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sábado, 23 noviembre 2024
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Petróleo sangriento: Embriagados de codicia

Por Pablo Arahuete

Quizás Paul Thomas Anderson con este quinto opus (apenas transcurrida una década de su impactante Juegos de placer/ Boogie Nights, su segundo trabajo y tal vez el más equilibrado hasta la fecha como director) haya realizado su obra más ambiciosa y problemática. Petróleo sangriento en primera instancia es una fábula moral con fuerte impronta bíblica; un enfrentamiento especular entre dos lobos disfrazados de ovejas para acaparar el mismo rebaño. En una segunda capa se trata de un crudo y visceral retrato del capitalismo salvaje encarnado en la piel de su protagonista y de la degradación humana cuando la codicia explota, reflejada en la figura de su antagonista. En un tercer nivel de lectura, Anderson sintetiza casi tres décadas de historia norteamericana a modo de vaticinio o presagio de lo que vendría luego con el crack financiero de fines de la década del 20. Algo similar ocurría con esa simbólica lluvia de sapos en Magnolia.

Con el mismo pesimismo y madurez equiparable al de aquella obra, Petróleo sangriento es ante todo un film ciento por ciento P.T. Anderson: una profunda mirada, a veces cínica, a veces caricaturesca y burlona, otras comprensiva y piadosa sobre la condición humana y sus efectos devastadores. Los hombres crean, destruyen, aman, matan, ultrajan, roban, mienten, desean y reciben un castigo -ejemplar- por sus pecados. Si en Boogie Nights, la gradual decadencia moral en sintonía con la física de su protagonista obedecía en parte a su ambición por triunfar en el mundo del cine porno, en este caso la ambición se traduce en codicia. Es la codicia sin eufemismos lo que bulle (igual que el petróleo desde los pozos) y desencadena la lucha del hombre contra todo lo que aparece a su paso, sea otro par, sea un rancho o un río. Esa desmedida necesidad de poseerlo todo es la que traza el rumbo del protagonista, Daniel Plainview (descomunal trabajo de Daniel Day-Lewis) y su antagonista Eli Sunday (Paul Dano, a la altura de Lewis). Tanto el magnate del petróleo como el predicador de pacotilla persiguen al mismo rebaño voluntarioso, dócil e ignorante desde sus roles de poder. Plainview, con sus falsas esperanzas de progreso, prosperidad y un futuro mejor para los chicos, necesita mano de obra esclava, mientras que Sunday se abusa de la fe de sus feligreses y habla en nombre de Dios con el único fin de llenar las arcas de la Iglesia de la Tercera Revelación. Uno convertirá a las desesperadas ovejas en mulas de carga para instalarse en los pueblos y extraer hasta la última gota, y otro inclinará la balanza para acrecentar su poder persuasivo sobre la comunidad.

Capitalismo versus mesianismo son dos caras de la misma moneda que emergen de las entrañas de esta trama surcada por un clima denso, perturbador y perfilado a la tragedia, que se desnivela en ciertos segmentos pero que alcanza un clímax tan vibrante en la coda como el del prólogo. Tal vez el mayor desacierto del director de Embriagado de amor lo constituya la intrusiva presencia de la banda sonora sinfónica y altamente disonante en un continuo primer plano. Si bien es notoria la intención incidental como fondo para subrayar los estados emocionales por los que transitan los personajes (una especie de aturdimiento moral) eso le quita naturalidad en determinados pasajes que ameritaban ausencia de música. Además de resultar molesta, la música al mismo nivel que la imagen genera un efecto de distanciamiento contrario al que la película pretende.

Paul Thomas Anderson sube la apuesta al tomar prestada una historia ajena, la de la novela Oil del escritor Upton Sinclair publicada en los años 20, y hacerla tan suya, por ejemplo, al darle protagonismo a un personaje que en el original no pasa de ser secundario. Pero esa apuesta se magnifica desde lo cinematográfico con un virtuosismo intacto desde el plano más cerrado en un pozo hasta el más sofisticado plano-secuencia; con un arrítmico relato que no conviene anticipar demasiado para que el espectador descubra y se deje trasladar al interior de un mundo bastante lejos del paraíso, donde todos somos pecadores. Quien piense lo contrario, que arroje la primera piedra.

Título: Petróleo sangriento.
Título Original: There will be blood.
Dirección: Paul Thomas Anderson.
Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Kevin J. O’Connor, Ciarán Hinds, Russell Harvard, Dillon Freasier, Sydney McCallister, David Willis, David Warshofsky.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años con reservas.
Duración: 158 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 21/02/2008.

Puntaje: 9 (nueve)

El staff opinó:

El talentoso e intuitivo Paul Thomas Anderson vuelve a descollar con una proeza cinematográfica tan monumental como apabullante. Si en Boogie Nights contaba con un comienzo prometedor pero tropezaba en el final y en Magnolia deambulaba sin rumbo hasta el magnífico desenlace, con Embriagado de Amor consiguió redondear una comedia surrealista que mantenía una coherencia narrativa envidiable. Petróleo Sangriento es su equivalente en el terreno dramático: una epopeya grandilocuente, demoledora y extremadamente original. Con ecos ideológicos de Welles y una estructuración formal cercana a Kubrick, el excelente film se sostiene no sólo en la fuerza de sus imágenes y la espectral música de Jonny Greenwood. Daniel Day-Lewis está genial y hace honor a un guión deslumbrante sobre falsos profetas y supersticiones patéticas (teológicas y/o capitalistas…). Dedicación y ambición van de la mano en una propuesta exquisita con destino de clásico absoluto. Imprescindible desde todo punto de vista.Emiliano Fernández (10 puntos)

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