Por Alan Prince
El reciente estreno de Black Adam además de establecer una enorme brecha entre la crítica y su público representó una luz de esperanza para que el Universo DC en el cine pueda dar finalmente el despegue que necesita. Claro que para plasmar tan ambiciosa misión deberá cumplir con una serie de desafíos.
Marvel y DC, iguales diferencias
Es imposible no hacer alusión a Marvel cuando hablamos de DC, y viceversa. Estos dos gigantes hacedores de las historias de superhéroes que supieron trascender el paso del tiempo rivalizaron siempre para ser la compañía número 1. El enfrentamiento no omitió desde plagios descarados hasta una competencia voraz que no sabe de quiebres ni pausas.
Fue DC Comics, asociada con la Warner Bros., la que logró llevar a la gran pantalla Superman en 1978, dando cátedra sobre cómo encarar una película de superhéroes.
El tiempo resultó crucial. Pero hubo que esperar hasta 2008 para que Marvel mostrara los dientes con Iron Man, cinta que podría hundir o salvar a una empresa que previo a ese importante lanzamiento se mostraba débil y siempre serpenteando la quiebra. De la mano de un genial Robert Downey, Jr., ya sabemos cómo terminó esta historia. Nunca un casting estuvo mejor pensado.
Con toques de comedia, referencias que insinuaban una conexión con otros personajes y una escena post créditos que dio que hablar, estos elementos se convirtieron en la fórmula del éxito en las películas de superhéroes, algo que Marvel Entertainment -adquirida por la Disney el 31 de diciembre de 2009 con un costo de 4 mil millones de dólares- hizo su marca registrada.
Disney, con su asombrosa capacidad por vender a personajes que poco o nada tenían de popularidad, mostraría que era capaz de cualquier cosa. En contramano, Warner, que entonces estaba en su zona de confort con Superman y Batman, apenas había hecho jugadas arriesgadas, pero mientras más crecía Marvel, Warner/DC parecía meditar la jugada para salir a competir en 2013 con Man of Steel, con Henry Cavill y dirigida por Zack Snyder, donde reflejaba las falencias de Marvel pero también su estreno había sido tibio.
¿De qué falencias estoy hablando? Bien, mientras Marvel se mantenía rígida con su fórmula, los directores perdían cada vez más identidad, con un marcado tono unívoco. Man of Steel mostraba el sello de Snyder, así como también una atmósfera más oscura influenciada por el realismo de Christopher Nolan en su trilogía de Batman.
Sin embargo, Snyder estaba más que dispuesto a explorar otros personajes además de Batman y Superman, y a lo largo de tres películas tendríamos una Liga de la justicia. Con Ben Affleck y Gal Gadot como Batman y Mujer Maravilla, el casting sorpresivamente acertado nada pudo hacer con la sensación que Warner quería recuperar el tiempo perdido en un mercado que estaba dando más que ganancias.
En Liga de la justicia se sumarían Ezra Miller, Jason Momoa y Ray Fisher para componer a un grupo de personajes que debutarían en cine: ni más ni menos que Flash, Aquaman y Cyborg, respectivamente. Si DC en la pantalla grande parecía estar hechizado por todas las brujas de las películas de Disney, con esto parecía cumplirse.
Por empezar, el alejamiento de Zack Snyder como consecuencia del suicidio de una hija, provocó el arribo a DC de Joss Whedon, director que había llevado a los Vengadores a la pantalla grande. En lugar de completar el filme respetando las ideas y estética originales, se dispuso a hacerlo de nuevo -obviamente con la venia de los ejecutivos de la compañía-, conservando pocas cosas de Zack Snyder.
Warner, por su parte, parecía haberse enemistado con Snyder tras su marcha lo que malogró sus planes para realizar dos secuelas de Liga de la Justicia. Así las cosas, cintas en solitario como Cyborg o Green Lantern Corps quedaron en el limbo. El creador de 300 y Watchmen dejó como legado un excelente casting en sus proyectos individuales y su buen hacer como productor en películas como Mujer Maravilla o Aquaman, que demostraron estar a la altura artística y comercialmente para encarrilar el universo DC.
Warner y Snyder, enemigos públicos
Como bien dije Warner estaba más que dispuesta de borrar todo rastro de Snyder y eso pareció implicar a Henry Cavill, a quien no volveríamos a ver luego de su participación en Liga de la Justicia. En paralelo, Ben Affleck estaba trabajando en su cinta de Batman en solitario, como director, guionista y protagonista, pero poco a poco se fue alejando para tratar su alcoholismo y el divorcio con Jennifer Garner.
No sólo teníamos a Snyder envuelto en el destrato de Warner, David Ayer, director de Suicide Squad, también había sufrido recortes importantes, afectando las escenas de Jared Leto como Joker, pero siendo Margot Robbie lo mejor del filme al interpretar a Harley Quinn.
Warner, que en ese momento estaba siendo adquirida por AT&T, tendría grandes cambios de gerencia: Geoff Johns, que era el Kevin Feige de DC, había sido despedido; ahora, con Walter Hamada en su lugar, la cosa prometía aportar mayor variedad.
A estas alturas, el cine de DC parecía estar maldito, algo que no pasaba en la televisión y las películas animadas que parecían tener mayor prioridad que el cine. Pero… ¿necesitaba Warner hacer películas?
