Por Aleix Sales, corresponsal Cine Nueva Tribuna, España
Hace diez años que la voz de Whitney Houston dejó este planeta y este margen de tiempo parece suficiente como para dedicarle un biopic sin resultar oportunista o carroñero, además de aprovechar el tirón del género estos últimos años con Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) o la reciente Elvis (Baz Lurhmann, 2022). De hecho, para contar la vida de “La voz” se ha confiado en Anthony McCarten, el guionista de Bohemian Rhapsody curtido en otras biografías como Stephen Hawking –La teoría del todo (James Marsh, 2014)– o Winston Churchill –Las horas más oscuras (Joe Wright, 2017)-, quien no se rompe los sesos y replica los esquemas de su experiencia con Freddie Mercury. I wanna dance with somebody (otra vez titulando con uno de los temazos del sujeto protagonista) sigue la estela del biopic convencional musical, es decir, un recorrido por los hits de la cantante, pero anclándose en una de las gestas más de Houston: el medley de temas de alta exigencia vocal que interpretó en los American Music Awards de 1994, antes de coronarse con un récord de victorias que comparte con Michael Jackson.
En este respetuoso repaso a su vida, abundan las réplicas de actuaciones o videoclips, de modo que los que busquen una jukebox quedarán bastante satisfechos, pese alguna que otra notable omisión en el repertorio; y en medio se dan los interludios dramáticos con los que presentar y desarrollar las distintas etapas: el descubrimiento, primeros éxitos, la cúspide y las adicciones que la llevaron a la muerte. Sería insultante edulcorar y omitir todos los aspectos de su esfera privada controvertidos que son de dominio público, así que es de agradecer que el film ponga sobre la mesa cuestiones como su bisexualidad y relación con Robyn Crawford (que pasó a ser su asistente creativa), excesos con el alcohol y sustancias, o la polémica musical que siempre arrastró de no realizar música suficientemente negra o, en otras palabras, ser una persona de color vendida a los gustos blancos.
Pero, como es lógico al comprimir 30 años en 2 horas y media, son patentes superficialmente y uno lamenta que estos apuntes que podrían dar algo más de lustre al producto no sean aprovechados con más decisión, como sí lo hacía Rocketman (Dexter Fletcher, 2019). Asimismo, la tormentosa relación con su marido, Bobby Brown, se antoja un tanto rebajada en comparación con la dureza que siempre se ha sugerido y propicia los momentos más baratos del film.
Dentro de sus límites y rutina, I wanna dance with somebody empieza con gracia y ofrece algunas secuencias bien resueltas –el canto en la Iglesia, la entrevista en la radio, las escenas con el productor Clive Davis (Stanley Tucci elevando el material con su carisma), o la aceptación del papel en El guardaespaldas-, pero en su última hora parece que a McCarten se le acabó la chispa y agarra el piloto automático hasta casi sus secuencias finales. En este tramo de conclusión, la entidad que podría tener queda reducida a la selección musical y al trabajo de Naomie Ackie, la cual podría protagonizar ahora mismo un biopic de Viola Davis también.
Ackie está en su sitio durante todo el metraje y efectúa una mimesis de gestos resaltable, a la par que irradia luz en cada una de sus intervenciones. Ella carga con el peso de una figura como Houston y la legitima, en un film donde un trabajo de dirección menos académico y más suelto como el pop de la diva por parte de Kasi Lemmon –fogueada previamente en el biopic de Harriet Tubman- le habría inyectado una dosis de diversión y placer superior.
Junto al camp, se echan de menos guiños especiales para el fandom, relegándola a una condición genérica que le resta. Por poner un ejemplo, es imperdonable no mencionar de ninguna manera a Mariah Carey –rival, compañera y heredera- ni evidenciar el precedente que fue Houston para el panorama musical, cuya persona abrió la veda para las divas racializadas de masas como Beyoncé o Rihanna. O la poca exploración del rodaje de El guardaespaldas. En este sentido, los fans descubrirán poco, aunque naturalmente disfrutarán de la recreación y la música, y los ocasionales podrán hacerse una breve idea del transcurso de su vida.
No se escapa mucho de demás definiciones de biopics musicales, pero se encuentra por debajo de otros títulos más emocionantes y vibrantes. Porque únicamente es en las canciones transmitidas vía el cuerpo de Ackie donde I wanna dance with somebody puede erizar la piel. Es decir, en el corpus de Houston. El resto es una corrección fácil de ver, ritmo hábil -por suerte, no incurre en el aletargamiento de Respect (Liesl Tommy, 2021)-, factura decente –aunque en momentos puntuales se nota un presupuesto más ajustado-, pero sin gran calado. Como si se escuchara un tema de radiofórmula engrandecido por una gran voz, es básica, con elementos para gustar, pero no dispuestos ni ejecutados para suscitar el amor más grande de todos.
Título: Quiero bailar con alguien.
Título Original: Whitney Houston: I Wanna Dance with Somebody.
Dirección: Kasi Lemmons.
Intérpretes: Naomi Ackie, Ashton Sanders, Stanley Tucci, Clarke Peters, Nafessa Williams, Tamara Tunie, Lance A. Williams, Bria D. Singleton, Kris Sidberry, Alana Monteiro, Daniel Washington y Heidi Garza.
Género: Biopic, Música, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 146 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido.
Año de realización: 2022.
Distribuidora: UIP – Sony.
Fecha de Estreno: 09/02/2023.
Puntaje: 5 (cinco)