Por Pablo Arahuete
La cámara y la deriva de los sentimientos operan como brújula en este opus de la directora Cecilia Kang, para retratar desde un lugar muy íntimo a las mujeres con las que se vincula afectivamente y que tienen relación directa con la colectividad coreano-argentina. Ese fue el motivo de esta entrevista para indagar un poco más sobre la cultura y las intenciones de Mi último fracaso (2016).
Pablo E. Arahuete: – ¿Cuál es el motivo de haber elegido ese título que forma parte de la letra de un bolero con tu historia personal?
Cecilia Kang: – La película lleva el nombre de “Mi último fracaso”, un bolero del Trío Los Panchos. Es una canción que me gusta mucho y que escuchaba cuando empecé a escribir este proyecto. En ese momento estaba saliendo de una ruptura sentimental y me sentía muy identificada con la letra. Coincidía con el momento de pensar la película, desde dónde quería hablar de esta colectividad, a través de las relaciones y los vínculos que formaban estas personas, estas mujeres. Por otra parte, en el comienzo de este documental, yo tenía muchos prejuicios sobre la colectividad. La película iba a ser una forma de evidenciar esos prejuicios. Pero cada vez que me iba adentrando más y más en las historias de estas mujeres (y en la mía propia) fracasaba en ese intento de retratar aquellos prejuicios. Porque justamente eran eso, sólo prejuicios míos. Ideas arbitrarias que me había formado. Porque cada decisión en una persona es tan propia como lo son las manos pegadas a su cuerpo. Entonces, de alguna forma, esta película representa ese último fracaso, que en realidad se transformó en algo muy enriquecedor, de retratar porciones de vidas.
P.E.A: – Tu documental gira en torno a las mujeres coreano-argentinas que en cierta forma te representan ¿Qué diferencias existen entre las mujeres de Corea del Sur respecto a las de Corea del Norte?
Cecilia Kang: – Es una pregunta que no creo que pueda responder yo. En principio porque
sólo conozco la idiosincrasia de la colectividad coreana acá en Argentina, la cual difiere mucho de Corea del Sur y a su vez de otras diásporas coreanas en el mundo. Nunca he vivido en Corea del Sur y lamentablemente no conozco Corea del Norte. Pero, ¿uno se preguntaba qué diferencias había entre los alemanes occidentales y orientales? Obviemos además que ni podemos comparar ese momento con el presente. Tanto en el norte como en el sur hay coreanos, hasta hay familias que fueron divididas por esa guerra. Creo que las decisiones político-económicas de los que tienen el poder han creado (literalmente) esa línea imaginaria. Y es una lástima. Es un rasgo más que da cuenta de lo imbéciles que podemos ser como civilización. Así que me parece que lo más justo es no seguir alimentando esas parafernalias con esta clase de preguntas.
P.E.A: – Si bien tengo entendido que naciste en Argentina ¿Viviste en cierta manera las huellas del desarraigo de tus padres o de miembros de la colectividad como marca constitutiva de tu propia identidad? ¿Dónde se acentuaron más a lo largo de tu experiencia de vida?
Cecilia Kang: – Por supuesto. Nací en el seno de una familia coreana. Las primeras palabras que habré aprendido fueron seguramente en coreano. Tengo una herencia muy grande de mis padres y su propio origen. A lo largo de mi vida fui entendiendo con mayor claridad el peso que puede tener a veces esa herencia. Desde las costumbres, el idioma, las comidas, los valores. Son muchos los elementos que me conformaron y que ahora son parte de mi vida. Valoro mucho poder tener de ambas culturas, la oriental y la occidental. Si bien a veces puedan contradecirse, creo que justamente lo que a mí me interpela es ese lugar (o no lugar) donde conviven ambas culturas.
P.E.A: – Vuelvo al título de tu documental para quedarme más que con la palabra fracaso, con la primera que es último ¿Cuál fue tu primer fracaso?
Cecilia Kang: – Fracaso todo el tiempo, tanto que me gusta aprender de ello. No tengo idea de cuál podría haber sido el primero. ¿Acaso no todos hacemos lo mismo?
P.E.A: – ¿Pasó por tu cabeza para contar esta historia la ficción en lo estructural en vez de un registro documental?
Cecilia Kang: – Una de las cosas que aprendí en el hacer es que todo finalmente es ficción. Uno puede titular de género documental una película, pero aún el documental más dogmático es una construcción, una forma determinada y arbitraria creada por el director. Un punto de vista. Eso para mí es ficción. Una ficción creada con elementos de la realidad y que habla de una realidad, pero desde un punto de vista determinado.
P.E.A: – Una gran parte de los retratados en Mi último fracaso (2016) pertenecen a tu círculo familiar ¿Te impusiste algún limite a la hora de abordarlos con tu cámara en zonas de intimidad o emocionalmente fuertes? ¿Cómo te manejaste con la distancia entre el doble rol como directora y como la hija o hermana o amiga?
Cecilia Kang: – Todos los personajes que aparecen en la película tienen un vínculo afectivo muy fuerte e íntimo conmigo. De alguna forma, esa era la única manera que sentía posible para poder relatar esta película. El acuerdo que tenía con cada una de ellas era el de ser lo más honestos posibles con sus historias, sus retratos. Y ser lo más respetuosa con ellas y con mi relación con ellas. El arma más fuerte con la que contaba a la hora de ir a filmarlas era decir la verdad: lo que íbamos a hacer, cómo lo íbamos a hacer y por qué eso era importante para la película.
P.E.A: – Si uno se vincula con cine coreano y directores emblemáticos encuentra estilos de melodramas familiares con altos niveles de emotividad, algo parecido ocurre con tu documental ¿Es la emotividad el rasgo predominante en la sociedad coreana o por el contrario se caracteriza por ocultar o reprimir los sentimientos?
Cecilia Kang: – Hay un dicho que dice que Corea es como la Italia de Asia. Creo que eso resume mucho las características de aquella sociedad. Si bien es una sociedad oriental, en donde la mesura y el ocultamiento es un rasgo distintivo (que no se puede medir como negativo o positivo si no más bien como diferente a una cultura occidental, porque si no toda reflexión quedaría reducida a un punto de vista muy limitado de occidente), las personas de Corea del Sur tienden a ser mucho más emotivas, más pasionales. Si no, pueden ver cualquier película de Hong Sang Soo, y ahí van a querer todos ahogar sus penas en el soju como lo hacen sus personajes.