Por Joan Segovia
Sin códigos (Verbrannte Erde), la más reciente obra de Thomas Arslan, marca el regreso del director a un género que maneja con una familiaridad casi quirúrgica: el cine negro. Conocido por su estilo sobrio y su enfoque minimalista, Arslan retoma a Trojan, el ladrón solitario de Im Schatten (2010), para una secuela que, aunque no pretende revolucionar el género, ofrece una mirada contenida y meditada sobre la evolución del crimen en tiempos modernos. El film es un claro reflejo de su autor, mostrando una cuidadosa puesta en escena que mezcla nostalgia por los antiguos códigos del hampa con la frialdad de un mundo criminal desprovisto de honor.
El personaje central, Trojan, interpretado nuevamente por Mišel Matičević, es el alma de esta historia. Un ladrón profesional, metódico y casi impenetrable, que regresa a Berlín después de años fuera del juego, solo para darse cuenta de que el mundo del crimen ha cambiado. Los códigos de honor que antes regían el bajo mundo han desaparecido, reemplazados por un pragmatismo cruel y un enfoque tecnológico que le resulta ajeno. Trojan es un hombre fuera de su tiempo, un ladrón analógico en una era digital, y esa lucha contra un entorno que ya no responde a sus principios es el corazón de la película. Aunque la interpretación de Matičević puede parecer excesivamente contenida, rozando el aburrimiento sostenido, hay un deliberado intento de mostrar a un personaje que vive bajo reglas que ya no aplican, y cuyo mutismo no es una falta de emoción, sino una reacción de incomodidad a un mundo que ya no reconoce.
La trama gira en torno al plan de Trojan para robar un valioso cuadro de Caspar David Friedrich de un museo berlinés, un golpe aparentemente sencillo que, como es habitual en este tipo de películas, se complica más allá de lo previsto. La película se nutre de los elementos tradicionales del cine de atracos, pero donde Arslan marca la diferencia es en su aproximación al material. No es un thriller trepidante, sino un ejercicio de contención. Trojan planifica cada movimiento con precisión, y las secuencias del robo se desarrollan con un ritmo pausado, casi metódico, que frustrará a quienes esperen un clímax lleno de acción. Pero ahí se encuentra la intención de la película: Arslan no está interesado en los fuegos artificiales ni en los giros narrativos sorprendentes, sino en capturar la soledad de un hombre que se mueve en un mundo que lo ha dejado atrás.
Berlín, filmada con una frialdad calculada, se convierte en un personaje más en la historia. Las calles vacías, los edificios impersonales y las sombras que cubren gran parte de las escenas nocturnas no son solo telones de fondo, sino reflejos del aislamiento de su protagonista. Esta es una ciudad en transformación, tanto económica como socialmente, y Arslan se asegura de mostrar las cicatrices que deja el progreso.
A pesar de esta atmósfera tan lograda, es innegable que el ritmo pausado de la película puede resultar todo un desafío. Las secuencias del robo, que en cualquier otro thriller serían el punto culminante, aquí se sienten más como una extensión natural de la planificación de Trojan, y no como momentos de tensión creciente. Esto no significa que la película carezca de mérito; de hecho, es precisamente en esta calma donde reside su poder. El director busca deliberadamente despojar al género de los artificios más comunes, apostando por un enfoque más sobrio y reflexivo. Sin embargo, este enfoque no será del gusto de todos, y puede parecer que la película se queda corta en su capacidad de generar adrenalina o sorpresas.
Pero en algún punto debía pecar la película y ese es en sus personajes secundarios. Si bien Marie Leuenberger, como la conductora Diana, y Bilge Bingül, el experto en tecnología Chris, cumplen su papel dentro de la historia, sus personajes se ven vacíos. En un género que suele explotar las dinámicas entre los miembros de una banda, aquí las interacciones son limitadas y los conflictos internos entre ellos apenas se insinúan. Esto es, en parte, un reflejo del estilo de Arslan, quien prefiere la economía narrativa y no sobreexplicar las relaciones, pero, se mire por donde se mire, es un problema en este tipo de historias.
A pesar de este minimalismo en el desarrollo de los personajes, la película sigue siendo eficaz en su exploración de la temática principal: la desaparición de los viejos códigos. Trojan, un criminal de la vieja escuela, se ve enfrentado a un nuevo tipo de criminalidad, más pragmática y sin el romanticismo que él representa. Este conflicto entre lo antiguo y lo moderno, entre el crimen como una cuestión de honor y el crimen como una simple transacción, es lo que da sustancia a la película.
La banda sonora de Ola Fløttum se mantiene en un segundo, o incluso tercer, plano, apareciendo en momentos clave, pero sin brillar. Es una música discreta, que refuerza la sensación de melancolía que envuelve al protagonista, sin tratar de manipular emocionalmente al espectador. Esta sutileza en la música es un reflejo más del tono general de la película, que opta por la contención antes que por el dramatismo. Pero como con los personajes secundarios, tanto minimalismo aburre y termina por forzar al espectador a evadirse de la película.
Sin códigos es una película que puede descolocar a quienes busquen un thriller más convencional, pero que ofrece una experiencia sólida y reflexiva dentro del marco del cine negro. Arslan, fiel a su estilo, ofrece un relato que habla más con silencios y miradas que con grandes escenas de acción. Aunque el uso de códigos algo desfasados puede hacer que la película parezca anacrónica en algunos momentos, su coherencia con la filmografía del director es innegable. No será el thriller que muchos esperan, pero es una obra que sigue las reglas de su propio juego, ofreciendo una visión fría y calculada de un mundo donde los viejos códigos ya no tienen lugar, perdiendo el dinamismo por el camino.
Título: Sin códigos.
Título original: Verbrannte Erde (tcc Scorched Earth).
Dirección: Thomas Arslan.
Intérpretes: Mišel Matičević, Marie Leuenberger, Alexander Fehling, Tim Seyfi y Marie-Lou Sellem,
Género: Crimen, Thriller.
Calificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 101 minutos.
Origen: Alemania.
Año de realización: 2024.
Distribuidora: Mirada Distribución.
Fecha de estreno: 17/10/2024.
Puntaje: 7 (siete)