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jueves, 21 noviembre 2024
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La ventana: En el umbral

Por Pablo E. Arahuete

Una ventana es un umbral que separa el afuera del adentro. De muchos adentros y pocos afueras está atravesada la última parte de la vida de Antonio (Antonio Larreta), un anciano de alrededor de 80 años que tras sufrir unas complicaciones cardíacas debe quedarse “internado” en su habitación al cuidado de dos empleadas que hacen los quehaceres domésticos y le brindan la atención adecuada en su estancia mientras preparan el lugar para la inminente llegada de Pablo. A pesar del distanciamiento con su padre, Pablo -quien ha triunfado en Europa como pianista- decide regresar para despedirse.

Poco recuerda Antonio de las causas de la separación; se le mezclan los acontecimientos del pasado en la cabeza, así como los rostros difusos de una mujer que no puede reconocer y lo visita en sus sueños. Los sueños son otras ventanas que convocan la coexistencia de dos realidades; puentes que dan la bienvenida a los espectros que de alguna manera vienen a buscar al viejo en esas últimas once horas, donde los objetos se vuelven ajenos: el piano, el traje, o la botella de un champagne añejo que Antonio ordena sacar para hacer un brindis con el recién llegado. Tanto los objetos como las personas son cristalizaciones del pasado que se alojan en la penumbra de los recuerdos, que aparecen en un murmullo sin tiempo ni espacio; en la invitación a un viaje sin retorno que el protagonista logra sintetizar en un párrafo de su futura novela, la cual escribe en sus ratos de tranquilidad en la pantalla de su notebook, una mini ventana que lo transporta hacia su pasado como escritor.

Casi medio día dura la historia que Carlos Sorín nos narra en un tono minimalista, utilizando las ventajas poéticas del cine para reflexionar sobre la vida y la muerte sin caer en la solemnidad, y por sobre toda las cosas apelando a la sensibilidad del espectador.

La ventana, su último opus es quizá su película más intimista y profunda en relación a sus anteriores proyectos en la que el director de El perro logra condensar su capacidad de narrador, pero además de observador en función de sus personajes y sus paisajes. No son tantos los paisajes geográficos los que predominan en este relato, sino más bien se trata del paisaje interior del protagonista. Con trazo fino, el realizador va construyendo la trama en armonía con los sonidos de un piano en el proceso de afinación. Esos sonidos se mezclan con los del ambiente y llegan a la habitación de Antonio como un invitado de lujo dispuestos a conectarlo y seducirlo con el afuera. Por eso, pese a su frágil estado, el protagonista se ve tentado a salir del encierro del cuarto cuando nadie le preste atención.

Si hay algo que caracteriza a esta película más allá de la anécdota en sí misma, ese algo no es otra cosa que el recurso del tiempo y la elipsis para sintetizar once horas en 78 minutos. Mérito exclusivo de Sorín que hace de los tiempos muertos una posibilidad para la contemplación pero además un espacio para la emoción donde la cámara guarda la distancia justa y abandona su posición de narrador para transformarse en observador. Un observador que se vale del cine, quizá la ventana más importante e invisible de nuestras vidas, para escudriñar en los resquicios del alma.

Título: La ventana.
Título original: Idem.
Dirección: Carlos Sorín.
Intérpretes: Antonio Larreta, María del Carmen Jiménez, Alberto Ledesma, Carla Peterson, Emilse Roldán, Marina Gleezer, Roberto Rovira, Jorge Diez, Arturo Goetz, Luis Luque y Noemí Frenkel.
Género: Drama.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 78 minutos.
Origen: Argentina/ España.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de estreno: 12/03/2009.

Puntaje: 7 (siete)

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