Por Miguel Ángel Leija, corresponsal Cine Nueva Tribuna, España
*Se advierte al lector que la nota contiene spoilers
Terminó la partida de ajedrez, la tragedia griega moderna, la última obra de Shakespeare. Si en el mundo actual existe cada vez más aceptación hacia el formato de las series para contar una historia por sí mismas, dejando de lado la visión de que estas son hermanas menores del cine, es en parte gracias a HBO y a obras como Succession, uno de los acontecimientos artísticos y narrativos más importantes de los últimos tiempos.
Así, después de tres muy buenas temporadas pudimos asistir a una última que rozó en la perfección, aún con la exagerada cantidad de giros argumentales. Succession terminó, los domingos no serán iguales.
En “With Open Eyes”, episodio con el que se le da un cierre a la creación de Jesse Armstrong, asistimos al juicio final: la venta de Waystar a GoJo. De llevarse a cabo Matsson gana y no solo hará una limpia total sino que significaría el fin para los Roy; en cambio, de no hacerse el trato, Kendall y Roman seguirán al frente de la corporación llevando el legado de su padre.
Con este telón de fondo, Succession juega con nosotros tal y como lo ha hecho siempre: nos arrastra de sentir un enojo total contra ciertos personajes para arrastrarnos posteriormente a escenarios tan distintos que nos hacen aplaudir sus acciones o sentir la pena más profunda por lo que pasan.
Los bandos formados por Kendall y Roman contra Matsson y Shiv se desintegran rápidamente cuando Greg escucha a los directivos de GoJo decir que Shiv no sería la CEO de la empresa, minutos después de haberle ofrecido el puesto a Tom, por lo que Kendall, en un intento desesperado, se lo comunica a sus hermanos y juntos forman un bloque a contrarreloj para tomar el control de la empresa fundada por su padre y frenar su compra.
Aquí nos detenemos ya que esos momentos en donde los tres hermanos se reconcilian, dejando sus diferencias de lado, son simple y sencillamente espectaculares. El “banquete para el rey” en la cocina es probablemente la escena más bonita de la serie. Los adultos golpeados por el dinero y el poder desaparecen para dejar salir a los niños que todo este tiempo estuvieron encerrados, tristes. Dicen que el ojo del huracán es el sitio más tranquilo del mundo, pues ahí se encuentran, en la calma antes de la tormenta.
Llega la votación y lo que parece ser pan comido para Kendall y sus aliados llega al punto de máxima tensión cuando Shiv decide salirse a tomar un respiro antes de dar el desempate. ¿Por qué si todo estaba decidido? Ella tomaría el control de ATN News y la empresa conservaría su apellido, pero ¿ante la nula comunicación de Matsson, será que todavía tiene oportunidad de ser la CEO? ¿O es que simplemente no puede aceptar la idea de que Kendall sea el jefe? Sale a la luz nuevamente la muerte del mesero y las palabras llegan a las manos, el poder se les escurre entre los dedos y todo llega a su final: la junta decide que la empresa se le vende a Matsson, ya no hay vuelta atrás.
Y así termina la tragedia, con la caída de los Roy, un apellido con una maldición grabada en su sangre. Kendall al borde viendo al mar sin motivos para vivir (¿no será capaz de..?), Roman con una sonrisa pero la incertidumbre de quien vuelve a nacer y Shiv posando su mano sobre la de Tom con la mirada de aquel que ha sido humillado.
Gracias HBO.