Por Iara Reboredo
En El reino animal el director Thomas Cailley nos sumerge en un universo distópico donde una serie de mutaciones han transformado a algunos humanos en animales. Esta premisa plantea inquietantes preguntas sobre la identidad, la familia y la naturaleza humana. A primera vista surrealista, se convierte en un potente medio para investigar la fragilidad de las relaciones y el costo de la transformación personal en un mundo en descomposición.
La historia sigue a François (Romain Duris), un padre desesperado que se embarca en una misión para salvar a su esposa, atrapada en la vorágine de una transformación incontrolable. Este hombre, a primera vista deconstruido pero desastroso, se desplaza a otro punto del país para internar a su mujer en un centro especializado. A su vez, François debe gestionar el torrente de emociones y frustración derivado de la pérdida que comparte con su hijo Émile (Paul Kircher), un adolescente que se encuentra en medio de su propio despertar y que deberá adaptarse al duelo materno en un contexto caótico.
La dinámica entre padre e hijo se convierte en el núcleo emocional de la narrativa, mientras ambos luchan no solo contra las autoridades, sino también contra su propio sentido de pérdida. La interpretación de Duris (Rompecorazones) y Kircher es notable; su química en pantalla aporta profundidad a un relato que, de otro modo, podría caer en la trampa del melodrama.
Cailley demuestra una habilidad excepcional para equilibrar la tensión y la humanidad, creando un mundo donde lo absurdo y lo conmovedor coexisten. La dirección es cuidadosa y reflexiva, y la cinematografía captura la desolación y el anhelo de los personajes. Los bosques de cuento y la representación de los mutantes son visualmente apabullantes, lo que refuerza el simbolismo del viaje: la lucha interna de cada individuo contra la inminente pérdida de su esencia.
A diferencia de otras obras que intelectualizan estos temas, busca la claridad en el mensaje sobre la aceptación de los cambios y la tolerancia. El ritmo de la película es envolvente, aunque en algunos momentos puede sentirse un tanto pausado. Sin embargo, el tiempo dedicado al desarrollo de personajes es crucial para conectar con la historia. Creo que la película también busca plantear una crítica sobre el miedo a lo desconocido y cómo la sociedad reacciona ante eso.
La película es impredecible y fluye entre géneros, alternando con destreza entre diferentes tonos y climas, evita caer en el ridículo o en una lección moral demasiado evidente, mantiene su esencia y ofrece una reflexión poderosa sobre la identidad y la transformación. También se propone como un ejercicio sustancial que no se acobarda ante lo extraño. A través de una historia de amor familiar y ciertos detalles de un “coming-of-age”, la película logra equilibrar la fantasía con la realidad. La habilidad de Cailley para evitar la caricatura es admirable, logra mantener la intensidad trágica sin caer en lo delirante.
El reino animal es, sin duda, una obra que merece ser vista y discutida, tanto por su contenido como por su ejecución. La visión del director, respaldada por un elenco talentoso, ofrece un relato visualmente atractivo y resonante que quedará con los espectadores mucho después de los créditos finales. Con su enfoque valiente y honesto, esta película se presenta como un proyecto destacable que, espero, trascienda de los festivales y llegue a una audiencia mayor.
Título: El reino animal.
Título original: Le règne animal (tcc The Animal Kingdom).
Dirección: Thomas Cailley.
Intérpretes: Romain Duris, Paul Kircher, Adèle Exarchopoulos, Nathalie Richard, Nicolas Avinée, Jean Boronat y Tom Mercier.
Género: Drama, Horror, Misterio, Sci-fi.
Calificación: Apta para mayores de 13 años. Duración: 128 minutos. Origen: Francia/ Bélgica. Año de realización: 2023. Distribuidora: Terrorífico Films. Fecha de estreno: 17/10/2024.
Puntaje: 8 (ocho)