Por Juan Blanco
Esta Hulk (2003) es una película de contrastes, de mezclas de disciplinas, donde el artificio ostensible que Ang Lee predica orgulloso se choca con pasajes dramáticos con carnadura realista, profunda…
No hay caso, para que Hulk ofertara la cantidad de sorpresas de las que es acreedora, la tenía que dirigir un oriental. Ya de por sí mucho material no se tenía, puesto que la leyenda del increíble Hulk siempre contó con una serie de limitaciones argumentales muy peligrosas, y lo peor aún es que la propuesta ya contaba con prejuicios por ser una de las últimas historietas en adaptarse a la pantalla grande (al menos de las más importantes). No obstante, contra viento y marea, Hulk es aquella caja de sorpresas gracias a artistas con valor suficiente como para buscar grietas inexploradas en la coraza impermeable de Hollywood, y meterse por ellas hasta llegar al corazón de una industria que puede dar mucho más, si alguien arriesga.
La culpa de que el monstruo sea tan verde, grande y violento la tiene principalmente Ang Lee (El tigre y el dragón, Sensatez y sentimientos), un tipo que nada sabía de este gigante hasta que la Universal le puso un contrato enfrente y le preguntó: ¿qué dices Ang? Entonces el simpático taiwanés se puso estudioso, y cual alumno aplicado hoy demuestra que su talento no tiene límites; que es quizás imperfecto por la misma naturaleza humana a la que todos los mortales estamos encadenados, pero que a pesar ello, y de lo que aún le falta aprender, puede marcar algunas diferencias en un continente donde el cine se demuestra cada vez más polarizado; me refiero al americano, por supuesto.
En Hulk, Lee se planteó la idea de jugar con su proyecto. Decidió probar su poder creador y explotar esa cualidad arbitraria que cualquier director de cine puede -y debería- tener: la posibilidad de manipular internamente sus anécdotas. Por eso la película presenta, por ejemplo, numerosas fragmentaciones de imagen para dar espacio a múltiples acciones en simultáneo; un recurso necesario en el cómic, pero redundante en el séptimo arte, ya que la sucesión de imágenes es uno de sus “beneficios naturales”. Pero no importa, porque Lee juega a jugar con su película, con la ficción y la realidad fundidas en un soporte tan arbitrario como lo es el cine mismo, capaz de mutar en sus formas hasta ajustarse a una hoja de historieta sin pecar de traicionero. Lee aprovechó sus libertades como realizador, y por ende Hulk es un amplio, fresco y entretenido ejercicio cinematográfico, lo que no es poco.
Es una película de contrastes, de mezclas de disciplinas, donde el artificio ostensible que Ang predica orgulloso se choca con pasajes dramáticos con carnadura realista, profunda. Pero esa mixtura también es propia del cómic, un espacio donde cada imagen es un desafío pictórico en su superficie pero una historia de vida en el fondo, y donde cada héroe ?o antihéroe- se asombra frente al espejo que hoy lo refleja extraordinario, cuando antes no solía ser más que un hombre común (en un divertido momento Bruce Banner alucina que Hulk, su bestia interna, lo reta a través del cristal pulido del baño y le dice: “humano insignificante?”). Y Ang Lee se ocupó de que Hulk sea justamente todo lo anterior: un pasaje de lo superficial a lo profundo, de lo cotidiano a lo improbable, apoyándose en el soporte fantástico del cine, tanto en los momentos apacibles como en los frenéticos. Y eso garantiza la solidez de Hulk como película, al tiempo que un debido homenaje a la labor de Stan Lee y Jack Kirby (los creadores de la bestia original).
Es sin dudas un Ang Lee, con sus mañas y constantes, pero con un bicho enorme y verde en el medio que, según las exigencias del espectador, podría resultar molesto y hasta descontextualizado. Es verdad, se parece a Shrek (qué barbaridad!!!), y a veces pareciera no estar ahí realmente; de hecho, no lo está. Pero lo dificultoso, y he aquí la capacidad de resolución de Lee, es incorporarlo hasta que lo artificial nos convenza de ser parte de ese mundo, y en ese aspecto Hulk no podría estar mejor integrado en el relato; uno, por cierto, artificial desde la primera toma hasta el último plano, como el monstruo, como la anécdota, como el cine mismo. Hablando de espejos? Lee pareciera tenerlo todo calculado.
Falta decir que los actores están todos bien en sus respectivos personajes, estereotipados como lo demanda todo cómic con tradición a cuestas, pero creíbles y dignos de la historia. También que técnicamente el film se auto-compensa, ya que lo que no pudo el digital de la Industrial Light and Magic, lo llenó James Schamus y cía con un guión sin mayúsculas fisuras; el resto? pura persuasión de un valiente cuentista. Hulk es el Frankenstein de Ang Lee, quizás con las costuras a la vista y la evidencia de la experimentación desaforada en la piel, pero que no resultará menos impactante y memorable para aquel aventurado que no le tema, ni rechace, a lo extraño.
Título: Hulk
Dirección: Ang Lee
Intérpretes: Eric Bana, Jennifer Connelly, Nick Nolte, Sam Elliott, Josh Lucas
Calificación: Apta para todo público
Género: Basado en comic
Duración: 138 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2003
Distribuidora: UIP
Fecha de estreno: 26/06/2003
Puntaje 9 (nueve)