Por Jaime Polo Mínguez, corresponsal Nueva Tribuna, España
A Pablo Larraín se le ha ido la cabeza en el nuevo estreno de Netflix, en el buen sentido. Después de haber visto su último largometraje sigo pensando en la bizarra situación del director chileno acudiendo a su hermano, productor de numerosas de sus películas, para proponerle una idea de estas características, convertir a uno de los dictadores más sanguinarios de la historia contemporánea en un vampiro sediento de sangre: simplemente brillante.
Pablo nos tiene acostumbrados a narrar personajes destruidos por su entorno, como por ejemplo Jackie o Diana, con un toque de pena que nos produce en el corazón cierta empatía al verlos en pantalla. Así pues, me entró bastante curiosidad descubrir hacia dónde quería llevarnos con esta última propuesta, El Conde (2023), al tratarse de un ser histórico detestado por el mundo y que nadie le guarda cierta pizca de cariño. No sé cuál será el recibimiento en Chile de este largometraje pero lo que sí puedo afirmar es que si en España alguien osara a levantar a Franco de su tumba para dedicarle un film, iniciaría una ola de protestas. Y es que hay pasados que es mejor olvidar por el derramamiento de sangre que supuso y las víctimas que se llevaron muchos dictadores. Sin embargo, El Conde es consciente de esto y sabe cómo dirigirse al público, en especial al chileno, desde una construcción extrema satírica de Augusto Pinochet y una representación hábil de las temáticas de la avaricia, el poder y la inmortalidad.
La representación de la familia es poderosa cuanto menos, una esposa cómplice que quiere convertirse en vampiro y saborear ese don, unos hijos monstruosos que no pueden esperar a la muerte de sus padres y un marido obsesionado, sediento del alma de su pueblo sin remordimiento que guardar en su conciencia. El Conde es una sátira muy macabra sobre aquellos que ayudaron a la exterminación y tortura de más de tres mil chilenos. El proceso que hace el director de equilibrar el horror que supone esa vida real con lo sobrenatural del vampirismo se convierte en luz ante los ojos de los espectadores.
De todas formas, aquí entra mi aviso, no es para todos los públicos. La película contiene constantes decapitaciones, corazones triturados en licuadoras, sangre por todos lados, etc. No es fácil de ver pero si sabes pasar este tipo de barbaridades a un segundo plano, por si misma romperá con todos tus esquemas.
Lo más destacable y donde creo que reside la parte esencial de la representación, es el vampiro en sí, Pinochet, un vampiro no romantizado, un vampiro feo con los dientes desiguales y opacos en una boca repugnante, una boca que programa y se usa para decir tonterías y morder los cuellos de los campesinos. Pues ahí es dónde deben estar los dictadores, nunca fueron tiempos mejores y nunca lo serán. Necesitamos a más Pablo Larraín que señalen a los bárbaros para vestirnos de Van Helsing y cazar unos cuantos vampiros.
Título: El Conde.
Título original: Idem.
Dirección: Pablo Larraín.
Intérpretes: Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro, Paula Luchsinger, Catalina Guerra, Marcial Tagle, Amparo Noguera, Diego Muñoz, Antonia Zegers y Stella Gonet.
Género: Comedia negra, Fantasía, Historia.
Calificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 111 minutos.
Origen: Chile.
Año de realización: 2023.
Plataforma: Netflix.
Fecha de estreno: 15/09/2023.
Puntaje: 8 (ocho)