sus recursos minerales y sojuzgarlos hasta exterminarlos definitivamente. Como en toda historia de estas características, donde chocan culturas y modos de ver la vida, existe un personaje nexo que tarde o temprano se convertirá en el héroe; este es quien experimentará la transformación ya sea por un vínculo emocional o amoroso. En este caso se trata un ex-marine hemipléjico, Jake Sully (Sam Worthington), cuya doble misión es infiltrarse entre los nativos para, por un lado, estudiar al enemigo y aprender sus maneras, y por el otro lograr persuadirlos de mudarse de su bosque de residencia natural, ya que los Na’vi tienen raíces sobre uno de los lugares más ricos en un valioso mineral que resolvería los problemas energéticos del planeta Tierra; éste último se está muriendo y resulta el motivo por el cual los humanos habrían arribado a Pandora en primer lugar.
Pero el aire de Pandora es tóxico para los humanos; por ello, la corporación detrás de la misión desarrolló un programa llamado Avatar, cuyo objetivo es lograr enviar a seres humanos directamente a explorar Pandora sin restricciones. Los Avatar son seres creados genéticamente con una combinación de ADN humano y de los nativos, a ser controlados vía remota por su huésped sanguíneo, de quienes los Avatar tienen trasladadas las funciones cerebrales. De este modo cuando Jake Sully, este soldado paralítico, entra en el programa “virtual” Avatar su mente se traslada al cuerpo de este ser azul de más de tres metros de altura listo para sobrevivir en Pandora con una fortaleza física que Jake sólo podría soñar.
Lo que sigue es la historia de Pocahontas pero multicolor y teñida de azul (pigmento cutáneo de los Na’vi). Además, el remanido tardío aprendizaje sobre la ecología y la espiritualidad que sintetizan de alguna forma el trasfondo de esta historia, apunta más a la majestuosidad visual y a la empatía emocional con el público que a la lección de vida hollywoodense. Quien quiera buscar una alegoría política o tender una red de implicancias socio políticas (indios, afganos o iraquíes invadidos) en un relato tan sencillo, tan esquemático, estaría forzando los acontecimientos al punto tal de definir a Cameron de algo que no es. Baste con repasar el ABC de sus obras anteriores para encontrar los mismos vicios y tópicos, como por ejemplo el uso de la tecnología con fines poco nobles sin establecer un verdadero juicio de valor al respecto, o bien la importancia de las heroínas femeninas, todas ellas masculinizadas por cierto; desde la teniente Ellen Ripley de la saga Alien (Sigourney Weaver, también en el reparto de Avatar) hasta la presente princesa Neytiri (Zoe Saldana). Heroínas siempre avanzando en un mundo dominado por el machismo devenido militarismo.
Esos grandes rasgos constituyen el universo conceptual de un film orientado a la aventura, narrado con prolijidad pero -es justo aclararlo- con un dejo de desgano. Ahora bien, resulta indiscutible que estamos frente a una película de una factura técnica asombrosa; con un descomunal despliegue de las posibilidades visuales del 3D en cuanto a relieves y profundidad de campo, que le permitieron al director crear el mundo imaginario de Pandora, su flora y fauna hasta el mínimo detalle sin dejar de lado su mayor logro: los habitantes del lugar con su gestualidad y expresividad a flor de piel.
La dialéctica entre los dos mundos se apoya en los contrastes, como suele suceder en las producciones de Cameron; es decir, el apagado y metálico escenario habitado por los terrestres frente al colorido y fresco paisaje selvático atravesado por una atmósfera irrespirable para cualquier humano. Sin embargo, aquella gran virtud que traza un punto de inflexión como preludio del cine que se viene, puede transformarse en un boomerang si se toma en cuenta que solamente se disfrutará realmente de Avatar en su versión de 3 dimensiones y más aún en el sistema IMAX (la experiencia vale el precio de la entrada).
Mucho se escribirá a favor y en contra de este Blockbuster impecable; incluso ya corren versiones que acusan al director de plagio, que no hacen otra cosa que atizar las brasas de un marketing que a fuego lento amenaza con arrasar en taquilla batiendo todos los récords posibles. Lo cierto es que a la D mayúscula del dinero James Cameron le sumó otras tres: Dinámica, Descomunal, Deslumbrante.
Título: Avatar.
Título Original: Idem.
Dirección: James Cameron.
Intérpretes: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Michelle Rodriguez, Giovanni Ribisi, Joel David Moore, Wes Studi, CCH Pounder.
Género: Ciencia-ficción, Acción, Aventuras.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 162 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2009.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 01/01/2010.
Fecha de reestreno en Argentina: 22/09/2022
Puntaje: 8 (ocho)
El staff opinó:
-James Cameron es un explorador incansable de las posibilidades del cine. Cada película suya es un viaje, y cada viaje suyo conduce a un lugar nuevo y sorprendente. Sus universos son fantásticos, titánicos, visualmente impactantes, pero además son coherentes y verosímiles debido a a la fluidez y la precisión con que funcionan. Muchos verán en Avatar una historia simple y trivial, casi la excusa para un despliegue tecnológico sin precedentes. Parafraseando a la protagonista de El Abismo, “hay que mirar con mejores ojos”. La película es la edificación detallada de una nueva especie de seres que tienen historia, mitos, ancestros, creencias, un hábitat tan atractivo como inhóspito y una poderosa energía vital. Es la construcción de una pareja -un clásico del realizador- a la par de la lucha por la supervivencia. Es la historia completa de un pueblo expresada a través de símbolos y criaturas singulares, todos ellos prolijamente ordenados en una puesta en escena sin fisuras. Desde las imponentes montañas flotantes hasta el más pequeño animal del territorio de Pandora, todo tiene una función determinada en el relato. Ninguna explicación redunda, ninguna revelación es azarosa. El despliegue visual es realmente alucinante, pero lo más importante es que nunca es gratuito. Avatar es un prodigio de la tecnología puesta al servicio del cine. Y el cine, en manos de Cameron, no es otra cosa que el mejor medio para desplegar el viejo y querido arte de contar historias…- Silvina Palmiero (9 puntos)