Es bastante común que en la gran mayoría de las óperas primas, amorosa y arduamente pergeñadas por nuestros jóvenes cineastas coterráneos, la expresión artística se vea perjudicada por el exceso, por esa casi desesperada necesidad de querer decirlo todo, atropelladamente, sin la claridad expositiva que es indispensable poseer para que el mensaje llegue a su natural receptor: el espectador. La idea de una película puede ser simple, a veces elemental, pero no así su ejecución si nos arrastra hacia el terreno de la imaginación, la emoción más pura o nos invita a reflexionar con inteligencia. Introducir un tema y abordarlo con profundidad hasta agotarlo no parece tan difícil pero la realidad indica más bien lo contrario. La ambición desmedida ha hecho sucumbir muchos esfuerzos convirtiendo en productos fallidos algunos vehículos que, a priori, se perfilaban como adecuados para sus directores.
Toda esta introducción viene a colación del estreno de El fondo del mar, un ejemplo capital de oposición a todo lo anterior. Su director Damián Szifrón, de sólo 28 años y conocido en el medio por su trabajo en la serie de televisión Los simuladores, es un reconocido amante de la cinematografía estadounidense. Por ende, como artista ha decidido privilegiar la narración y el ritmo para contar su historia. Lo que logró es muy auspicioso. Su puesta en escena manifiesta un absoluto control de los recursos que el cine pone al servicio de los buenos directores. Además de esto, como guionista ha tenido la lucidez de crear, con la invalorable ayuda del actor Daniel Hendler, un personaje protagónico que ganará de manera inmediata la adhesión de una platea que habrá de comprenderlo en sus arranques por verse reflejada en su padecimiento.
Entonces debemos aceptar que en su relato lineal, poco pretencioso, el film va creciendo por la elección de un tema universal, los celos, y luego por ser fiel al conflicto planteado hasta las últimas consecuencias. La cohesión temática le otorga credibilidad y permite extraerle todo el jugo dramático, aunque Szifrón no comete el error de tomar el asunto con excesiva seriedad. El bienvenido humor acierta continuamente en el blanco y el entretenimiento cobra brillo con ingenio. El accionar del protagonista, obsesionado por averiguar la identidad del amante de su novia, se sigue con fruición por la habilidad con que Szifrón envuelve al público, que devolverá con aplausos lo que reciba desde la pantalla.
Si hay que ser objetivos no es justo obviar que los quince minutos finales tal vez no estén a la altura del resto, pero como no resiente la totalidad del film uno lo deja pasar sin mayores consecuencias. El juguetón aporte del músico Guillermo Guareschi es fundamental para realzar la trama, y si me apuran me atrevería a señalar su partitura como la más eficiente en muchos años. Un comentario aparte se merece el sabroso contrapunto actoral entre Daniel Hendler y un descomunal Gustavo Garzón (en su más sólida interpretación para el cine hasta el momento).
No es la típica producción nacional, siempre preocupada por mirar hacia Europa o de enrostrar sin anestesia la realidad que nos circunda, pero indudablemente demuestra enjundia, encanto y puede ser una contribución enorme para la taquilla por la extraordinaria conexión emocional que establece con los espectadores. Humilde, menor si se quiere, pero un pequeño milagro. La industria local los necesita.
Título: El fondo del mar.
Título Original: Idem.
Dirección y guión: Damián Szifrón.
Intérpretes: Daniel Hendler, Gustavo Garzon, Dolores Fonzi, Ramiro Agüero, Ignacio Mendi, José Palomino Cortez, Rafael Filipelli, Daniel Valenzuela, Diego Peretti y Alejandro Fiore.
Género: Comedia, Drama, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 92 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 28/08/2003.
Puntaje: 8 (ocho)