Por Emiliano Fernández
Denis Villeneuve sigue cómodo filmando en el mainstream anglosajón y bajo sus propios criterios, como indudablemente lo demuestra La Llegada (2016), una realización de un encanto magnético que analiza el arte de la comunicación y aboga por la armonía entre culturas diferentes…
Con La Llegada (Arrival, 2016), una joya extraordinaria de ciencia ficción para adultos, Denis Villeneuve vuelve a ratificar que es uno de los directores más importantes e interesantes del cine contemporáneo. El canadiense cuenta con una voz propia que suele encauzar hacia un ejercicio profesional meticuloso de tipo artesanal/ intelectual, aislando los ingredientes más sofisticados y enérgicos del género en cuestión para a posteriori maximizarlos sin recurrir a los clichés infantiles de Hollywood. Ya sea que consideremos la primera etapa de su carrera, compuesta por Maelström (2000), Polytechnique (2009) e Incendies (2010), o su período anglosajón, el cual abarca -además de la presente- La Sospecha (Prisoners, 2013), El Hombre Duplicado (Enemy, 2013) y Sicario (2015), sus obras se abren camino como verdaderos prodigios de la intensidad y traen a colación un humanismo descarnado y sorprendente que casi siempre incluye citas oníricas surrealistas.
A pesar de que la premisa de la historia puede parecer ambiciosa en términos dramáticos, en realidad el film entrega un desarrollo sumamente sutil del tópico de base: cuando doce naves extraterrestres -artefactos gigantescos y con forma de capullo- arriban a la Tierra, el Coronel Weber (Forest Whitaker) recluta a Louise Banks (Amy Adams), una renombrada lingüista, e Ian Donnelly (Jeremy Renner), un físico teórico, para que investiguen y deduzcan las intenciones de los visitantes, en especial si vienen en son de paz o animados por un designio parasitario. El relato se sustenta en una serie de encuentros con un par de alienígenas dentro de la nave, cuya finalidad es viabilizar la comunicación y reducir la incertidumbre. Mientras que Banks comienza a interpretar los símbolos circulares de los extraterrestres y trata de apaciguar la impaciencia y sandez de los militares, el conocimiento acumulado se manifiesta a través de visiones sobre la vida y la inevitable muerte de su hija.
En una época como la nuestra, dominada por las aventuras bobaliconas que apuntan a la levedad y el escapismo, Villeneuve se juega de lleno por una propuesta que deja de lado toda arrogancia y/ o exaltación belicista para concentrarse en el devenir de un intercambio de carácter semiótico, amparado en la mutua voluntad de comprensión y entendimiento. Aquí el lenguaje funciona como un mecanismo de sondeo capaz de transmitir la riqueza subyacente a la cultura y al mismo tiempo ayudarnos a recibir lo que el otro tiene para ofrecernos. Lejos de la intolerancia y ese deseo orientado a destruir al prójimo, “motivos” de la vertiente más perezosa de la fantasía, el eje de La Llegada no pasa por las escenas de acción sino por la curiosidad científica, el trueque y la creación de un idioma en común que permita dar de baja el miedo y la ignorancia, sin duda los dos ítems más peligrosos de la gama de emociones que los hombres suelen esgrimir para justificar la violencia y el delirio.
A medida que la obra avanza, el guión de Eric Heisserer -basado en un cuento corto de Ted Chiang- se va distanciando progresivamente de las alusiones a Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) y adentrándose cada vez más en la gloriosa turbación y la metafísica de Interestelar (Interstellar, 2014): si por un lado la trama obvia toda la melancolía vetusta y aniñada del opus de Steven Spielberg, por el otro recupera las sorpresas que nos deparan los amigos del espacio, esos que Christopher Nolan retrató como portadores de un saber enrevesado que supera nuestras prisiones cognitivas autoimpuestas. Como si el tiempo copiase la estructura de los palíndromos y su falta de respeto hacia la linealidad, en la película de Villeneuve la evolución de la humanidad corre en paralelo con la implosión del determinismo causal y la posibilidad de las lecturas capicúas -de izquierda a derecha y de derecha a izquierda- en lo que atañe a la existencia.
Más allá de la fertilidad del sustrato conceptual y del desempeño del realizador al momento de administrar de manera armónica el derrotero, a decir verdad Adams termina siendo un pivote central de la faena porque la actriz logra construir una empatía entrañable con los alienígenas (unos cefalópodos inmensos con siete extremidades) y ayuda a replantear el esquema del cariño familiar en función de la revolución que supone la presencia de los visitantes (el minimalismo interpretativo de Adams contrasta a la perfección con el trabajo de Renner y Whitaker, más la labor del genial Michael Stuhlbarg como un típico agente execrable de la CIA; todos componiendo personajes en clara sintonía con la ciencia ficción mainstream más cerebral). La Llegada propone un misterio símil 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) en el que se unifican lo desconocido, la naturaleza, el sentido latente y una poesía deudora de Terrence Malick, plagada de incógnitas y amor…
Título: La llegada
Título original: Arrival
Dirección: Denis Villeneuve
Intérpretes: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker
Género: Sci-Fi
Calificación: Apta para mayores de 13 años
Duración: 116 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2016
Distribuidora: UIP – Sony
Fecha de estreno: 15/12/2016
Puntaje 10 (diez)
https://www.youtube.com/watch?v=YNZ3Pey6_Ik