Por Iara Reboredo
A 30 años de su versión original, el director Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador, La vigilante del futuro: Ghost in the Shell) trae un remake de esta trágica historia. La premisa es la misma, sólo que con unos giros diferentes. Eric Draven, esta vez interpretado por Bill Skarsgård (quien fue Pennywise en IT), conoce a su alma gemela Shelly Webster (interpretada por la artista británica FKA Twigs). Ambos se enamoran, pero todo cambia cuando Shelly es asesinada, y Eric tiene la oportunidad de salvarla. Para lograrlo, se embarca en un viaje implacable entre el mundo de los vivos y los muertos buscando venganza y hacer justicia por mano propia.
La película es una mezcla de acción y fantasía, con claros detalles de gore, donde nos cuentan el mito sobre una persona que, al morir, un cuervo lleva su alma al mundo de los muertos, pero, en el caso de que esa muerte sea atroz, el cuervo puede devolver su alma al mundo de los vivos para que esta devuelva el equilibrio a las cosas. Sin dudas es algo atrapante, o al menos lo fue en el 94 cuando salió la película original.
A grandes rasgos, no tiene mucho que aportar. Es una película cruda, tétrica, llena de sangre (mucha, demasiada) y repetitiva en varias cosas. Cae en los mismos flashbacks, por lo que terminamos viendo fragmentos de las mismas escenas por lo menos 3 veces, al igual que las escenas en ese “limbo” entre la vida y la muerte. La construcción de los personajes no estuvo bien lograda, y ni hablar de la pareja; no hay mucho trasfondo, no nos dan mucho para aferrarnos a querer que la historia siga. Algo que puedo destacar es que nos regala una magnífica secuencia que, en mi opinión, es lo mejor y más disfrutable de la película: la escena de la ópera es brutal, arrasadora y oscura.
El antagonista es sin duda de lo peor que vi este año. Cumple su función, pero no hace nada relevante, solo existe; no se esfuerza para lograr algo, lo que resulta en un sinsentido, no entiendo su meta, ni su motivo. Podría decir que los secuaces tuvieron más protagonismo que el villano en sí.
Bill Skarsgård es lo único que puedo rescatar de esta pobre cinta. Su trabajo y su compromiso con el género lo hace encajar en ciertas partes, pero no puede cargar toda la producción en su espalda. A mi parecer, este actor muchas veces cumple con los roles que ofrece, y acá logra ser un antihéroe de acción. Ponerse en la piel de Eric Draven no debe ser fácil, un tipo que pierde al amor de su vida y en el proceso pierde su propia vida, es un dolor que no se puede replicar.
La historia de El cuervo en sí está rodeada de eventos trágicos. La idea surge de los cómics de James O´Barr, quien a finales de los 80s perdió a su prometida por culpa de un conductor ebrio; el dibujante se basa en su propia tragedia para crear a este personaje. Además, es de público conocimiento que el rodaje de El cuervo en los 90s quedó marcado para siempre cuando el actor Brandon Lee perdió la vida durante la grabación de una escena, causado por un arma de utilería mal cargada. Es triste pensar que el actor nunca llegó a ver el proyecto que lo consagró como una leyenda.
Creo que tanto la película como el personaje de Eric Draven en sí tiene una carga muy intensa, sepamos o no lo que pasó, es evidente el dolor que trae consigo la historia, y logra transmitirlo desde un lado incómodo, visceral, difícil de sobrellevar si no estás acostumbrado a ver esta clase de películas.
Título: El cuervo.
Título original: The Crow.
Dirección: Rupert Sanders.
Intérpretes: Bill Skarsgård, Fka Twigs, Danny Huston, Josette Simon, Laura Birn, Sami Bouajila, Karel Dobrý, Jordan Bolger, David Bowles y Paul A Maynard. Género: Basada en cómic, Remake, Fantasía, Crimen, Horror. Calificación: Apta para mayores de 16 años. Duración: 111 minutos. Origen: Reino Unido/ Francia/ EE.UU.
Año de realización: 2024.
Distribuidora: Imagem Films.
Fecha de estreno: 22/08/2024.
Puntaje: 4 (cuatro)