No necesariamente, aunque un live action con un mayor presupuesto siempre es venta asegurada, en la mayoría de los casos.
De la mano de Hamada tuvimos no sólo Aquaman en 2018, sino también Shazam en 2019 y Birds of Prey al otro año, así como también Joker en 2019, película independiente de aquel universo, que obtuvo 11 nominaciones al Oscar y dos premios como Mejor Actor Protagónico a Joaquin Phoenix y Mejor Banda sonora.
Si bien DC Films parecía encontrar el rumbo, no quitaba sus fracasos como Wonder Woman 1984 y Birds of prey, aunque también tuvimos grandes momentos como la adaptación televisiva de Crisis de Tierras Infinitas (con participación de Ezra Miller incluida) lo que nos dejaría algo en claro: todo producto de DC, sea televisivo, streaming (DC Universe) o cinematográfico formaban parte de un Multiverso.
Por otro lado, el fantasma de Snyder parecía empañar esa propuesta y el público estaba más que dispuesto esperar el regreso de Cavill (que se acrecentó con el falso cameo en Shazam) y Ben Affleck, que se sumaba a lo que parecía ser un mito urbano: el Snyder cut.
El amanecer de Warner
Con una pandemia de por medio, que nos imposibilitaba salir al cine, los estudios lanzarían sus streaming, así como Disney +, Warner tenía HBO Max y con ella tendríamos una gran noticia: el estreno del Snyder cut.
Aquella película de 4 horas, no sólo resulto ser un éxito arrollador sino también que Warner en su guerra con Snyder declaraba que era sólo un capricho y pese al suceso generado con este corte el regreso de Snyder a DC no era ninguna garantía.
Declaraciones y un trato que el público, que cada vez tomaba mayor fuerza, parecía darle la espalda.
Sumado a esto, no sólo teníamos problemas en DC sino también que Christopher Nolan se había despachado públicamente contra Warner por la política de estrenar sus películas en simultáneo en cine y streaming.
Esas decisiones parecían empañar el catálogo que venía ofreciendo HBO Max, que incluía producciones propias, entre las que teníamos regresos esperados y por el lado de DC series como Peacemaker, spin-off de The Suicide Squad, versión de James Gunn que en 2021 había cosechado un enorme éxito.
Sin embargo, la competencia y la decisión de los estrenos en simultáneo hicieron replantearse a Warner las cosas y con ello la fusión con Discovery y la llegada de David Zaslav a la presidencia marcaría una luz de esperanza no sólo para Warner sino también para DC.
No solo rodarían cabezas a raíz de la fusión, sino que Zaslav mostraría la hilacha al cancelar o vender numerosos proyectos.
DC, que hasta la fecha había logrado una buena repercusión en el CWverso, se había visto inmersa en una ola de cancelaciones y la venta de CW sumada a que en 2023 finalizará The Flash, su serie más longeva a la fecha, nos deja este universo en futuro incierto.
La alianza de J.J. Abrams con series como Constantine o una versión alterna de Superman se quedarían a mitad de camino, pero las cancelaciones más resonantes fueron la película de Los gemelos fantásticos, a poco de haber anunciado su elenco, y la de Batgirl a poco menos de un año para ser estrenada, lo que logró que Warner se ganara el odio del público en general.
Que si esto te parece poco el filme de Zathana y Cartoon Network Studios (por ende, producciones propias del canal) quedarían en el olvido.
El fan service: ¿héroe o amenaza?
Como bien dije antes, Warner debe redimirse por anunciar proyectos y luego llevar a cabo muy pocos de ellos. En primer lugar, debería empezar a escuchar a su público, sus fans, lo que hoy se denomina fan service, para cumplir con esas peticiones.
Un hecho que Marvel manejó muy bien con sus películas, donde si Endgame había dejado la vara demasiado alta, con Spider-Man: No way Home no solo fue uno de los eventos fan service más grandes de la industria (recuperando a los actores originales de películas previas con roles con peso) sino también que en mayor o menor medida supo escuchar a su público, porque después de todo son ellos los que consumen.
¿Esto condiciona el punto de vista creativo? Sí y no, si bien el fan service debe tomarse con cautela, y Doctor Strange en el multiverso de la locura es la prueba de ello donde pese a rumores solo vimos a John Krasinski, como Reed Richards, una elección sonada en las redes como la favorita. Pero que fue injustamente criticada por no tener todos los personajes que esperaban.
Hoy Marvel parece saturar el mercado con Disney+, y aquellos fans que tanto contentaron parecen tener el poder y hacer una huelga hasta que los X-men o 4 Fantásticos hagan su debut. Mientras que Warner nos demostró que el Batman de Robert Pattinson tranquilamente puede vivir sin la dependencia de la Liga de la justicia (dicho sea de paso, tener su propio universo que está en proyecto con una secuela y spin-off) o que la aplazadísima The Flash, pese a los escándalos de Ezra Miller, finalmente va a ver la luz en 2023 no sólo con Ben Affleck de regreso sino también con el clásico Michael Keaton.
En tanto que hoy, Black Adam, aquel proyecto personal de The Rock nos trae el despegue definitivo de la mano de un actor que si bien no aspira a un Oscar sí tiene el peso de darle lo que la gente quiere, pero también de hacer lo que más le gusta.