Por Juan Blanco
Harry Potter es un fenómeno demasiado grande y autosuficiente como para intentar opacarlo con comentarios destructivos o afirmaciones sobre su irrelevancia en el mundo de la literatura de aventuras. Lo mismo sucede con las películas que, de a poco, se van gestando en un intento de adaptación cinematográfica de sus historias. Esto es innegable, mal que cueste reconocerlo o aceptarlo. En este sentido, de poco -o nada- sirve hablar de lo mal o bien que puedan estar estas “adaptaciones” a la pantalla, ya que la sola dimensión de HP asegura el éxito comercial previsto por su productora, sin importar lo que la crítica especializada pueda objetar sobre el tema. Harry Potter es intocable, irrefutable e incomprensible dentro de los parámetros académicos con que se lo enfrente; no así dentro de los industriales. No obstante, es inevitable emitir un juicio al respecto; a pesar de todo lo anterior, el director Chris Columbus y la escritora J.K. Rowling iniciaron una “sociedad” que pretende “marcar una diferencia” sobre… algo indefinido. Y lo trágico es que no lo logran.
La segunda parte de la odisea del joven Harry, conocida como La Cámara Secreta, acierta un tanto más que aquella primera de La Piedra Filosofal. Quizás en lo que respecta a la adaptación, o ilustración de la novela, esta secuela jerarquiza mejor las situaciones (hay menos baches), excusa mejor a los personajes (los fantasmas al fin tienen su justicia en el texto y el niño malo Draco empieza a convertirse en amenaza), y eso de alguna manera la muestra mejor compuesta, más fundada y hasta más entretenida que a la original. No hay mucho más que eso… Todavía subsisten algunos vicios literarios, como la sobreabundancia de detalles decorativos e impertinentes o la sobre-explicación que muchas veces una novela necesita para marcar contextos o personajes. Pero están mejor cohesionados; manifiestan menos gratuidad (o una más indolora) y aportan más fluidez en la acción. Punto aparte merece la introducción del “mago frutero” que interpreta con cierta soberbia Kenneth Branagh; un personaje que al menos no disimula su porte ridículo.
De todas maneras, Harry Potter y la cámara secreta no se sale de su camino de intrascendencia como obra cinematográfica, resultando más simpática como ilustración a colores de la novela que satisfactoria como película. Quizás con alguien tras las cámaras un tanto más visionario y osado que Chris Columbus, la cosa hubiera sido cuanto menos memorable (y más corta, dura dos horas y media). No fundacional ni reveladora, puesto que los libros ya de por sí no son ninguna vanguardia, pero sí algo digno de recordar como un capítulo –chiquito- más dentro de la historia del cine.
Pero lo cierto es que Chris Columbus es un mero artesano en el ejercicio comprometido de una profesión paga, y que para colmo se bancó al hombro a la lechuza de la Rowling relojeando cada plano, cada toma. Y aunque esto no resulta una completa excusa para el resultado final de la propuesta, al menos confirma que hay culpa para echar para todos lados y no sólo sobre un pobre empleado de estudio. Después de todo, Columbus es un tipo que con cada nueva película demuestra que está más cerca de la maña (aunque dudosa) que de la magia de hacer cine.
Título: Harry Potter y la cámara secreta.
Título Original: Harry Potter and the Chamber of Secrets.
Dirección: Chris Columbus.
Intérpretes: Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Kenneth Branagh, Richard Harris, Maggie Smith, Alan Rickman, Julie Walters, Mark Williams, Robbie Coltrane, Tom Felton, Bonnie Wright y Jason Isaacs.
Género: Fantasía, Aventura, Familiar.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 161 minutos.
Origen: Reino Unido/ EE.UU.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de Estreno: 28/11/2002.
Reestreno 20° aniversario: 17/11/2022
Puntaje: 5 (cinco)