Por Soledad Colina
La carrera cinematográfica del realizador y guionista norteamericano Ari Aster dio comienzo de una manera magistral y prometedora. Su opera prima, El legado del diablo (Hereditary, 2018) es una grandiosa película de terror psicológico que nos relata la maldición que persigue generacionalmente a la familia Graham tras la muerte de su matriarca Ellen, una anciana que formaba parte de un culto satánico. Su hija Annie (Toni Collette), quien se dedica a realizar impresionantes diseños en miniaturas, será quien reciba esta “herencia” maldita. En este debut ya se podría apreciar la marca de autor de Ari Aster, con una cuidada puesta en escena, aplicada principalmente en planos largos y sostenidos, más una sólida trama llena de simbolismos que nos guiaba hacía la infernal desintegración de una familia tipo norteamericana. Apenas un año después, en 2019, Aster seguiría su camino cinematográfico con otra lograda cinta de terror psicológico, Midsommar. Filmada a plena luz del día, en esta oportunidad se retrata a una extraña comunidad/secta sueca dónde se seguían realizando los mismos macabros ritos paganos de sus antepasados en tiempos remotos. Allí arribarán, en calidad de turistas e invitados por un joven integrante del siniestro grupo, Dani (Florence Pugh), su novio Christian (Jack Reynor) y otros amigos de la universidad. Lo que en realidad Midsommar propone, escondida bajo las espeluznantes circunstancias de una película de terror diurno y folk, es una personal mirada acerca de las tragedias personales, la superación y recuperación emocional. Cabe aclarar que ambas películas, El legado del diablo y Midsommar, poseen un lugar de importancia dentro del subgénero denominado Terror elevado, que a su vez está formado por aquellos films dónde se combinan elementos tradicionales del cine de terror, junto con complejas estructuras narrativas de índole psicológico o intelectual.
Ya con un nombre conocido en la industria y la confianza de tener cierto prestigio en la misma, Ari Aster decide correrse del cine de terror “pensante” que tanto lo ayudó para filmar su tercer largometraje Beau tiene miedo (2023) en clave de comedia negra y drama existencial. Protagonizada por Joaquin Phoenix, un actor muy cumplidor que nunca defrauda, se cuenta la historia de Beau, un hombre que tendrá que enfrentarse a sus miedos y llevar a cabo una extraña odisea con el fin de arribar a la casa de su madre Mona (Patti LuPone), una mujer controladora y manipuladora, que irremediablemente ha marcado su vida para mal. Tras una sesión normal con su terapeuta (Stephen McKinley Henderson), Beau regresa a casa, dormirá una siesta y al despertar sufrirá una cantidad de eventos fortuitos que le impedirán llegar a tiempo a la casa materna. El viaje hacia este destino previsto será claustrofóbico, irreal. Acompañarán en el recorrido a Beau todos sus traumas, histerias y conflictos internos. Nada será como antes.
Visualmente Beau tiene miedo es una película impactante y soñadora. El enorme trabajo de fotografía de Pawel Pogorzelski, que también acompañó a Ari Aster en sus dos películas previas, es pintoresca, colorida y por momentos muy asfixiante. Son visibles la influencia del clásico El mago de Oz (1939), principalmente en aquellas secuencias donde Beau recorre pictóricos campos de trigo rodeados de casitas coloridas.
Sin embargo, narrativamente hablando, todo es mucho complicado y hasta poco claro. Beau es un hombre mentalmente inestable y con una sensibilidad rota debido a la difícil relación materno filial que lo atraviesa a lo largo de su existencia. Beau no puede relacionarse con nadie, no sabe cómo y quizás eso se debe a la educación que recibió de su madre, llena de temores. Beau más que miedoso, se presiente desesperado, perdido. El devenir de este pobre hombre, un Phoenix entregado al máximo en su protagónico, termina siendo agotador, cansino, hasta insoportable, para una película que dura nada menos que 3 horas y se hace eterna (por lo menos para quien escribe estas líneas). Algo así como el análisis psicológico de una mente fragmentada y dañada, pero transformado en un largometraje.
Beau se parece quizás demasiado al personaje de la novela del escritor checo Milan Kundera, ese hombre que sufría de dudas existenciales acerca de su vida, “La insoportable levedad del ser”. Por otra parte, es inevitable asociar a esta particular película con la del universo de directores como Federico Fellini, el gran director italiano que llevó el termino surrealismo hasta el límite, o Charlie Kaufman, el maestro moderno del cine psicoanalítico y existencial. Beau tiene miedo es un arriesgado proyecto personal a cargo de un muy buen director como Ari Aster, pero a mí parecer le ganó la ambición y pretensión. Al final es una interesante historia mal desarrollada y confusa. Mucha fue la expectativa, trunco el resultado. Quedará para una próxima vez, Mr. Aster.
Título: Beau tiene miedo.
Título original: Beau is Afraid.
Dirección: Ari Aster.
Intérpretes: Joaquín Phoenix, Patti LuPone, Nathan Lane, Stephen McKinley Henderson, Amy Ryan, Denis Ménochet, Kylie Rogers, Parker Posey y Richard Kind.
Género: Drama, Comedia negra.
Calificación: Apta para mayores de 16 años, con reservas.
Duración: 179 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido/ Finlandia/ Canadá.
Año de realización: 2023.
Distribuidora: Diamond Films.
Fecha de estreno (limitado): 24/08/2023.
Puntaje: 4 (cuatro)