Cine Nueva Tribuna, desde Sitges, España
Cada estreno de un nuevo trabajo de Park Chan-wook es una fiesta y un motivo de celebración para los amantes del buen cine. El cineasta coreano no baja el listón y vuelve a seducirnos con un peliculón como la copa de un pino, un ejemplo de orfebrería filmada que trasciende, deja poso e invita a su revisión instantánea.
Sus dos horas y media de duración se pasan como un suspiro entre intrigas palaciegas, escenas de alto voltaje sexual y, como no, alguna que otra cruenta secuencia de tortura con las que los más acérrimos harán la ola. El cineasta que parió obras maestras incontestables como Oldboy (2003) o su “fracaso” americano Stoker (2013) adapta una novela de la escritora galesa Sarah Waters cambiando la Inglaterra victoriana por la época colonialista coreana de los años 30.
La cámara serpentea con soberbia elegancia por los distintos ambientes del 
caserón, con especial incidencia en la biblioteca, un espacio con vida propia donde el prodigioso diseño de producción luce de manera espléndida mediante una decoración muy inglesa y un jardín interior al estilo japonés. Allí, una de las protagonistas ejerce de lectora de incunables eróticos mientras sus excitados oyentes alimentan su imaginario más depravado.
Uno de los referentes directos que alimenta tanto el desarrollo argumental como el preciosista despliegue técnico es sin duda Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock; el mayestático giro de guion que nos descoloca (y de qué manera) justo en el epicentro de la acción y las constantes ambigüedades emocionales por las que se mueve el trío protagonista se unen en una espiral perfecta al delirio de la mirada producida por el esfuerzo compositivo de un director de orquesta que consigue afinar hasta el instrumento menos relevante.
Cuerpos que se buscan desde la profunda avidez de la sangre; lirismo teñido
de rojo. Nos hallamos ante uno de los ejercicios de escritura fílmica más fascinantes de los últimos años. Su tejido significante abruma por el rigor formal de su concepción y por la extraña y casi asfixiante perfección de un trabajo de puesta en escena a la vez causa y resultado de su inagotable riqueza semántica.
Humor soterrado que proviene del hecho de que los protagonistas esconden sus verdaderas intenciones y están todo el rato actuando frente a los demás. Y como siempre el director nos regala momentos de auténtico disfrute de la violencia marca de la casa.
Lo mejor: Estamos ante un espectáculo visual extraordinario.
Lo peor: El tiempo de espera para poder disfrutar del próximo trabajo del maestro.
País: Corea del Sur – Año: 2016 – Dirección: Park Chan-Wook – Intérpretes: Kim Min-hee, Kim Tae-ri, Ha Jung-woo, Kim Hae-suk – Género: Drama, Romance – Duración: 144 minutos.
