Las ficciones europeas se han hecho de un buen puñado de fanáticos por este lado del planeta y gracias a su calidad narrativa los servicios de streaming no dudan en incluirlas en sus listas. En esta oportunidad, Netflix le da la bienvenida a la primera temporada de La Casa de Papel, la serie española creada por Álex Pina (Kamikaze, 2014) que en poco tiempo logró revolucionar a la audiencia. El thriller intensifica todos aquellos elementos ya conocidos del clásico juego del gato y el ratón para entregarnos una historia repleta de suspenso, giros inesperados y personajes que traspasan la pantalla.
Por Giuliana Bleeker
Un grupo de ocho delincuentes que no tienen más nada que perder en la vida, un misterioso estratega y la chance única de llevar a cabo el atraco del siglo. La Casa de Papel nos sumerge en una atrapante historia dividida en 13 capítulos donde la mixtura de géneros, la producción y los personajes excelentemente construidos la posicionan en lo más alto de la ficción televisiva española. Producida por Vancouver Media para Antena 3 y recientemente distribuida al mundo mediante la plataforma de Netflix, la serie no ha tardado en llamar la atención de los espectadores y la crítica especializada.
El relato comienza con la narración en off de Tokio (Úrsula Corberó), una joven atracadora que está siendo buscada por la policía tras efectuar un robo que se ha llevado la vida de su pareja y cómplice. A punto de ser atrapada, un hombre desconocido le ofrece ser parte de un proyecto que podría cambiar su destino para siempre. Se trata del crimen perfecto, sin víctimas, donde no será necesario robarle el dinero a nadie y por el que serán recordados como héroes. El cerebro de esta operación es El Profesor (Álvaro Morte) quien ha dedicado toda su vida a idearlo. El atraco consiste en tomar nada menos que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, con sus trabajadores y un grupo de alumnos que se encuentran de excursión como rehenes. Durante aproximadamente 10 días, el equipo tendrá a su disposición la maquinaria para imprimir 2.400 millones de euros y construir un túnel imperceptible que los ayudará a escapar. Para ello, El Profesor cuenta con un grupo de atracadores altamente especializados que se encargaran del trabajo sucio mientras él mueve los hilos desde afuera. A todos se les ha pedido seleccionar un nombre de ciudad para resguardar su identidad. Ellos son: Berlín (Pedro Alonso), Denver (Jaime Lorente), Nairobi (Alba Flores), Moscú (Paco Tous), Río (Miguel Herrán), Helsinki (Darko Peric), Oslo (Roberto García) y nuestra narradora, Tokio, a la que probablemente le encuentren su parecido con Mathilda de El Perfecto Asesino.
El subgénero denominado Heist Movies, que en cine nos ha hecho entrega de obras legendarias como Atraco perfecto (The Killing, 1956), Perros de la Calle (Reservoir Dogs, 1992) y otras más actuales como Baby: el Aprendiz del Crimen (Baby Driver, 2017), en esta ocasión sorprende con una historia de larga duración en la que el suspenso se mantiene hasta el último segundo. En ella convive el drama, el humor negro, el policial y unas buenas dosis de acción y misterio. Todo bajo una producción cinematográfica de lujo, detallista y arriesgada El reparto coral cuenta con figuras conocidas del ambiente televisivo, entre las que se destacan Pedro Alonso, Úrsula Corberó y Alba Flores, quien protagoniza además la aclamada Vis a Vis, serie del mismo creador que actualmente transmite la cadena FOX de España. Cada uno de los personajes presenta características muy marcadas y al mismo tiempo una ambigüedad que evita a toda costa caer en la estereotipación. A medida que avanza el relato, todos los sujetos sufren transformaciones relacionadas con los dilemas morales, las relaciones amorosas y los conflictos de poder entre la banda que ponen en peligro un plan infalible.
En la vereda de enfrente tenemos a Raquel Murillo (Itziar Ituño), la negociadora elegida para disputarle este juego de ajedrez a El Profesor. A pesar de ser una mujer fuerte y decidida, Raquel tiene que cargar con la subestimación de sus superiores y compañeros tras haber denunciado a su marido, también policía, por violencia de género. Cabe destacar que la serie hace un buen enfoque sobre esta problemática, mostrando cómo el sistema busca revictimizar a la mujer que denuncia. Junto al subinspector Ángel (Fernando Soto), Raquel deberá ingeniárselas para detener a este grupo que asombrosamente siempre logra estar un paso delante de ella.
Dos elementos esenciales de esta serie son la fotografía y la música. El color rojo del overol de los atracadores busca sobresalir en medio de esa estructura fría y grisácea que es la fábrica. Por su parte, la música se manifiesta en sintonía con el ritmo, otorgando tensión y pesadumbre cuando lo merece.
Quizás, el punto más bajo de La Casa Papel lo encontramos en el exceso de explicaciones y la voz en off. En algunas secuencias, las aclaraciones se muestran innecesarias y repetitivas. Hay un empeño porque los personajes le expliquen al espectador todo el tiempo lo que está sucediendo cuando esto podría ser señalado mediante imágenes, puesto que estamos ante una ficción televisiva.
Las reflexiones que provoca este thriller son varias y radican en temas como la crisis económica, la violencia institucional y de género. La crítica al sistema capitalista y sus fuerzas represivas se expresa de algún modo también mediante el insistente canto del popular Bella Ciao, himno del movimiento partisano que resistió el avance de las tropas fascistas y que comparte melodía con una canción de protesta de las obreras italianas del siglo XIX. El relato deja en claro que los malos no son tan malos ni los buenos tan buenos y por ello resulta bastante fácil comprender y empatizar con los atracadores.
Una historia atractiva, vertiginosa e impensada para la TV cuyos giros sorpresivos harán que el público no pueda despegarse de su asiento, ya se sabe que habrá segunda temporada.